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El verdadero (y urgente) reto de la industria textil mundial: sostenibilidad… O muerte

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Esther Alonso
Esther Alonso
Gran experta en el área de salud, sector periodístico en el que desarrolló buena parte de su trayectoria profesional, Esther Alonso lleva 15 años escribiendo sobre eyewear y estilo de vida, una pasión-profesión que le permite ofrecer a los lectores de Fleet People las últimas y mejores tendencias actuales en moda, restauración, viajes y cuidado personal. Un auténtico refugio de placer cotidiano para los amantes del genuino lifestyle. Además de Fleet People, ha colaborado con otros prestigiosos medios como El País, El Español y revistas especializadas como Psychologies o Lookvision.

Tenemos un grave problema mundial, y ese problema no es otro que la moda. Al menos, tal y como la entendemos hoy: como algo efímero y barato, que se consume en grandes cantidades sin preocuparse por las repercusiones que tiene en ámbitos sociales, económicos y ambientales. La hemos convertido en una auténtica arma de destrucción masiva. Esta forma de actuar nos puede costar el planeta. Sí, el mismo en el que vivimos.

Las cifras son demoledoras.

De acuerdo con los datos de la última Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo (después de la petrolífera): utiliza 93.000 millones de metros cúbicos de agua al año —lo mismo que necesitan cinco millones de personas—, tira al mar medio millón de toneladas de microfibra anuales —equivalen a tres millones de barriles de petróleo— y produce más emisiones de carbono que todos los vuelos y envíos marítimos internacionales juntos, contribuyendo gravemente al cambio climático y al calentamiento global.

Da miedo. Mucho. Pero la cosa no queda ahí: la fast-fashion también causa daños personales. Recuerden el derrumbamiento en 2013 de la fábrica textil Rana Plaza, en Bangladesh, que causó 1.134 muertes y más de 2.000 heridos entre los trabajadores, obligados a estar “de servicio” pese a las muchas advertencias de derrumbe.

Mikel Feijoo, creador de SkunkFunk, explica muy bien este proceso en el informe 2018 sobre sostenibilidad de la compañía: “Hay un cambio profundo en la forma de consumir y dentro de los actores involucrados en el proceso. Lo queremos todo, lo queremos ahora y sólo queremos pagar una pequeña parte de lo que realmente cuesta. La ropa ha perdido su valor como producto de lujo que solía ser. Hemos llegado a un punto en el que las cadenas retail y las corporaciones logísticas dominan la industria de la moda. La noción de la creación como algo valioso y la moda como arte de vestirse, ha perdido relevancia”.

El necesario cambio de paradigma pasa por adoptar un modelo de moda circular en el que materias recicladas sean la base para la creación de nuevas prendas, reduciendo así el uso de recursos naturales y el gasto energético.

En la actualidad, la industria textil fabrica sin control, incluso por encima del consumo. La producción de prendas de vestir se duplicó del año 2000 a 2014. Una locura.

 

Neutralidad. Skunkfunk, a cuya cabeza se sitúa Mikel Feijoo, ha conseguido ser completamente neutral en emisiones de carbono en todas las partidas del negocio que dependen de ellos. Ahora se han volcado en que sus proveedores logren el mismo objetivo. // FOTOGRAFÍA: SKUNKFUNK
Neutralidad. Skunkfunk, a cuya cabeza se sitúa Mikel Feijoo, ha conseguido ser completamente neutral en emisiones de carbono en todas las partidas del negocio que dependen de ellos. Ahora se han volcado en que sus proveedores logren el mismo objetivo. // FOTOGRAFÍA: SKUNKFUNK

 

Y la principal herramienta para “colocar” este stock sobredimensionado son las rebajas, cada vez más frecuentes y salvajes. Pero las bajadas de precios no son el único enemigo de la sostenibilidad. Algunas marcas, para liberar stock sin hacer descuentos, queman todas las prendas nuevas que les sobran. Esta práctica, puesta “de moda” por las empresas de lujo, se ha extendido a todo el sector textil.

