La historia de la movilidad del Ejército de Tierra está ligada de un modo íntimo al todoterreno Santana Aníbal durante los últimos 20 años, un vehículo que entra en la tipología de ligero para la entidad dependiente del Ministerio de Defensa, y que aún cuenta en sus filas con unas mil unidades de este vehículo multitarea.
Como si fuera una serie de Netflix, la historia del Aníbal con el Ejército ha atravesado por peripecias en las que han tenido mucho que ver condicionantes políticos, sinsabores y factores estratégicos: 20 años dan para mucho.
El Aníbal fue el todoterreno que teóricamente iba a salvar la estructura industrial de la factoría andaluza de Santana en Linares (Jaén), una histórica fábrica que había construido antiguamente el popular Defender de Land Rover bajo licencia y que posteriormente se asoció a Suzuki para ensamblar modelos muy populares como el Vitara. Pero la manufactura jienense nuca fue rentable, por lo que la Junta de Andalucía tuvo que salir al rescate y hacerse con el control del centro fabril.
En aquél entonces, comienzos de la década de 2000, se planteó la creación de un nuevo todoterreno, que sería el Aníbal, pero tampoco hay que olvidar que el entonces presidente de la Junta, Manuel Chaves, llegó incluso a plantear en actos públicos que la fábrica podría albergar la producción del Humvee, la versión militar del muy popular entonces entre la gente bien gas-guzzler Hummer, a través de un potencial acuerdo con el constructor estadounidense militar AM General.
Este último anuncio se quedó en nada, pero el Aníbal ya comenzaba a rodar en el mercado en 2022, con un propulsor de Iveco, la configuración del Santana 2500 y… nulas ventas a cliente privado, por lo que la solución política para la factoría pasó por una adjudicación a alguna Administración Pública.
El primer contrato que ganó el Aníbal para las Fuerzas Armadas cubrió un cupo de unas 800 unidades del modelo, no sin el enorme berrinche de por medio de la empresa privada gallega especializada en vehículos de Defensa Urovesa, que contaba con un modelo ligero que encajaba como un guante con los requerimientos del Ejército, el Uro Vamtac, diseñado desde cero para cumplir con las complicadas homologaciones que requiere el aparato militar.
El mosqueo de Urovesa
En contraposición, con el Aníbal se utilizó un vehículo de serie para uso civil al que se le efectuaron modificaciones militares para adecuarlo a la homologación, lo que hizo que saltaran las chispas entre los ejecutivos de Urovesa.
Dio igual. El Aníbal fue el elegido y se ha mantenido vigente, aunque su utilización ha sido escasa porque rápidamente se comprobó que sus aptitudes no eran las requeridas teniendo en cuenta el enrevesado funcionamiento que suponen las operaciones militares.
A finales de septiembre, 20 años después de que se aprobara la licitación inicial de los Aníbal, el Mando de Apoyo Logístico del Ejército de Tierra —no sin atravesar un inolvidable reguero de recursos al procedimiento de adjudicación— dio el visto bueno a la renovación de la flota de sus vehículos ligeros, con una inversión de 220 millones de euros que servirán para incorporar 4.500 vehículos militares tácticos nuevos con la empresa sevillana Iturri.
El elegido ha sido el pick-up Landtrek del fabricante de automóviles Peugeot, un todoterreno que, paradójicamente, no se vende en nuestro país y que se ha impuesto en la licitación pública al también pick-up Ford Ranger, de origen estadounidense.
El Landtrek es el mismo modelo, con diferente logo, que el Changan Hunter, la pick-up que el grupo chino del mismo nombre produce en Shenzen, en el sureste del país. Fiat también lo vende con el nombre Titano.