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From the Inside Talks: Quique, el del 20

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Creía yo que andaba yo por los 10 u 11 años, más o menos, pero mirando San Google me espeta en la cara que tenía siete.

¡Joder, las horas que pasaba yo en la calle con esa edad!

Volver del colegio en la ruta verde, el más viejo de todos los buses del cole, con Eutiquiano Monedero, el conductor de autobús con más mala leche que he conocido jamás (tampoco he conocido tantos), y bajarse con el bocata de salchichón al jardín de casa a jugar al fútbol, era todo uno.

No recuerdo haber hecho deberes jamás. Solo jugar al fútbol. No era un campo, era una pared de piedra, soporte de las escaleras y una piedra gorda a tres metros del muro. Ya teníamos portería. No necesitábamos más.

From the Inside Talks: Quique, el del 20

 

¿Que había unas piedras en medio y un banco de granito en medio del área? Pues si no sabes esquivarlas, pierdes. Todos los que me ganaban en el patio del cole, perdían cuando en los cumples venían a casa. No sabían jugar al escondite de la bola detrás del banco.

Todos los que me ganaban en el patio del cole, perdían cuando en los cumples venían a casa. No sabían jugar al escondite de la bola detrás del banco

Subir a casa sudando empapado hasta en invierno y “desidratao” tirarte encima del fregadero y beber a morro suelto, sin respirar, a borbotones, del grifo de la cocina. Después, ni ducha ni nada. ¿Pijama? ¿Estás de coña? Irse a la cama era quitarse las botas, llenar el suelo de arena y dormir en calzoncillos, que con la calefacción central y con la sudada que llevabas, se te rizaban hasta las pestañas. La ducha, por la mañana, para despertarse.

Pero esa noche, no. Esa noche, después de la cena y justo antes de la peli de dos rombos que indicaba que te ibas a la cama sí o sí, aunque mirases de reojo desde el pasillo, pensando que tus padres no se enteraban (la sombra del pasillo te delataba más que Nacho, el chivato de clase).

Esa noche pasó algo mágico y no hubo cama. Vamos, la hubo, pero después de un paseo por las nubes. Qué bajitas estaban para mi mente de niño. Qué impresionable es la inexperiencia.

Aparece mi hermano y dice: que el enano no se acueste, que están rodando una peli en el portal de abajo. Breve debate sobre la conveniencia o no y yo ya estaba con el abrigo puesto en la puerta para bajar. Podían haber dicho peli, caramelos, fuegos artificiales o gata con gatitos. O nada divertido: descargar coche o limpiar trastero. Me daba lo mismo.

El mero hecho de bajar a la calle después de la hora prohibida ya era fiesta. En este caso no. Era fiesta de verdad. Era magia. La calle de debajo de mi calle, llena de gente como lo ha había visto ni cuando nos juntábamos todos los portales para jugar a polis y cacos por todo el barrio. Gente moviendo cosas, unos focos como ruedas de bicicletas, mucho trajín, cuando trajinar no era nada más que mover cosas. Flipante.

From the Inside Talks: Quique, el del 20

 

De repente uno dice no sé qué y todo el mundo en silencio. TODO EL MUNDO. No había conseguido eso el profe de religión en su vida, por muy serio que se pusiese. No me ha dejado tan impresionado un silencio como ese hasta la primera vez que fui a ver un partido “serio” de tenis. Todos hablando y todos callados a la orden. De repente. Silencio ensordecedor.

Aparecen dos tíos con pinta chunga. A esa edad no es que me hubiese cruzado de acera. Habría salido corriendo a las faldas de mi madre

Aparecen dos tíos con pinta chunga. A esa edad no es que me hubiese cruzado de acera. Habría salido corriendo a las faldas de mi madre. No se oía nada y repitieron la misma escena (eso de escena lo aprendí después) varias veces. Mi hermano se aburrió y nos subimos. Yo no. Me hubiese quedado toda la noche.

 

El actor José Luis Manzano, ya fallecido.
El actor José Luis Manzano, ya fallecido.

 

Desde ese día, la calle de debajo de mi calle, siempre fue la de la peli. El portal 20 siempre fue el de la peli. ¿De los actores? Uno ni idea. Ni hoy. Nunca me ha picado la curiosidad ni el nombre ni qué fue de él. El otro… ¡Joder! (jolines en esa época), se me quedó grabado. No recuerdo ni cuándo le volví a ver después de eso, pero ya fue para mí, para siempre, el de “la peli que vi grabar”. No olvidé su cara jamás. Ni sus ojos. Ni ese porte desgarbado (palabra que aprendí mucho tiempo después, para meterme con un exnovio de una novieta que rondé)

Vi la peli entera mucho después (era de las de dos rombos). Me quedé con los coches, las chicas malas. Con ese gustirrinín de la escena carente de interés, salvo porque yo estuve ahí.

De todos los grandes papeles que le vi después, me quedo con el último que recuerdo de él. Alfa y Omega. Ese toque maravilloso que le dio a la muerte en un anuncio de choped.

 

Luego, panegíricos, en su muerte, leer algo en los periódicos sobre su vida, desconocida totalmente para mí. Inculturas que tiene uno. Y de repente, leer un artículo con vídeos incrustados y con el vídeo en pause, reconocer la escena. Escalofrío: Quique el del portal 20. Mira que tiene escenas una película, pero no: El pause era LA escena.

De repente, leer un artículo con vídeos incrustados y con el vídeo en pause, reconocer la escena. Escalofrío: Quique el del portal 20

PS (y no PD): ¿y esto qué coño tiene de flotas o de coches?, pues nada. Podría engañar con que me fliparon las persecuciones de la peli en cuestión (Navajeros, Eloy de la Iglesia, 1980), pero ha sido solo nostalgia y que como Dominguín con Ava Gardner: Lo tenía que contar.

 

Ya puestos a contar. Al buscar el vídeo en Youtube, el siguiente que te pone de forma automática, también de la misma peli. Es con la música de “The Smiths”, This charming man. Aunque la canción es del 1984 y la película de 1980.

Será que Quique era tan “charmin” (eso dicen los que le conocieron) que obraba milagros.

 

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