Empezando con este título, podríamos hablar de que el Real Madrid de basket está regular, pero nos referimos a otro Tavares. No a Walter, sino a Carlos. Hablamos del recientemente dimitido CEO global de Stellantis.
Diría que me jode tener razón, pero mentiría y, además, todo el mundo lo sabría. A todos nos encanta tener razón. Sobre todo, en las cosas malas. Ese maravilloso “ya te lo decía yo” de las madres. Si es que sabe más el diablo por viejo que por tener dos colas.
En un artículo escrito en este mismo medio sobre Stellantis vaticinábamos que Carlos Tavares se iría un minuto antes de la explosión, como un James Bond de pacotilla (el tío, guapo, guapo, no es) mientras se ajustaba la pajarita y dejaba tras de sí un edificio en llamas, con su bonus intacto y alguna chica bond esperándole para disfrutar de los millones ganados a base de reventar a su red, a su equipo y a sus marcas.
Tavares ha conseguido que Stellantis pasase a ser Estrellantis y posteriormente, para desgracia de muchos trabajadores, finalmente a ERTEllantis.
Otro más de la larga lista de ejecutivos de la industria que dan resultados a corto plazo a base de recortar y no de crear. Apoyados en reducir gastos y no en generar más ingresos.
No había viaje en que Carlitos no amenazase a toda su cúpula directiva en España con que a la siguiente reunión no llegaría ninguno
No había viaje en que Carlitos no amenazase a toda su cúpula directiva en España con que a la siguiente reunión no llegaría ninguno. La forma fácil y rápida de dar resultados económicos, mientras que se destroza una compañía.
Lo sentimos, jóvenes castores, una vez más, el camino complicado, el del esfuerzo, el trabajo, la creatividad, los riesgos controlados y el confiar en uno mismo y por extensión en tu equipo… Suele salir bien a largo plazo.
Los atajos y las trampas al solitario llevan al éxito fugaz y al maquillaje contable trimestral que asegura ciertos bonus, pero no conducen a la excelencia; proporcionan éxitos vacuos a corto plazo, pero no para el futuro. Y matan al ruiseñor —que es la marca— para la que se supone que trabajas.
Tavares, como tantos otros directivos, solo ha trabajado para él.
Cuesta creer que a estas alturas tengamos que estar defendiendo estas posturas, pero la vida es así. Generalmente, el karma no se equivoca, pero tarda demasiado en hacer palpables sus efectos, así que hay que ayudarle un poco.
Como decía un amigo mío que entró y salió de la automoción muy rápido —digamos que rebotó como en una colchoneta elástica—: Están los buenos y están los malos. Dentro de los buenos están los buenos puros, como su madre, que creía firmemente en que hay que rezar para que los malos dejen de serlo; y luego estamos los buenos que sabemos que para que triunfe el bien, muchas veces que hay que “matar” a algún malo.
El problema es que Tavares no era el problema. Por eso titulo este artículo como síntoma.
La industria europea y americana de automoción está enferma y hay pocas marcas que tengan un futuro más esperanzador que su brillante pasado.
Las amenazas generadas por la globalización, el poder imperial de las marcas chinas —apoyadas por el Estado— y el buen hacer de japoneses y coreanos están acabando con las marcas europeas. Volkswagen va a despedir a trabajadores y cerrar fábricas por primera vez desde hace 87 años. ¿Casualidad? ¡No lo creo!
Pero, lo que sin duda no es fruto del azar, es que gane una batalla industrial el que trabaja a largo plazo frente al que vive de su bonus trimestral.
En un sector industrial es difícil ajustar la oferta a la demanda cada mes, y eso hace que la falta de flexibilidad en la producción se compense con un exceso de flexibilidad en la venta
En este medio no somos sospechosos de poner en duda las ventajas del capitalismo y de la liberalización de la economía. Pero, en un sector industrial, donde una fábrica se tarda años en construir, donde cada fábrica son como mínimo 300.000 coches y por lo tanto, cada turno son 100.000, es difícil ajustar la oferta a la demanda cada mes y eso hace que la falta de flexibilidad en la producción se compense con un exceso de flexibilidad en la venta: ofertas, descuentos, automatriculaciones, exportaciones… El pan nuestro de cada día en la mayoría de las marcas.
Aún resuena en mis oídos esa afirmación “de cuñao” que me repetían hace bien poquito varios ejecutivos del sector que aludían, pese a toda su experiencia, a los escasos dos años que les había durado la alegría de que, por primera vez en cien años, hubiese más demanda que oferta, que los descuentos no volverían.
Ya hemos aprendido, decían ufanos: las marcas no van a volver a producir más que la demanda, pase lo que pase. Hemos visto que es más rentable producir menos y que haya menos oferta… Sabias palabras si hubiesen sido ciertas y no fruto del autoengaño.
Perdón que me repita como el ajo macerado con pimentón: esto es un sector industrial y las economías de escala te obligan a crecer y mantener ciertos tamaños.
Si vas a producciones pequeñas, tienes que atesorar una marca potente y cuidarla y encontrar ese nicho en el que la gente esté dispuesta a valorar lo que paga. Si no tienes eso, solo hay una solución a la ecuación de ingresos y gastos: volumen, volumen y más volumen.
Volviendo al origen de esta columna y por cerrar el círculo, es indudable que Tavares lo ha hecho muy mal, pero es solo un síntoma de cómo se han hecho las cosas por causa del cortoplacismo y de la avaricia, amén de una de las consecuencias de la enfermedad crónica de esta industria, que está perdiendo su peso cada día en la vieja Europa.
Los señores de los “huevos estrellandis” no son ni siquiera los que están peor, ya que hay alguna que otra marca histórica que tiene el futuro azul oscuro, casi negro, como Jaguar, aunque hayan decidido dar un salto al vacío rompiendo su imagen histórica de marca con unos colorines pastel que pretenden dar una imagen distinta… ¡Sin haber cambiado nada de la parte sustancial!: El producto, la red, el equipo, la fábrica…
Acabando con una nota de esperanza, es un buen momento para alabar a las marcas y a los directivos que sí que han trabajado a largo plazo, con visión, con coraje y cabeza fría, tanto en los malos momentos como en los artificialmente buenos.
Estas marcas y estos directivos siempre tendrán futuro.
Al final, el bueno de Charles Darwin tenía bastante razón con lo de que los adaptados al medio crecían y se multiplicaban y los otros… pues se multiplicaban por cero, que ya lo decía Bart Simpson.