Desde su inicio en las pistas hasta su actual estatus como prenda básica, el chándal ha ido pasando por múltiples manos: desde las de Franz Beckenbauer hasta las de Rosalía, incluyendo también las de Tony Soprano o Madonna. Hagamos un repaso de esa evolución.
Conceptos básicos: ¿qué es el chándal?
Etimológicamente, la palabra chándal viene de la palabra chandail, que se usaba para referirse en el siglo XIX a los vendedores de ajos parisinos (marchand d’ail) y la ropa que llevaban habitualmente. Pero vamos a aceptar la historia más o menos oficial que sitúa el origen de esta prenda en los años 60 del siglo pasado y nos iremos al concepto, ya más aceptado, de tracksuit.
El tracksuit es una prenda de dos piezas (pantalón y chaqueta, habitualmente con cremallera) que se utiliza para cubrirse la ropa que se utiliza durante la práctica deportiva. Es decir, lo que llevaríamos para tapar la camiseta de propaganda y los pantalones cortos crecederos para ir al gimnasio.
Decíamos anteriormente que su origen oficial se sitúa en los 60 gracias al uso de nuevas fibras como el nailon, que permitían crear prendas de gran ligereza. Así, su primer uso (y principal aún hoy día) en el deporte profesional es para el calentamiento, de ahí que también reciba el nombre de warmups. Pero esto es lo aburrido.
El primer chándal: Franz Beckenbauer
En 1967, Adidas decidió lanzar su primera colección de ropa. Y lo hizo con algo que hoy es un clásico: el chándal del káiser, el futbolista alemán Franz Beckenbauer. A partir de ahí, comienza la leyenda. Los 70 dan inicio a una tendencia que ha llegado hasta hoy: el deporte como método de mejorar la salud.
De hecho, gracias al Comité Olímpico de la Alemania Federal nos encontramos con una de las campañas que más ha perdurado en el tiempo: Trimm Dich durch Sport (algo así como “cuidarse haciendo deporte”) y que es una de las grandes iniciativas en pos de la salud en un momento en el que los episodios cardíacos se volvieron preocupantes.
Todas las grandes marcas con presencia en Alemania vistieron a Trimmy, la imagen de la campaña, con su ropa y zapatillas.
De ahí al salto a la vida normal, solo faltaban dos invitados.
La música: el primer invitado
El nacimiento de la música disco trajo consigo muchas cosas pero, entre ellas, la adopción del tracksuit como un elemento fundamental del vestuario. Y es que, aunque recordemos esas camisas abiertas hasta el final del esternón con el pico del cuello rozando el final del húmero… si uno quería bailar y sudar bailando, el chándal de terciopelo en granate, cyan o verde botella entre otros colores, le convertían a uno en el rey de la pista.
Con la evolución de la música disco y sus múltiples divisiones, el chándal empezó a jugar un papel fundamental en el armario de muchos artistas. Siguiendo con Adidas, Run DMC no solo cantaban a sus SuperStars, sino que en muchas retinas están en chándal. Los B-Boys, además de chicos malos, siempre hicieron de esta prenda una de sus señas por múltiples razones. La primera de ellas por esa relación con la música disco, pero también (y no menos importante) por una razón de estilo: si tienes pasta suficiente para vestirte como quieras, hazlo como quieras. Y los 80 y 90 significaron una explosión de color y nuevos materiales como el tactel que, con sus brillos, convertía a los raperos no sólo en auténticos semáforos visibles desde cualquier punto, sino también en algo digno de admirarse cuando bailaban en el suelo.
A partir de ahí, la música abraza el chándal de manera completa en los 90 y no es raro ver fotos de cualquier cantante de postín haciendo deporte:
Madonna se plantó el chándal en su paso a la música disco, algo lógico si tenemos en cuenta lo mucho que cuida su cuerpo. Pero no sería la única: famosas son las imágenes de Jonathan Davis cantando el Blind de Korn enfundado en su chándal de lentejuelas o las de Liam Gallagher en los ratos en los que no se peleaba con su hermano Noel.
Y así hasta hoy: desde la colección de Rihanna con Puma y su cargo de directora creativa en la línea de mujer hasta la antepenúltima colaboración de Rosalía con Pull&Bear, nos encontramos con el chándal como prenda estrella de toda una generación.
Cine: el segundo invitado
Y el cine. Ay… El cine. Dos tracksuits amarillos nos vienen a todos a la cabeza: el de Bruce Lee en El Juego de la Muerte, debidamente homenajeado en Kill Bill por Uma Thurman. Ese mismo chándal es el que llevaba el malogrado rey de las artes marciales en su película póstuma, convirtiéndose así en todo un icono de las artes marciales que, como es obvio, también se abrazó acá en España durante los 80.
