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Donald Trump, o la gran trampa contra el sector del automóvil

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Donald Trump, presidente de EEUU, ha cumplido su amenaza y ha impuesto un arancel del 25% al acero y del 10% al aluminio que se importan al país. Y lo impone desde el pasado 1 de junio a la Unión Europea, a China e incluso a sus socios del denostado acuerdo comercial Nafta que son sus vecinos México y Canadá.

Trump es un político efectista, que ganó las elecciones al grito de America first (América primero) y al de we will make great America again (Haremos grande América de nuevo). Estas dos máximas pasan por proteger a la industria norteamericana a base de la imposición de aranceles. De cerrar la economía, saltándose a la torera todos los acuerdos comerciales.

Trump ha provocado una batalla campal comercial. Al otro lado del charco, sus aliados europeos no se amilanan. “EEUU no nos deja ahora sin otra opción que proceder con un caso de solución de controversias en la OMC y con la imposición de aranceles adicionales a una serie de importaciones desde EEUU. Defenderemos los intereses de la Unión, cumpliendo a rajatabla con la ley comercial internacional”, afirmó Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea en un comunicado el pasado 1 de junio tras conocer que Trump no iba a prorrogar la exención de imponer aranceles a la UE.

 

Donald Trump

 

Incluso desde dentro de su país, aunque desde la bancada política contraria le advierten: “Hacer la guerra con aliados no tiene sentido. Debemos centrarnos en China” según Chuck Schumer, líder de los demócratas en el Senado.

El presidente de EEUU cree que así no sólo salvaguardará a las compañías estadounidenses, sino que las reforzará y crearán empleo.

Pero la promesa electoral que hizo Trump al sector siderúrgico de EEUU debe tener como objetivo acabar con el dumping que hacen los chinos en los dos materiales ahora gravados (acero y aluminio). De ahí que haya impuesto un arancel a los productos chinos por 50.000 millones de dólares. Una cifra que queda lejos de los 800.000 millones de déficit comercial en los que Trump basa la imposición de gravámenes a los productos foráneos.

Al romper el tratado con México y Canadá, se crea más un problema que una solución.

Casi la mitad de los vehículos que se venden hoy en EEUU proceden de fuera del país, mientras que la producción doméstica ha caído un 22% en las últimas dos décadas. El tratado Nafta establece una relación trilateral entre los tres países que conforman Norteamérica. Trump y su simpleza de miras se quedan en los datos de ventas de vehículos. El año pasado Canadá exportó 1,8 millones de unidades a EEUU, el 80% de su producción por valor de 58.000 millones de dólares.

Y de México, sí,  el país que ha de pagarse el “muro” que quiere construir Trump en su frontera, salieron para Estados Unidos algo más de 2,4 millones de vehículos, en torno al 60% de la producción total del país azteca. Exportaciones lógicas porque los tres grandes fabricantes de automóviles estadounidenses, Ford, GM y Chrysler (FCA), cuentan con factorías en estos países.

 

Ahorro de costes

Porque producir en México un vehículo cuesta un 40% menos que en EEUU. En Canadá no hay tanta reducción de costes, pero sí hay ahorros en materia logística.

Ahora bien, lo que Trump no quiere ver es que el Nafta obliga a que el 65% de los componentes de los vehículos producidos en Norteamérica proceda de la región. Hay automóviles en México cuyo porcentaje de piezas que procede de EEUU alcanza el 80%. Por tanto, si se gravan a los vehículos procedentes de México con un 35% y a los de Canadá con un 25%, esos componentes serán más caros. Amén de que al encarecer los coches, la asociación de fabricantes de automóviles de EEUU (AAA) estima que podría haber un retroceso en el mercado.

Sea como fuere, el presidente empresario ha paralizado la instalación de una factoría en México por parte de Ford y que GM y Chrysler se replanteasen su estrategia de producir más vehículos en México.

 

Donald Trump

 

El país azteca ha recibido 20.000 millones en inversiones para nuevas factorías de automóviles por su hasta ahora privilegiada posición al poder exportar “gratis” vehículos a EEUU y a la Unión Europea. Esta es otra de las quejas de Trump: la UE grava con un 10% a los vehículos procedentes de EEUU, mientras que a la inversa sólo es el 2,5%. Ahora bien, los fabricantes americanos exportaron coches a la UE por valor de 11.800 millones: así es que los europeos sí están interesados en los automóviles de EEUU. El problema es que a los americanos les gustan los coches europeos pues el país de Trump tiene un déficit anual de 40.000 millones de dólares con respecto a los vehículos procedentes de la Unión Europea. Esto ha cambiado y ante las amenazas ya hechas realidad de Trump todos los fabricantes, todos sin excepción, han anunciado inversiones en sus plantas de EEUU.

