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Los grandes narices… Y los grandes perfumistas del mundo

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El olfato es el sentido más primitivo de todos, el más desarrollado y, también, el más complejo. Nos ayuda a relacionarnos adecuadamente con el entorno, haciendo que nos alejemos de los malos (y potencialmente peligrosos olores) e incitándonos a la cercanía de aquellos que nos resultan placenteros.

 

Además, gracias a su conexión directa con el sistema límbico, el olfato tiene la capacidad de teletransportarnos en el tiempo y el espacio de manera instantánea, ya que la amígdala relaciona el aroma percibido con una emoción, mientras que el hipocampo lo asocia a un recuerdo. Una sensación mágica.

 

Por eso la novelista francesa Amantine Aurore Lucile Dupin de Dudevant (más conocida bajo el pseudónimo de George Sand), decía que “El recuerdo es el perfume del alma”.

 

Aunque, por lo general, este es un sentido al que no hacemos mucho caso conscientemente, el lenguaje da buena cuenta de la importancia que tiene en nuestra vida. Así, cuando algo no nos convence decimos que apesta, cuando nos gusta nos huele bien, las corazonadas nos dan en la nariz, los despistados no se lo huelen, los triunfadores tienen olfato y es la esencia de una persona aquello que la define. El verbo francés “sentir” significa oler y, también, percibir sensaciones emocionales o físicas y el dicho inglés follow your nose equivale a “confía en tu intuición”.

 

Y así podríamos seguir hasta el infinito… Y más allá.

 

 

 

Sobre los “narices”

 

No todo el mundo pasa por la vida ajeno a cómo los olores influyen en nuestros pensamientos, emociones y conductas. Los perfumistas, cariñosamente llamados “narices”, son profesionales formados en profundidad en el mundo de los aromas, capaces de evocar conceptos abstractos, estados de ánimo y recuerdos, con una determinada composición olfativa.

 

Este grupo de discretos artistas se encarga de poner olor a muchas de las cosas que usamos a diario como champús, maquillajes, alimentos, detergentes o, interiores de automóviles.

 

Por supuesto, también se ocupan de crear las fragancias con las que nos perfumamos a nosotros mismos, ya sean estas agua de colonia o el más delicado perfume del planeta.

 

 

olfato. ILUSTRACIÓN: Morphart Creation

 

 

Tal y como afirma Glen O. Brechbill en su libro The Perfumer´s. An index to the aromatic artist (2010): “Los perfumistas son los hombres y mujeres más talentosos, conectados y bien situados del mundo. El arte de las fragancias es una sociedad cerrada. Muy pocos artistas autodidactas han sido invitados a pertenecer a este selecto club”.

 

Y en esta misma línea se ubica el nariz Daniel Josier, quien señala a Fleet People que “en el mundo hay más astronautas que perfumistas”. ¿Y eso por qué? En primer lugar, porque no se trata de una vocación frecuente: para querer ser nariz hay que tener ciertas dotes innatas que hacen a quien las posee disfrutar del sentido del olfato de un modo superlativo.

 

“Desde pequeño me ha encantado olisquear todo lo que había a mi alcance”, confiesa Josier. Esta escasez del gremio también viene marcada por la exclusividad de la profesión, que la envuelve en cierto secretismo.

 

Aunque hoy existen diferentes escuelas donde formarse como narices, la gran mayoría de las personas no conoce ninguna. La más prestigiosa en Europa es ISIPCA (Institut supérieur international du parfum, de la cosmétique et de l’aromatique alimentaire), en Versalles (Francia), que se fundó en 1970. Convertirse en perfumista no es tampoco tarea sencilla.

 

Para empezar, estas escuelas sólo abren las puertas a licenciados en carreras de Ciencias, como Química o Biología, que siguen después una estricta formación que incluye difíciles prácticas y exámenes.

 

Josier supo de la existencia de la profesión de perfumista porque su padre trabajaba en cosmética, y acudió al ISIPCA tras graduarse.

 

“Era complicado pasar la primera fase de selección y que había que pasar un examen a los tres meses y, si no aprobabas, te echaban de la carrera. La formación duraba dos años y, al menos en ese momento, casi todos los que acabamos salíamos con trabajo en la industria”.