Pero si hay una relación especial en el cine entre el chándal y un determinado tipo de personajes es completamente inesperada (o no).
¿Qué tienen en común los personajes más reconocibles de James Gandolfini o Ray Liotta? ¿Qué vestía Chris Penn en Reservoir Dogs? ¿O Vincent Cassel en El odio?
Efectivamente. El chándal.
La relación del chándal con los tipos duros y, más concretamente, los mafiosos es algo que viene de largo y no parece tener fin. Incluso en Los Soprano uno de sus asesores les comentó la forma correcta de llevarlo. Pero no solo lo hemos visto en la iconografía estadounidense o el cine de artes marciales de Hong Kong. En Europa no podemos entender una película de Ken Loach sin un personaje en chándal o una película como Hooligans con Charlie Hunnam y Elijah Wood sin, al menos, la parte superior.
De hecho, durante los años 80, esencialmente, se dio fenómeno del terracewear (hoy de vuelta), una moda que consistía en exportar la ropa que se llevaba habitualmente en las gradas de los estadios a la calle. Este fenómeno se ha visto luego en el cine: cualquier película de Ken Loach es un ejemplo de ello, y hoy ha vuelto para dar una vuelta de tuerca más a la moda… Y a unos precios que nada tienen que ver con los de entonces.
Y ahí viene la siguiente parada.
El lujo
Cuando tienes dinero, vistes como quieres. Y vestir como quieres significa que marcas tus propias reglas. Ese podría ser lo que llamamos el verdadero lujo. Muchas veces, ese lujo y sus marcas nos ofrecen vanguardia, pero en otros momentos rechaza ciertas tendencias.
Así fue durante muchos años: las grandes marcas luchaban por evitar verse asociadas con personas de difícil reputación.
En los 90 se pelearon tanto con los raperos que finalmente estos crearon sus propias marcas: Karl Kani fue una de ellas. Pero Sean Combs (también conocido como P. Diddy, Puff Daddy, Niddy, Faun John o Puffy) creó su propia marca que aún hoy perdura, Sean John, abriendo un camino que nos lleva hasta Kanye West y su línea Yeezy o la línea OVO de Drake.
Pero ahora, que los raperos son hombres de negocios respetables, es cuando nos encontramos que no hay prácticamente ni una sola marca premium que no tenga su propio chándal: Balenciaga se ha convertido en una máquina de hacer dinero entre los jóvenes con sus pantalones y tracktops, Louis Vuitton ha llegado a lanzar una colección entera con Supreme, una marca más que icónica en el mundo del streetwear y el skate que recientemente ha sido comprada por el grupo Carlyle por 500 millones de dólares y que quizá ya no es tan rompedora como lo fue hace un par de décadas.
Raro es el famoso que no tiene una sudadera de Gucci, y Armani tiene incluso una línea deportiva —bastante interesante, por cierto, EA7, llegando a vestir al mítico Pallacanestro Olimpia de Milán—; Kappa ha vuelto con fuerza y con Marcelo Burlon de la mano para venderse más caro que una camiseta firmada por Koeman… Chanel ha dado su nombre a zapatillas de Adidas con el omnipresente Pharrell Williams y Nike colabora asiduamente con Comme des Garçons… Cada vez más marcas de lujo se acercan al streetwear como fórmula para conseguir nuevos públicos que, en teoría, cada vez tienen un mayor poder adquisitivo.
Y el futuro
Pues realmente no hay futuro. Un tracksuit es una forma de vestir, quizá una forma de desafiar las convenciones más establecidas y un ataque al statu quo. Pero… ¿Qué es el statu quo más que una palabra?
Hay hueco para todo en un buen armario, pero también momentos vitales. Habrá ocasiones en el que un chándal tendrá un sentido, y otras en los que no. Pero su universalización no parece tener un sentido más allá de un desafío.
Y todos sabemos cómo acaban los desafíos: perdiendo el sentido.
De hecho, uno de los grandes fracasos desde el punto de vista de quien esto escribe es la pérdida del sentido de la exclusividad que ha de ir siempre asociada al lujo: si la ropa que llevas es igual a la que llevan todas las personas que te rodean… ¿De verdad tienes un estilo propio? ¿De verdad el lujo es vestir como si pareciera que acabas de levantarte y aún no te has dado una ducha? ¿Qué valor damos a las cosas cuando hay lanzamientos todas las semanas o reediciones cada cierto tiempo?
El tiempo dirá qué sucede y cuál será el destino final del chándal. Seguirá siendo esa ropa para ir al gimnasio por mucho tiempo. O el pijama de salir a la calle, como muchas veces decimos en casa. Pero con toda probabilidad, acabará generando rechazo.
Como todo lo que en algún momento ha tenido éxito.