Los gigantes de la automoción global con sede en Norteamérica General Motors (GM) y Ford Motor Company podrían verse obligadas a dejar de comercializar los modelos de automóviles que venden en Estados Unidos y cuya fabricación se efectúa en China, según ha explicado un portavoz de la Secretaría de Comercio.
“En este momento, prevemos que cualquier vehículo fabricado en China y vendido en Estados Unidos estará sujeto a las prohibiciones”, ha afirmado en declaraciones a la agencia de noticias Reuters Liz Cannon, responsable del Departamento de Información y Tecnología de la Secretaría de Comercio de Estados Unidos.
Se prevé que a partir de este viernes 27 de septiembre el país norteamericano apruebe un arancel fijo del cien por cien en la importación de vehículos eléctricos de origen chino, entre otras medidas coercitivas frente al país asiático y con el fin de proteger su mercado industrial y comercial local.
De aprobarse esta medida, no sería sino la continuación de la ya aplicada desde hace dos años, si bien se incrementarían también algunos tipos relacionados con la importación de componentes considerados clave en la industria eléctrica del motor.
En el caso de los semiconductores, por ejemplo, el tipo continuará siendo del 25%, así como a las baterías de litio-ión y los minerales y componentes con los que se construyen.
La propuesta política, no obstante, se está encontrando con las propias marcas de automóviles estadounidenses enfrente, ya que los constructores que ensamblan vehículos eléctricos con carácter local necesitan muchos componentes clave, fundamentalmente en el apartado de las baterías, que solo proceden de China, lo que en la práctica les obliga a encarecer el precio de venta de sus vehículos de cero emisiones.
En el caso particular de Ford y de General Motors, en la actualidad venden, en el caso de la primera, el modelo Lincoln Nautilus en Estados Unidos, si bien se produce en China, de igual modo que General Motors el Buick Envision.
Esta medida, según las declaraciones de la funcionaria pública a Reuters, sería una de las respuestas “enérgicas” del país para frenar la importación de hardware y software chinos en Estados Unidos.