 

Pero ningún nariz que se precie da por concluida su formación jamás: los perfumistas “de raza” se están formando constantemente. “En esta profesión aprendes cosas nuevas cada día, vas descubriendo materias primas nuevas, notas olfativas diferentes…”, afirma el entrevistado.

 

En cuanto a la inspiración “perfumística”, como la de todos los artistas: muy variada. “Mis perfumes están basados en experiencias personales (viajes, momentos, personas…). Yo no cuento una historia a través de la escritura o de la música, lo hago a través de las notas olfativas. Las composiciones que elaboro pretenden contar mis historias personales y, a la vez, buscan que el usuario genere con ellas su propio recuerdo olfativo, su historia, que le evoquen situaciones de su vida”, anota Josier.

 

 

El mercado de lo volátil

 

En 1828, Pierre-François-Pascal Guerlain abre su primer establecimiento en la Rue de Rivoli 42 (París). El lugar estuvo pronto frecuentado por la alta sociedad parisina y fue “de nariz en nariz” hasta llegar a perfumar las nobles pieles de la emperatriz Eugenia de Montijo, la reina Victoria del Reino Unido, Isabel II de España y la emperatriz Sissi de Austria. En los albores del XX, el empresario perfumista y político francés, François Coty, padre de la perfumería moderna, funda la Cité des Parfums, dando el pistoletazo de salida a una creciente industria al convertir al perfume en un artículo de lujo que se comercializa en el mundo entero.

 

Es durante la primera mitad del siglo pasado cuando la perfumería encuentra su pareja ideal en la alta costura y los nombres Chanel, Christian Dior, Lanvin, Poiret, Worth, Nina Ricci o Patou “visten” las pieles con las más lujosas fragancias.

 

A partir de los años 60 este mercado tan exclusivo empieza a democratizarse y aparecen marcas menos asociadas al lujo, pero con una fuerte personalidad.

 

Herencia. La pasión por los aromas y el perfume son tan antiguos como la Humanidad. En la imagen, un tocador de esencias, en 1897. // ILUSTRACIÓN: HEIN NOUWENS
Herencia. La pasión por los aromas y el perfume son tan antiguos como la Humanidad. En la imagen, un tocador de esencias, en 1897. // ILUSTRACIÓN: HEIN NOUWENS

 

 

En la primera década de este siglo, el mercado de las fragancias mueve alrededor de 30.000 millones de dólares. Es un momento dorado para la industria, pero no para el perfume: cada año se lanzan al mercado unos 2.000 productos, un volumen de novedades insostenible, apoyado más en el marketing que en el arte olfativo.

 

Las nuevas legislaciones, que prohibían materias primas que se habían usado hasta entonces y la globalización, que despersonalizaba las esencias y hacía que todos los perfumes de las grandes marcas se pareciesen, precipitan esta situación. “La demanda de productos era muy similar (todo olía a lo mismo), y por eso los perfumistas salimos del laboratorio, nos revelamos para crear cosas diferentes de forma más artística, con materias primas nuevas y un poco fuera de los canales comerciales”, afirma Josier.

 

 

Reconocer a un perfumista igual que a un chef

 

Estas circunstancias descritas han hecho que la perfumería de autor o perfumería nicho cobre cada vez más fuerza. Los perfumistas empiezan a salir del anonimato y se empiezan a oír (y a oler) nombres nuevos como Roja Parfums, Byredo, Amouage, IUNX, Cire Trudon, Carthusia, etc. “Con los perfumistas está ocurriendo lo mismo que pasó hace unas décadas con los chefs”, apunta Josier. “Antes se conocían los buenos restaurantes, pero no se sabía quién estaba en la cocina. Hoy muchas veces ocurre lo contrario. Hace unos años nadie sabía quién había detrás de la composición de un perfume. Pero, cada vez aparecen más firmas con nombres propios. La tendencia del mercado es que los perfumistas sean más reconocidos”.

 

Los narices que están detrás de estas fabulosas creaciones trabajan con materias primas diferentes, de más calidad y coste, lo que les permite alcanzar una expresión artística de la perfumería que va mucho más allá de los cánones del marketing y del mercado establecidos hasta ahora. La tendencia es imparable.

