Los amigos daneses de Brujas nos llevaron a su país que no está en el euro, ni sigue políticas medioambientales de la UE, porque consideran las de ellos más avanzadas. Un ejemplo de que se puede participar en el proyecto europeo, siguiendo su propia vía. ¡Qué pena que los ingleses se vayan! ¡Gran Bretaña es también un reflejo de “Europa a la carta”! En Dinamarca experimentamos igualmente las dos velocidades que han emprendido los 27: los que quieren ir más rápido y los que prefieren ir a su aire.
¿Saben que en el país de los vikingos hay más bicicletas que habitantes?
Los cinco millones setecientos mil daneses son modelo hygge, la palabra de su idioma que define el sentirse a gusto con su bienestar activo. Imagínense más del doble de ruedas. Al manillar, personas de todas las edades: sencillas, amables y orgullosas de pertenecer a uno de los Estados más avanzados en innovación, diseño y coberturas sociales. Su PIB per cápita de 48.400€ y su población, con más del 11% de inmigrantes, no ha dejado de crecer desde 1951.
Pero si, a pesar de las facilidades para bicis, añoran un buen coche, pueden trasladarse de Copenhague a la ciudad sueca de Malmö atravesando uno de los puentes más espectaculares del siglo XXI: el de Öresund. En el estrecho de Drodgen, una autopista y un túnel submarino para el tren, que unen los casi ocho kilómetros de costa a costa.
Desde la isla de Amager, hoy unida a la capital, se observan el puente atirantado y los molinos de viento offshore. Al anochecer, con sus luces intermitentes, presenciamos un bello paisaje del Mar Báltico, en el país que vive una constante reconversión verde.
Otra excursión de menos de un día: Roskilde, antigua capital de Dinamarca, cuna de la cultura vikinga. Hace mil años, sus guerreros y navegantes dejaron huella en muchas partes de Europa y del mundo. En su fiordo, visitamos el Museo de los Barcos Vikingos, reconstruidos con piezas rescatadas del fondo marino. Los daneses están muy orgullosos asimismo de su arquitectura y muebles funcionales. No hay decoración actual que no incluya el mítico sillón Huevo de Arne Jacobsen, nacido en Copenhague en 1902, cuya impronta se aprecia en destacados edificios.
Pero mi auténtica visita mitómana fue a Borgen, a los escenarios reales de una de las series con más seguidores de culto. Y la más citada por contraste con las dificultades españolas para formar un gobierno de coalición. En la tierra de Hamlet se puede alcanzar un acuerdo en menos de 10 días. Las dudas del Príncipe de Dinamarca, que Shakespeare situó en el castillo de Elsinor, se resuelven en el siglo XXI paseando por las caballerizas o subiendo a la torre de Christianborg, Borgen, nombre coloquial para designar la sede de los tres poderes del Estado.
Pero además de conocer donde la primera ministra en la ficción, Birgitte Nyborg, líder de un partido minoritario, tuvo que hacer equilibrios con sus gobiernos pluripartitos, se pueden visitar en el mismo recinto las dependencias para recepciones y actos oficiales del imponente Palacio Real. Buenas lecciones de consenso y democracia junto a salones barrocos y preciosas vajillas de porcelana danesa. Todo es posible en Borgenland.