Sugiero que alguien presione el botón del pause. Esta película ya la he visto. Se llama Confinamiento, ¿verdad? Sí, la he visto seguro.
No me gustó la primera vez que la echaron, dudo que me gusta en un segundo visionado. Así que no estaría de más que alguien devolviese este film al videoclub, pero sin rebobinar, no vaya a ser que volvamos a la casilla de salida y por aquí sí que no paso, o pasamos.
Este guión no deja de resultar curioso, pocas veces vivimos una época en la que todas las líneas temporales (pasado, presente y futuro) son preocupantes e inciertas. De ahí, tal vez, que hayamos tenido que reinventarnos en muchos casos, moldearnos en el torno de la realidad, o como diría el maestro Sabina: “a probarnos otras pieles”.
Ya he escrito sobre cómo la gastronomía nos ha acompañado durante el aislamiento y de cómo se convirtió en el primer destino post-estado de alarma. Eso no quita que el navajazo de la pandemia al sector haya sido profundo —tristemente letal en algunos casos— y haya desangrado a muchos negocios, que ya no saben ni cómo hacerse un torniquete.
ANDREW ANGELOV
Eso sí, seguimos con hambre. La cabeza nos dice “no salgas, sé prudente”, pero el estómago ruge: “¿Qué hay de lo mío?”.
Los negocios de hostelería —sin excepción— han tenido que parar, pensar, recapacitar, echar números y afrontar un cambio que a principios de año era ciencia ficción.
Es entonces cuando los dioses del Olimpo gastronómico, las cook-stars, han guardado las estrellas Michelin en el cajón de los calcetines para crear un nuevo concepto de empresa, que encaje con un mundo caótico y con una máxima meridiana: “si el cliente no viene a mi mesa, yo iré a la suya”.
Motos de reparto de restaurantes multipremiados. Ver para creer. O mejor dicho, ver para comer.
Ahí es donde uno ve la envergadura de todo esto y el compromiso de los diferentes chefs para mantener el bote en el agua, creando “flotas de gente” (Fleets of people, no digo más) y usando la marea en su favor, y en el de sus cocinas. Pero no es sólo “repartir”, es hacer cercano un bocado gourmet, es llevar la alta cocina a tu mesa con un hule de plástico o manteles del Ikea.
NEW AFRICA
Chaquetillas llenas de medallas como las de Paco Roncero, Ramón Freixá, Dabid Muñoz (siempre en la cresta de la actualidad, permítanme el símil peluquero-culinario), Abraham García (Viridiana), Roberto Ruiz (MX), Luke Jang (Luke) o Ricardo Sanz (Kabuki) se atreven con el delivery para salir a alimentar al personal cuando la vida te mete en casa.
O marcas tan emblemáticas como Horcher o Lhardy pueden formar parte de tu menú semanal o tu capricho de sábado con sólo levantar el teléfono. Lo dicho, un libro de cocina pero escrito por Asimov.
Todo un “reparto de lujo”. Tanto por el propio concepto de “comida a domicilio” como por el cartel estelar de esta película llamada, me aventuro: Segundas oportunidades. Ésta sí que podría gustar al público, que al fin y al cabo es quien decide si algo es bueno o malo.