Incluso Volvo acaba de inaugurar una nueva factoría en el centro del país coincidiendo con el lanzamiento del nuevo S60.

Volvo es propiedad de la china Geely y está diversificando su producción en China, EEUU y Europa, para evitar problemas. Porque las marcas premium del Viejo Continente tienen a EEUU como su segundo principal mercado tras el gigante asiático.

 

Donald Trump
Poca sintonía. Un activista muestra una pancarta con la caricaturiza de Donald Trump en una protesta durante la visita del presidente americano a Bruselas, en mayo de 2017. // FOTOGRAFÍA: ALEXANDROS MICHAILIDIS

 

Ahora bien, un ejemplo del sinsentido de las medidas proteccionistas de Trump, lo explicó Harald Krugger, consejero delegado de BMW Group, hace unos meses. El consorcio alemán cuenta con una planta de producción en Spartanbourg (South Carolina)  de la que salen sus todocaminos X3, X4, X5, X6 y donde hará el futuro X7 y da empleo a 12.000 personas “y de la que exportamos el 70% de la producción”. Krugger habló con Trump para explicarle que “BMW utiliza aceros conformados de alta calidad que no se producen en EEUU”, con lo que los tiene que adquirir fuera.

 

Justos por vehículos

Pero si algo tiene Trump es su coherencia con las promesas electorales que hizo. La UE respondió a los aranceles de Trump aplicando otros a 200 productos procedentes de EEUU por valor de 2.800 millones de euros, entre ellos, a las míticas motos Harley-Davidson o al Jack Daniel’s. La respuesta de Trump fue inmediata y mediática. Cómo no, a través de Twitter: “Basándome en los aranceles y las barreras al comercio que Estados Unidos y las grandes compañías y los trabajadores sufren en la Unión Europea, si estos aranceles y barreras no se eliminan pronto, estaremos aplicando un arancel del 20% sobre todos sus automóviles. Fabríquenlos aquí”.

Según los analistas de Bloomberg, las marcas más expuestas serían Porsche y Audi, al no contar con fábricas allí. “Porsche no contempla abrir una planta en EEUU”, ha dicho Oliver Blume, su consejero delegado.

 

Donald Trump

 

Por países, Alemania, donde los automóviles suponen el 28,4% de las exportaciones a EEUU, sería el más golpeado. También sufrirían Suecia (16%), Italia (12,8%) y el Reino Unido (12%), y los estados suministradores de componentes como Eslovaquia (60%), Hungría (27,7%), Austria (10,5%), España (9,1%) y la República Checa (4,8%).

Sea como fuere las tasas van a encarecer los coches que se vendan en EEUU, los hechos allí y los importados. Según declaró a Bloomberg Gloria Bergquist, portavoz de la Alianza de fabricantes de automóviles en EEUU, “los aranceles van a provocar un aumento del precio del acero producido en EEUU, lo que va a perjudicar a los consumidores”.

Con lo que volvemos al principio de la ecuación. Materia prima más cara, productos más caros; resultado final, el consumidor deberá pagar más por un coche. Porque lo que le recuerdan constantemente a Trump GM, Ford y Chrysler (FCA) es que son multinacionales, compañías globales que venden sus productos por todo el mundo y los fabrican por todo el mundo para mantener el nivel de prestaciones salariales, entre otros, de sus empleados en EEUU.

 

Compás de espera

Las tasas impuestas al acero y aluminio afectarán según las asociaciones sectoriales Unesid (acero) e InfoAEA (aluminio), encareciendo las exportaciones españolas en 88 millones, lo que podría provocar pérdida de competitividad. Además, todos los productores de acero y aluminio de los distintos países buscarían acomodo en los mercados sin tasas,  ergo habrá una mayor competencia que reducirá los márgenes.

La mayor multinacional de componentes de automoción española, Gestamp, cuya base del negocio está en realizar piezas de acero y aluminio para la fabricación de vehículos, explica que son neutrales a los movimientos de precios de materias primas. “En EEUU nuestros contratos son resale”, lo que significa que transfieren al fabricante los incrementos o disminuciones de precio de la materia prima, por lo que el ajuste es automático.

Si bien, de cumplirse la amenaza de Trump de gravar con un 20% a los coches de la UE, los productores de vehículos trasladarían a la industria de componentes parte de esa tarifa para que no se ejecutara del todo en el precio final del vehículo.

Y EEUU no es un país al que España exporte vehículos. Sólo desembarcaron allí 36.764 unidades en 2017, un 1,5% menos que en 2016, con un valor de 600 millones. La mayoría salieron de la planta que Ford tiene en Almussafes (Valencia).

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