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Northgate no se desprende de la influencia en su gestión de Crystal Ambers, su cuarto accionista

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Parece increíble asumir el poder que puede tener un inversor externo en las decisiones de una compañía. En su propio día a día. En su gestión. Los inversores activistas tienen ese poder. Bien lo saben los países anglosajones. Bien los saben en Estados Unidos empresas como la alquiladora Hertz. Y bien lo está observando en sus propias carnes, desde hace tres años, la empresa de renting flexible británica Northgate, el principal proveedor europeo de vehículos comerciales ligeros mediante alquileres con servicios y sin que exista penalización —ahí está la llave de su éxito— por causa de la finalización de contrato.

El fondo de inversión también británico Crystal Ambers, que gestiona el 6,3% del capital de Northgate, lleva varios años colocando en el centro de sus críticas la gestión de la empresa de renting. Es el cuarto inversor por importancia en la empresa y su influencia en ella, a tenor de los acontecimientos, es enorme.

El pasado 28 de marzo consiguió la renuncia a continuar en su puesto de nada menos que Andrew Page, el presidente de Northgate, después de lanzar 15 días antes un durísimo comunicado en el que mostraba, dato por dato, la que consideraban como una gestión calamitosa al frente de Northgate y, en consecuencia, muy mala para los intereses de los inversores de la alquiladora de vehículos.

Crystal Ambers gestiona unos 250 millones de euros en activos de terceros, a los que busca la máxima rentabilidad en el mercado. La firma asegura que, en los tres últimos años, ha devuelto a los inversores que han depositado su confianza en ellos un retorno promedio del 13,5% en forma de crecimiento.

Unas cifras que, consideran, no están pudiendo reportar en absoluto con su exposición en Northgate.

El fondo de inversión entró inicialmente en la firma de renting en 2012, pero salió de ella en 2015 con una generosa plusvalía. Retornó menos de un año después, en 2016, tras hacerse de una tacada con más del 3% del capital, y lo hizo enviando al equipo directivo de Northgate, a cuya cabeza se situaba entonces el directivo Bob Contreras, una misiva en la que pedía cambios drásticos en la gestión de la compañía para incrementar su beneficio.

Esa demanda incluía la venta parcial o completa de la empresa, por cierto. 

Fue el comienzo de la guerra total.

Los tambores de venta comenzaron no a sonar con fuerza, sino a retumbar en los mercados financieros. De hecho, en el mismo verano de 2016, la empresa de flotas también británica Redde, hizo una oferta para comprar los activos de Northgate que fue rechazada.

En diciembre de ese mismo año, las exigencias de Crystal Ambers obtuvieron una primera réplica positiva para sus  intereses. Bob Contreras tuvo que dejar Northgate. Ese momento marcó el punto álgido de Northgate en el mercado bursátil con un valor de acción que prácticamente duplicaba su valor objetivo real: se situó en el entorno de 600  libras, e incluso algunos analistas financieros, como Barclays, bendecían dicho precio por título.

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El punto de mira de Crystal Ambers sobre los que considera como pobres resultados de Northgate centró su diana en su presidente a finales del pasado marzo, como mencionábamos antes, con un alegato directo y demoledor.

“Durante la gestión de Andrew Page como presidente, y entre la primera mitad de 2016 y la primera de 2019, el beneficio operativo de Northgate ha caído un 29% y su retorno sobre el capital invertido ha descendido desde el 12% hasta el 6,7%. En lugar de aprovechar la ola de un mercado en crecimiento, el número de vehículos en alquiler de Northgate en Reino Unido e Irlanda es orgánicamente más bajo que en octubre de 2015 y desde el nombramiento de Page como presidente, el retorno para el accionista de Northgate se ha reducido en un 16%, mientras que el Numis Index [índice bursátil de empresas de capitalización media de Reino Unido] se ha revalorizado un 24%”, aseguraba el fondo.

No por dura, la alocución de Crystal Ambers es cotidiana, aunque se trate de un fondo activista. “Es la segunda vez desde que fundamos el fondo, hace 11 años, que enviamos una requisitoria estatutaria para solicitar una Junta Extraordinaria a una de nuestras empresas participadas para que cambie su Consejo de dirección”, afirmaba en marzo Richard Bernstein, consultor de Crystal Ambers. Esa petición pedía la dimisión inmediata de Andrew Page, quien además tuvo que asumir unos pocos meses antes el mal trago de que, en la Junta general de Accionistas de Northgate de septiembre, el 58% de los votos de sus accionistas fueran en contra de la política de remuneración para los miembros directivos aprobada para 2018. 

