lunes 11, diciembre, 2023

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Alas en los pies: La maravillosa historia de las zapatillas de baloncesto

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La cuestión estética sí que era trascendente. Pero lo más importante eran las formas. En la segunda mitad del Siglo XIX, una época gloriosa en el desarrollo del ser humano, la cuestión deportiva y, por supuesto, el baloncesto, era bastante secundaria.

Con alguna excepción, practicar deporte era cosa de gente de dudosa clase: no estaba bien visto, como tampoco la indumentaria que conllevaba practicarlo.

Al fin y al cabo, se sudaba. Una cosa poco cool.

Tampoco hace tanto tiempo que se inventó la primera zapatilla de deporte, el germen del primer calzado de baloncesto que conformó lo que hoy se ha convertido en un negocio que mueve decenas de miles de millones de euros al año.

En el origen de todo se encuentran las Plimsolls, unas zapatillas de caucho creadas en la década de 1830 en Inglaterra.

Su uso se circunscribía inicialmente a la playa, y no todas las capas sociales la aprobaban. Pero se utilizaban porque eran cómodas y el caucho generaba un acolchamiento extra que el cuero de las duras suelas de los zapatos no era capaz de ofrecer.

El problema de las Plimsolls es que el caucho del que estaban compuestas era maleable y poco duradero.

Eso lo solucionó Charles Goodyear en 1832, cuando inventó la suela de goma o de caucho vulcanizada, que aportaba a este material una durabilidad y estabilidad enormes tras un proceso de calentamiento con azufre a alta temperatura.

Aun así, el concepto de deporte y el zapato, y por supuesto mucho menos el concepto de la zapatilla de baloncesto, seguían sin estar unidos necesariamente.

Hay que tener en cuenta, eso sí, que los principales deportes que hoy conocemos todavía no se habían inventado o tenían poco predicamento y grado de popularización. Salvo el tenis, al que precisamente se jugaba con Plimsolls, cuyo nombre se acuñó en algún momento a partir de 1870.

El fútbol se inventó en 1863 y el basket, el centro de este reportaje, en 1891.

Esto es, en realidad tampoco había una gran necesidad de crear un tipo de zapato específico para practicar deporte; con otra gran excepción: el deporte por antonomasia y más antiguo del mundo, el atletismo, cuya primera Federación Internacional fue bautizada en 1866.

Justo en esa fecha es cuando nace la primera zapatilla pensada para correr, ideada por Thomas Dutton & Thorowgood. Se trata, exactamente, del origen de lo que hoy consideraríamos como una zapatilla técnica de deporte.

También se puede observar, eso sí, cómo no es una zapatilla, sino un zapato modificado, lo que demuestra de qué manera el tipo de calzado Plimsoll no era precisamente concebido por todas las capas de la sociedad como el idóneo. Ni para practicar deporte ni para nada. 

A pesar de ello, y poco a poco, las Plimsolls se empezaban a ver en las pistas de tenis, combinadas con zapatos clásicos blanco o bicolores.

Para el tenis, además, había algunos tipos de modelos que se habían ido introduciendo a partir de 1940, sobre todo en Inglaterra. Combinaban cuero, lona y caucho.

Una curiosidad es que los pares no distinguían entre pie izquierdo y derecho, algo impensable en nuestros días. La popularización del caucho vulcanizado que propició la invención de Goodyear, de quien se dice que vendió la patente a la firma de neumáticos de ese nombre, llevó a una especie de éxtasis comercial de este material y de las compañías que se dedicaba a su producción a mediados de 1880.

Las empresas de zapatos anunciaban sus líneas de negocio con inclusiones de modelos normales con suela de goma, y bendecían sus bondades y comodidad para una utilización alejada, eso sí, del riguroso protocolo.

La hora del ‘basket’ o baloncesto

Zapatillas de baloncesto

 

 

 

 

 

 

 

 

Y aquí se juntan todos los planetas. En 1891, un profesor con nacionalidad canadiense y estadounidense de educación física, James Naismith, se sacó de la manga el baloncesto. Desarrolló las primeras normas de este deporte con 30 años y fue entrenador del equipo de Kansas.

Un año más tarde, en 1892, la firma Colchesters Rubber diseñó un modelo de zapato de deporte fabricado en lona, cuero y con suela de caucho.

Tenía forma de bota, un dato muy significativo y que puede que no tuviera nada que ver con la protección del pie. Estaba claramente inspirada en las botas para tenis que se vendían en aquel momento, denominadas Tenis Bals. 

George Watkinson, el dueño de Colchesters, pensó que podría crear un calzado nuevo para este nuevo deporte modificando levemente la estructura de los botines de tenis y reforzando la puntera con un toque extra de caucho.

Además, colocó un emblema redondo en el lateral del tobillo, teóricamente como elemento protector.

Toda esta historia tiene un gran ‘pero’, eso sí

Desgraciadamente para Colchesters y sus actuales propietarios, y por mucho que traten de atribuirse la invención de la zapatilla de baloncesto original, no existe ningún documento que sostenga que fueron ellos quienes crearon la zapatilla de basket.

