Hace un siglo, los motores de un Bentley 3 Litros rompieron el silencio de Le Mans, marcando el nacimiento del legado automovilístico británico que actualmente conocemos y de la histórica carrera de las 24 Horas de Le Mans. En el momento en el que la carrera de resistencia más famosa del mundo celebra su centenario, el primer Bentley que compitió en Le Mans ha regresado a las manos de un comprador británico, por un precio muy sustancial: más de 3 millones de libras, el equivalente a unos 3,3 millones de euros.
La venta de esta joya automovilística, conocida como Chasis 141, ha sido abanderada y desarrollada por la compañía Kidston SA, una empresa fundada por Simon Kidston, sobrino de Glen Kidston, que consiguió la victoria en las 24 Horas de Le Mans de 1930 a los mandos de un Bentley.

El Chasis 141 personifica la esencia de la famosa tradición de los «Bentley Boys». Figuras legendarias, entre las que se encontraban Kidston, Clement, Duff, Sir Tim Birkin, el Dr. Dudley Benjafield y Woolf Barnato, antiguo presidente de Bentley, fueron famosas por su indómito estilo de vida en las carreras.
“Al público le gustaba imaginarlos viviendo en pisos de Mayfair, bebiendo champán en clubes nocturnos, jugando a los caballos y a la Bolsa, y batiéndose en los hipódromos los fines de semana», aseguraba sobre los pilotos el fundador de Bentley, fundador de la empresa».

El chasis 141 de Bentley fue conducido inicialmente por John Duff, que lo pilotó en la carrera del doble récord de las 12 Horas en Brooklands. A pesar de que en la época estaban prohibidas las carreras de 24 horas para garantizar el sueño de la población local, Duff recorrió 3.350 millas a una velocidad media de 140 kilómetros por hora y estableció 38 récords internacionales.
Tras este triunfo, Duff convenció a W.O. Bentley para que preparara el bólido para una nueva carrera de resistencia que se celebraría en Francia, en un lugar llamado Le Mans.

Bentley consideraba la idea un tanto peregrina, pero accedió y asignó a su piloto de pruebas de fábrica, Frank Clement como copiloto de Duff. Tras 24 horas en la pista, durante las cuales establecieron un récord de vuelta de 107,3 kilómetros por hora con un coche que sólo llevaba frenos traseros, terminaron en cuarta posición a pesar de quedarse sin gasolina debido a los pinchazos en los depósitos que causaron las piedras de la pista.
Bentley y sus “Bentley Boys” volvieron a Le Mans al año siguiente… y ganaron.

De 1927 a 1930, Bentley dominó las 24 Horas de Le Mans, consiguiendo cuatro victorias consecutivas. Estos triunfos fueron posibles gracias al Chasis 141, que convenció a W.O. Bentley de que sus coches no sólo eran capaces de aguantar una carrera de 24 horas, sino también de ganarla.
El propio W.O. Bentley reconoció que debía mucho a John Duff y al Chasis 141. Tras las carreras de Le Mans de 1923 y 1924, Bentley consiguió vender 700 vehículos en dos años, una cifra impensable en la época. Hay que tener en cuenta que Bentley había producido su primer coche en 1921.

Con el tiempo, el Chasis 141 pasó a tener una existencia más ordinaria. Fue reutilizado como vehículo de remolque antes de que un funerario local transformara su carrocería trasera en un “shooting brake”. A finales de la década de 1940, el coche sirvió a su propietaria para transportar a sus perros San Bernardo a exposiciones.

Con el tiempo, el Chasis 141 cayó en el olvido hasta principios de los años 80, cuando Tom Wheatcroft, propietario del Museo del Automóvil de Donington, recibió la llamada de una anciana de 97 años que le ofrecía dos coches antiguos de su granero: un Bentley y un Voisin.

Wheatcroft, que no tenía ni idea de la importancia del Bentley, compró ambos vehículos. El Bentley languideció como proyecto de restauración hasta que un periodista del motor lo reconoció como el primer Bentley que compitió en Le Mans.

Finalmente, se llegó a un acuerdo con el coleccionista australiano Peter Briggs, que había cedido su Brabham de Fórmula 1 al Museo de Donington. El Brabham permaneció en Donington, mientras que el Bentley se marchó a Australia para restaurarlo y acabó convirtiéndose en la pieza central del York Motor Museum de Briggs, cerca de Perth.