Es, cuanto menos, curioso. Aunque ya se sabe que, en esto de los negocios, nada sucede por causalidad. Justo en el mes de mayo pasado, las dos compañías principales de renting de vehículos industriales de Europa, y las dos francesas, Fraikin y Petit Forestier, comenzaron a sonar en los mercados financieros por un inusitado movimiento accionarial bajo sus filas. Casi a la vez.
Con volúmenes de flota relativamente similares —80.000 unidades para Petit, 63.000 para Fraikin— y un modelo de negocio casi idéntico, los fondos de capital privado que participan de las dos firmas —y que la controlan, en el caso de Fraikin— están o deshaciendo posiciones o estudiando hacerlo.
En el caso de Petit Forestier, el movimiento se ha hecho efectivo.
A comienzos de mayo, el fondo de inversión belga Wren House se hizo con el 33,62% del capital de la empresa tras comprar dicha porción al holding también belga de la familia Boël y a través de su vehículo de inversión Sofina.
Sofina era un histórico en Petit Forestier, ya que entró en su accionariado en 2007 comprando un 19,9% de la firma de renting de industriales refrigerados.
Se da la circunstancia de que Sofina fue accionista del grupo Eurazeo, que desde 2006 fue el primer accionista de la rent a car Europcar y hasta su quiebra técnica (ahora en manos de Volkswagen).
Casi en paralelo al movimiento de Petit se ha ubicado el interés de los principales tenedores de deuda y, por tanto accionistas de referencia de Fraikin, de desprenderse de su posición en la compañía.
Fondos de inversión de relumbrón
Se trata de los fondos de capital riesgo Värde Partners, Alcentra, Canyon, Barings y Triton, que acudieron a su rescate en 2018 para salvarla de una posición al límite del default, con una deuda superior a 1.400 millones de euros.
Lo cierto es que la situación coyuntural de Fraikin es hoy bien diferente, con un accionista principal que controla el 60% aproximadamente del capital del grupo y una cartera de activos saneada.
La compañía anunció en junio que había renovado con éxito un proceso de titulización a tres años de activos referenciados a su flota de vehículos por valor de 1.470 millones de euros, lo que le asegura liquidez para afrontar los enormes costes que suponen gestionar grandes cantidades de vehículos.
Tanto Fraikin como Petit Forestier cuentan con volúmenes similares de facturación —en el entorno de mil millones de euros anuales— y están inmersas en un proceso de transformación ecológica de sus flotas de cara a cumplir con la exigente normativa europea en materia de CO2, un aspecto que afecta de modo especial a las flotas de comerciales e industriales.
Por un lado, porque su propia esencia sitúa a este tipo de vehículos en la cabeza de los emisores en el negocio de la movilidad, y del otro lado porque el sector de automoción está observando muchas dificultades para electrificar el renglón de industriales, con unos costes de baterías aún inasumibles para la mayoría de empresas que operan con vehículos de elevado tamaño.
Es posible, aunque ello no deja de ser un supuesto, que ese juego de incertidumbres a medio y largo plazo en el terreno de la sostenibilidad haya puesto algún tipo de freno en las expectativas y estrategia a futuro por parte de los fondos de inversión, auténticos killers en el ámbito económico en lo que se refiere a la obtención de beneficios: cuanto más claro es el negocio, más rápida es la consecución de rentabilidad y más visibilidad existe en la carretera, más opciones de invertir en una empresa.
Pero, claro, sucede exactamente lo contrario, un efecto de retracción, si alguna de estas tres variables se cae.
Veremos.