De lo que sí existe constancia es de que George Watkinson vendió Colchesters a U.S. Rubber, digamos que la multinacional del caucho del momento. Como si Inditex, la dueña de Zara, se pusiera a comprar todos los pequeños negocios textiles que tuviera a su alcance.

U.S. Rubber se dedicó a adquirir por buenas sumas de dinero todas las empresas que se dedicaran al material en cuestión, con el fin de crear una especie de monopolio.

El caso es que en el mismo 1892, y de eso sí que se tiene constancia fehaciente, U.S. Rubber lanzó al mercado las primeras zapatillas de baloncesto.

Las denominó Keds y eran básicamente, unas botas de lona con suela de goma, tal y como hoy conocemos botas tan populares como las españolas Panama Jack o las norteamericanas Timberland

Durante muchos años, dichas botas de lona y caucho se utilizaron para jugar al baloncesto en combinación con los clásicos zapatos de cuero o con zapatos de cuero y suela de caucho; y con las Plimsolls en sus diferentes interpretaciones —grandes precursoras, por cierto, de nuestras Victoria—.

Cualquier fotografía de la época permite ver la variedad que se observa en el calzado utilizado para el deporte de la canasta, practicado bajo techo y como alternativa a los deportes al aire libre cuando el tiempo exterior no era tan benévolo.

Mr. Marquis y los gloriosos 70 para las zapatillas de baloncesto

 

Zapatillas de baloncesto

 

 

 

 

 

 

 

 

La revolución total del calzado de baloncesto no llegó hasta 1917, con la introducción de un modelo mítico y conocido por casi cualquier persona del planeta: lo creó un tal Converse: Marquis Converse.

Converse, quien había trabajado con el dueño de Colchesters e igualmente en la U.S. Rubber, se había empapado de todos los procesos de producción y diseño del calzado de caucho y estaba dispuesto a crear su propio imperio.

En 1917 creó Converse Rubber Company y lanzó al mercado el modelo más icónico de la historia del baloncesto, la bota de lona con el logo circular adosado al tobillo: se llamó Converse All-Stars. ¿Les suena, verdad?

Hoy son también muy conocidas como Chuck Taylor All-Stars, debido a que ese señor, Chuck Taylor, era un jugador de baloncesto muy famoso que jugaba en Indiana.

Utilizaba las All-Stars y ambos nombres se asociaron rápidamente y quedaron sellados para la historia.

Tan sellados que la Chuck Taylor All-Stars es, de calle, la zapatilla de basket más vendida en la historia.

En las siguientes décadas y hasta finales de la década de 1960, el tipo de modelo All-Star aceptó decenas de variaciones según decenas de marcas nuevas, aunque el tipo de zapatilla continuó siendo el mismo.

Es más, hasta finales de los 60 únicamente existía ese modelo de zapatilla para jugar al baloncesto.

En negro o blanco. Sin más colores. Sólo hubo un modelo que hizo sombra a las All-Stars, pero también era propiedad de Converse: las Gripper de finales de los años 40 (ver ilustración más abajo).

Las Gripper fueron muy populares debido a la elevada talla de su suela y a que, dentro de que eran parecidas a las All-Stars, mostraban pequeños cambios estéticos que las hacían diferentes y, por tanto, apetecibles.

Los años Setenta marcaron los años más gloriosos en la historia de las zapatillas de baloncesto.

Firmas como Adidas, Puma, Pro Keds (muy conocidas en Estados Unidos), Pony y Nike desarrollaron modelos en los que la lona quedaba al margen para dejar paso al cuero, que combinado con nuevos colores aportaban un final poderosamente efectista a los modelos que se vendían en el mercado.

Se acababa de inaugurar una nueva era para el marketing del calzado deportivo que hoy continúa en todo su esplendor.

Puma con sus Clyde, Adidas con la Superstar o Nike con la Blazer… todos ellos modelos que han sido reeditados posteriormente y que hoy se ven por cualquier calle del mundo convenientemente remozadas.

Los años 80 llegaron pletóricos de rap e innovaciones tecnológicas para las zapatillas de baloncesto. Nike desarrolló en 1982 su primera bota de baloncesto con una cápsula de aire incorporada en la media suela, las Air Force 1, y poco tiempo después la zapatilla más icónica de la historia, las Air Jordan que popularizó el gran jugador de baloncesto.

Firmas como Reebok, que hoy pertenece a Adidas —Converse a Nike—, crearon innovaciones como The Pump (1989), un sistema que insuflaba aire en la lengüeta y los laterales de la bota de basket presionando un botón de la lengüeta.

Desde entonces y hasta ahora, puede decirse que las zapatillas de baloncesto han variado mucho, pero han innovado poco. Colores, diseño y materiales flexibles y ligeros marcan la pauta en la confección del que puede que sea el tipo de calzado deportivo más interesante y atractivo de todos los tiempos.

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