Se prevé que en Francia se aprobará una ley a final de año que finiquite este procedimiento, que además de ignorar los incontables recursos usados en la fabricación de prendas, produce una grave contaminación ambiental. Francia es un país pionero en políticas medioambientales.

 

Moda: será sostenible… o no será

La solución a todo, más plausible que posible, es llevar a cabo un cambio radical en la industria en pos de una fabricación textil ética y sostenible. ¿Seremos capaces de lograrlo? Y, sobre todo: ¿seremos capaces de lograrlo a la velocidad que la gravedad del asunto requiere?

Por el momento, no lo parece: a pesar de que hay avances, la industria de la moda todavía está lejos de ser sostenible. Según el informe Pulse 2019, este sector ha mejorado su desempeño social y ambiental en el último año, pero a un ritmo más lento que el año anterior.

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Pese a que hay información de sobra para dar un cambio de rumbo, la aplastante mayoría de empresas textiles no está implementando soluciones sostenibles de una manera suficientemente ágil para contrarrestar los impactos ambientales y sociales negativos de un sector que crece de forma monstruosa. Si la cosa no mejora y la tendencia mantiene su trayectoria actual, la brecha entre la producción de la industria actual y la producción sostenible aumentará. Y no habrá marcha atrás.

 

Si no eres parte de la solución…

La rueda de la moda ha cogido inercia destruyendo todo a su paso, y parece imposible pararla. Para invertir el curso de los acontecimientos, es fundamental avanzar en sostenibilidad desde el ámbito público y privado (empresas y usuarios). En lo que se refiere a actuaciones públicas globales, la Organización de Naciones Unidas acordó en 2015 la implementación de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030 y, como no podía ser de otra manera, muchos de ellos afectan directamente al sector textil.

Sin embargo, estos buenos propósitos resultan insuficientes a ojos de Javier Goyeneche, presidente y fundador de la empresa española Ecoalf, compañía de moda sostenible referente a nivel mundial.

“Son objetivos muy a largo plazo, poco ambiciosos y con pocas probabilidades de cumplirse. Lo que se haga dentro de 10 años llegará tarde. Hay que actuar ya; las medidas de sostenibilidad que adoptemos en los próximos 3-4 años van a ser muy importantes de cara al desgaste del planeta”, relata a Fleet People.

En lo tocante a actuaciones públicas nacionales o locales, las perspectivas no son mucho mejores: “Sería muy necesario imponer una legislación que favoreciera la sostenibilidad cuanto antes, pero los políticos no parecen estar enterados del problema”, sostiene Goyeneche.

 

Sostenibilidad. Los objetivos medioambientales fijados por la ONU para 2030 tienen buen fondo pero son insuficientes, según Javier Goyeneche, presidente de Ecoalf. // FOTOGRAFÍA: ECOALF
Sostenibilidad. Los objetivos medioambientales fijados por la ONU para 2030 tienen buen fondo pero son insuficientes, según Javier Goyeneche, presidente de Ecoalf. // FOTOGRAFÍA: ECOALF

 

Así las cosas, parece que la pelota está en el tejado de lo privado, en manos de empresas y consumidores. Por el momento, las grandes marcas y corporaciones de moda sólo están llevando a cabo pequeñas acciones sostenibles en forma de campañas y colaboraciones temporales o colecciones cápsula.

Dicho de otra forma: sus intenciones son buenas, pero insuficientes.

Por su parte, las pequeñas compañías se esfuerzan en cambiar las cosas, pero lo tienen muy difícil. “La moda sostenible es muy exigente, impone unas responsabilidades mayores que las que tiene una compañía que nace por cuestiones de diseño”, apunta a este magazine Paloma G. López, presidenta de la Asociación de Moda Sostenible de Madrid (MSMAD) y responsable de The Circular Project.

 

El futuro es circular

Aunque las cosas no están fáciles, algunas empresas han empezados a despuntar como ejemplo que hay que seguir en el campo de la moda sostenible. Dado que se trata de un problema enorme, inabarcable, cada una de ellas ha puesto el foco en una parte de del mismo.