 

Northgate

 

Hay que decir que Crystal Ambers ha asegurado en todos sus comunicados públicos que ha mantenido muchos contactos con la dirección de Northgate con el fin de que cambiara un modelo de gestión de empresa que, a su juicio, es poco interesante para sus accionistas.

”El señor Page ha presidido la empresa bajo múltiples profit warnings y una cultura de comunicación inepta con los mercados. Heredó un negocio con una sólida cuota de mercado y su falta de estrategia la ha dejado languidecer”, aseguraba en marzo Bernstein.

 

Qué hay de nuevo, Smith

El 28 de marzo, Northgate lanzó un comunicado en el que anunciaba la renuncia a su puesto de Andrew Page.

Es decir, que asumía la tesis de Crystal Amber, que ha logrado “expulsar” a dos máximos responsables de una empresa en apenas tres años. De hecho, la jugada de Crystal Ambers no es solo esa, sino colocar en el Consejo de Dirección de Northgate como independiente a un viejo conocido de la casa, Steve Smith.

Smith sirvió como consejero delegado de la empresa durante 20 años y hasta 2009 y protagonizó la expansión y explosión de la compañía hacia lo que es hoy. Bajo su gestión, Northgate pasó de ser una pequeña empresa de alquiler de coches en Durham, en el norte de Inglaterra, con una flota de 2.500 coches a gestionar 110.000 vehículos en Reino Unido y España, el segundo principal mercado de Northgate por volumen de negocio y actividad y a cuyo frente se sitúa el directivo Fernando Cogollos, quien precisamente este año dejará su puesto como primer ejecutivo de Northgate en nuestro país.

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Se da la circunstancia, además, de que Steve Smith nunca se fue del todo de Northgate. Durante todo este tiempo se ha mantenido en silencio como accionista privado e independiente de la empresa.

El 29 de marzo pasado, un día después de aceptar la renuncia de Andrew Page y 15 días después de recibir la requisitoria para celebrar una Junta Extraordinaria, precisamente para tratar el despido de Page, Northgate anunció que comenzaba la búsqueda de un  nuevo presidente “con experiencia relevante en la industria, estará enfocado en ofrecer la mejor ‘performance’ a los accionistas de la empresa”.

El objetivo principal del nuevo presidente de Northgate será, más bien, concentrarse en levantar las cifras de una compañía que, en sí mismas, son positivas, pero insuficientes para sus accionistas principales, a la vista de los hechos.

De acuerdo con Crystal Ambers, el beneficio operativo de Northgate ha pasado de 97 millones de libras en octubre de 2015 a 86 millones un año después, 77 millones los 12 meses siguientes y otros 10 millones menos, hasta 67 millones de libras, en octubre del ejercicio pasado.

 

Northgate

 

Por cierto: Crystal Ambers jamás le perdonó a Andrew Page que afirmara, después de presentar los resultados económicos del grupo, que la evolución era “ligeramente deprimida”.

El 5 de marzo pasado, Northgate anunció sus resultados económicos correspondientes al tercer trimestre de su ejercicio fiscal actual de 2019. Su volumen de flota de vehículos en alquiler crecía a un ritmo del 12,5% y hasta 49.800 unidades en Reino Unido e Irlanda, y un 9,1% en España con un volumen de 44.700 vehículos, cada vez más cerca de superar las cifras de su matriz británica.

La empresa anunció que su margen de retorno por el alquiler de vehículos se situará al concluir el ejercicio fiscal entre el 7,5% y el 8% en Reino Unido e Irlanda y que experimentará una “expansión significativa” en España.

Aunque el ruido de fondo permanezca, el proceso de calentamiento financiero que ha sufrido Northgate en los últimos tres años parece haber remitido. Los requerimientos de Crystal Ambers han sido rudos y duros, pero no han hecho, ni de lejos, el mismo efecto en el mercado que hace tres años.

De ello podría deducirse que sólo hay una cosa clara. El valor de cada acción de la compañía ya no está cerca de aquellas magníficas y casi increíbles 600 libras, sino en el entorno de unas más o menos lógicas y estables 370 libras. Eso puede significar muchas cosas pero, sobre todo, menos valor y retorno en una hipotética operación de venta de títulos.

Y hablando e ello… ¿A quién le interesa que los títulos de Northgate suban como la espuma? 

Decidan ustedes.

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