 

Tanto, que hasta las grandes marcas han empezado a lanzar sus productos nicho: Carolina Herrera ha presentado Herrera Confidential y Armani, Armani Privé. Tal y como explica Josier a Fleet People, “en la actualidad el mundo del perfume tiene dos vertientes: una comercial, que es la más habitual y conocida, y otra artística con una tendencia en crecimiento enorme que empezó a desarrollarse hace unos diez años”.

 

La perfumería mira al mercado con optimismo. De acuerdo con un estudio de tendencias emergentes de la consultora Technavio, el mercado de perfumes de lujo habrá crecido en unos 4.280 millones de dólares en el mundo entre 2020 y 2025, con una la tasa de crecimiento anual del 6% y un alza interanual del 5,95%. Nada mal.

 

Este avance arrollador no sólo no ha sido frenado por la pandemia, sino que se ha visto reforzado en los últimos dos años.

 

 

Gurú. Daniel Josier es uno de los perfumistas locales que mejor han sabido transmitir el concepto de ‘intimidad’ a sus creaciones, pletóricas de una personalidad profunda y plena de matices. // FOTOGRAFÍA: CORTESÍA DANIEL JOSIER
Gurú. Daniel Josier es uno de los perfumistas locales que mejor han sabido transmitir el concepto de ‘intimidad’ a sus creaciones, pletóricas de una personalidad profunda y plena de matices. // FOTOGRAFÍA: CORTESÍA DANIEL JOSIER

 

“Cuando empezó el confinamiento, pensé que era el final. Todos estábamos en casa, en pijama… ¿Quién se iba a perfumar en esas circunstancias? Sin embargo, fue todo lo contrario. El ser humano se adapta a todo y todo lo normaliza y el uso del perfume es una parte de esa normalización. Es un elemento muy evocador, que genera muchos recuerdos. Por eso mucha gente se refugió en los perfumes para evadirse, para sentirse bien y confortable”, comenta el nariz consultado.

 

“Además”, añade, “muchas personas que han sufrido anosmia derivada de la Covid-19, han tratado de recuperar su olfato poniéndolo a prueba, esforzándose por oler, oler, y oler, para ir recuperándolo. Algunos han comprado más perfumes para ver cuál conseguían oler”.

 

Es evidente que la perfumería está viviendo un momento muy especial, una verdadera explosión de novedades realmente únicas.

 

Pasen y huelan.

 

 

¿A qué olían los sumerios?

Según el perfumista Daniel Josier, “el olfato es el lazo más fuerte que tenemos con el pasado, nuestro más estrecho compañero de viaje hacia el futuro. Prehistoria, historia y más allá son sus territorios… El perfume es la firma de la eternidad”.

La íntima relación del hombre con los aromas se remonta al inicio de los tiempos. En la Edad de Piedra se quemaban maderas aromáticas y resinas para honrar a las divinidades. En Mesopotamia y Egipto se crearon sustancias a base de flores y plantas que desprendían buen aroma, con propósitos medicinales y religiosos.

Los baños perfumados eran un remedio popular en Grecia y, en tiempos del Imperio Romano, se echaba perfume a prácticamente todo: la piel, los hogares, los animales y los espacios públicos, para lo que se utilizaba quemadores de aceite (profumo significa “a través del humo”, en latín).

El apogeo de las rutas comerciales durante el Imperio Bizantino favorece la expansión de los perfumes y los enriquece con nuevas materias primas. En 1370 un alquimista elaboró “Agua Húngara” como regalo a la reina Isabel I de Hungría, creando así el primer perfume a base de alcohol de la historia. Catalina de Médicis (1519 – 1589) puso de moda los guantes perfumados para la corte en el Renacimiento. Durante la “Belle Époque” aparecen los aldehídos en los perfumes y el sector se industrializa. Casas como Guerlain, Coty o Chanel cobran fuerza. Actualmente, el sector está viviendo toda una revolución en la que la perfumería molecular, la tecnología y la conciencia medioambiental, se alían para dar origen a la perfumería de nicho con infinitas notas nuevas.

 

 

 

https://fleetpeople.es/historia-zepelin-paseo-por-las-nubes/

 

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