Ecoalf es una de las marcas que más suenan cuando se habla de sostenibilidad. Fue creada por Goyeneche en 2012 con el objetivo de fabricar ropa a partir de materiales reciclados (botellas de plástico, posos de café, algodón y lana), evitando así el uso indiscriminado de recursos naturales. Por poner un ejemplo, el material textil que obtienen a través del reciclado de botellas de plástico necesita un 20% menos de agua, un 50% menos de CO2 y un 40% menos de energía, que un proceso de fabricación estándar.

Además, Ecoalf, junto a Ecoembes, impulsa la iniciativa Upcycling the Oceans, cuyo objetivo es conservar los océanos mediante la recogida de basura marina que se recicla para elaborar tejidos que la marca utiliza para confeccionar diferentes prendas. Más de 2.500 pescadores de barcos pesqueros de arrastre participan en este proyecto de forma desinteresada.

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SkunkFunk, por su parte, lleva desde 2003 dando pasos sostenibles. Utiliza fibras de bajo impacto ambiental en el 92% de su colección textil y un 68% en su colección de accesorios.

Además, se ha propuesto ser neutral en emisiones lo antes posible: “Lo hemos conseguido en las partidas que dependen de nosotros como viajes, transporte, fabricación de tejidos y consumo energético. Ahora nos falta lograrlo en lo que respecta a algunos de nuestros proveedores, pero estamos haciendo todo lo que podemos para conseguirlo”, explica Feijoo a Fleet People.

 

 

De su lado, The Circular Project es el primer espacio multimarca especializado en moda sostenible de la ciudad de Madrid.

No es sólo una tienda. También es una plataforma para el activismo en favor de la causa. Su fundadora, Paloma G. López, ha participado en varias acciones que han tratado de agitar conciencias políticas en favor de la moda circular. Hace dos años participó en la “Iniciativa Textil con Derechos”, que se presentó en el Parlamento Europeo, y todo ello derivó en un proyecto de ley vinculante que, por desgracia, aún no ha empezado a avanzar.

En la actualidad, López se encuentra inmersa en el proyecto One planet, one solution, que pretende demostrar que establecer un nuevo paradigma respecto de la moda sostenible puede repercutir muy positivamente en el cambio climático.

 

¿Es cara la moda sostenible?

Según datos de Naciones Unidas, para confeccionar unos pantalones vaqueros son necesarios aproximadamente 7.500 litros de agua; más o menos, lo que bebe una persona en siete años. Sin embargo, el precio de esos vaqueros en periodo de rebajas puede ser, incluso, inferior a 10€. La ropa vale (en recursos) mucho más de lo que cuesta (en dinero).

Uno puede pagarlo, pero al Planeta no le salen las cuentas. La Tierra no tiene riqueza suficiente para crear materias primas al ritmo de la moda, y el consumidor final tiene mucho que hacer para acabar con este despropósito. ¿Cómo? comprando de manera más consciente.

“Hay que informarse y empezar a tomar decisiones que ayuden a cambiar la industria. La clave está en consumir menos y mejor”. En esta misma línea, Paloma G. López, pide a los usuarios que tengan una relación menos consumista y más emocional con su armario.

“El consumidor tiene que saber lo contaminante que puede llegar a ser la ropa que lleva, la huella de carbono que deja, el agua que precisa en su fabricación, lo que ensucian los detergentes que la limpian y las condiciones en las que trabajan los que la confeccionan. Debe saber, también, que la ropa más sostenible es la que ya está en su armario”.

En este camino sostenible, la imaginación y la creatividad también tienen un papel fundamental SkunkFunk. Por ejemplo, ofrece la posibilidad de alquilar sus looks en lugar de comprarlos, cambiando el concepto de tener por el usar. Es un buen camino.

Todos estos cambios no tienen por qué suponer el fin de la industria textil sino, más bien, la reinvención de la misma o una vuelta a sus raíces. Es fundamental que todos, en mayor o menor medida, apoyemos la moda sostenible. Es necesario que circulemos.

De lo contrario, será el mundo el que dejará de girar.

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