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El aparcamiento invisible

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Enrique García
Enrique Garcíahttps://cervantes.academia.edu/EnriqueGarc%C3%ADa
Periodista y filólogo, Enrique García ha sido profesor de Español en el Instituto Cervantes de Nueva York durante años, después de pasar por lugares tan dispares como Brasil, Italia o Polonia. Con bases en este momento a caballo entre Madrid y Mallorca, García aporta a Fleet People visiones bellas y cotidianas, pero sobre todo diferentes, de la ciudad de los rascacielos. En la sección EXTRA de la versión impresa, el automóvil es generalmente su punto de fuga habitual.

El aparcamiento invisible

Desde mi ventana puedo ver los accesos al puente de Queensboro y la única vez que los he visto sin coches ha sido durante la última tormenta de nieve, el 26 de enero, cuando las autoridades decretaron la prohibición de circular por toda la ciudad. Pero, si exceptuamos aquel extraño día, lo cierto es que siempre hay un intenso tráfico de coches que entran y salen.

Y eso, a pesar de que en Manhattan casi nadie tiene coche. Tan solo un 25% del millón y medio de habitantes de este distrito neoyorkino es propietario de un vehículo. Sin embargo, la isla duplica su población todos los días con personas que llegan para trabajar, estudiar, hacer negocios o, simplemente, visitarla.

Aunque la gran mayoría usa los transportes públicos, se calcula que un 16% de la gente que viene a Manhattan emplea su vehículo. En sus calles se juntan con los característicos taxis amarillos, más de diez mil, más otros varios miles de vehículos de transporte autorizados… En realidad, hay pocas buenas excusas que justifiquen tener un coche en esta ciudad.

Si alguna vez encuentran un espacio para aparcar en una calle de Manhattan, sospechen siempre. Lo más probable es que se trate de una zona en la que no se pueda estacionar, y que puede estar señalizada con letreros con tres mensajes diferentes: No parking, No standing y No stopping. A primera vista, parecen casi lo mismo pero, principalmente, se diferencian por las sanciones que suponen: hasta 65 dólares por estacionar en una zona delimitada como No parking y hasta 115 en las otras dos. Más allá de eso, poca gente sabe la diferencia entre una y otra señal.

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En cualquier caso, la traducción más inmediata está clara: «Busque otro sitio para dejar su coche».

También existe la posibilidad de que el espacio disponible para aparcar sea debido a la cercanía de una boca de riego. En Nueva York está prohibido estacionar a menos de 15 pies (unos 4,5 metros) de una toma de agua y, por lo general, suele haber una o dos en cada acera. Las sanciones por obstaculizar estos espacios se elevan hasta los 115 dólares.

Lo mejor para aparcar en Manhattan es una plaza de garaje, pero su precio no baja de 500 dólares al mes

Para aparcar en Manhattan, la mejor solución suele ser resignarse y dejar el coche en un garaje, lo que supone, dependiendo de la zona, un coste de unos 10 dólares por hora. El abono mensual no representa demasiado ahorro: En Midtown, los precios por alquilar una plaza pueden superar los 800 dólares al mes. Se pueden encontrar tarifas más bajas, pero no inferiores a 500 dólares.

A los gastos por aparcamiento hay que sumar el del seguro obligatorio. En mi caso, al no tener demasiado historial crediticio, he llegado a pagar hasta 170 dólares al mes por una cobertura mínima. Siempre me queda el consuelo de no tener que sumarle el gasto por un garaje, ya que en la zona en la que vivo, fuera de la isla de Manhattan, siempre es fácil aparcar.

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En Nueva York, lamentablemente, uno no puede estacionar el coche y olvidarse de él hasta que vuelva a Queensboronecesitarlo. En toda la ciudad rige una normativa, conocida como Alternative Side Parking, que obliga a despejar todas las calles una o incluso dos veces a la semana, para que puedan ser limpiadas. Olvidarse de mover el coche en el día señalado supone una multa de entre 45 y 65 dólares.

La televisión y el cine nos han transmitido una imagen de Nueva York como una ciudad moderna, pero esa modernidad, créanme, no se refleja en sus carreteras. Los baches, las vallas y los andamios son algo habitual en la Gran Manzana. Llevo más de cinco años en Nueva York y aún no he visto la Segunda Avenida sin obras, con carriles que se abren y se vuelven a cerrar, dependiendo del día, a consecuencia de una ampliación de metro que nadie sabe a ciencia cierta cuando terminará.

Pero… ¿no hay nada positivo?

Ciertamente, sí. Una vez superado el pago de algún parking ocasional y el seguro, lo cierto es que apenas hay gastos. La última vez que eché gasolina, el precio por galón era inferior a 2,5 dólares. Al cambio, menos de 60 céntimos de euro por litro.

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Conducir en Manhattan no es difícil si uno logra adaptarse a las incomodidades, los baches y a la conducción errática de los taxis amarillos. Casi todo su trazado son avenidas rectas y, gracias a la numeración de las calles, es complicado perderse.


4,5 Metros 

En NY no se puede aparcar a menos de esa distancia de una boca de riego


Los coches, además, suelen circular a una velocidad no demasiado alta. En Nueva York, las persecuciones trepidantes solo ocurren en las películas. La velocidad máxima en la ciudad acaba de ser reducida de 30 a 25 millas por hora, (unos 40 km/h). Y en el Estado de NY el límite es de 65 millas por hora (104 km/h). Y se han descartado planes para cambiarlo.

Lo mejor de tener coche en Nueva York es que es la forma más rápida de escapar de la ciudad. A menos de una hora hay pueblos y parajes bellísimos, en los que uno puede olvidarse de los tumultos y las aglomeraciones de la Gran Manzana y descansar, antes de volver a la vibrante rutina de la ciudad que nunca duerme.

Enrique García es periodista y profesor del Instituto Cervantes en Nueva York

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