Si se echa la vista atrás, y no tanto tiempo, pongamos unos 10 años, la situación era completamente diferente. Piénselo. Trate de echar el freno y de recapacitar sobre todo lo que ha acontecido no solo en el mundo, sino en la forma de pensar, de utilizar las cosas, de consumir. Piense en la tecnología. En los propios automóviles. Es increíble.
Ni siquiera los bancos, a los que muy poquitas cosas le son ajenas, se dieron cuenta de lo que iba a suceder unos pocos años más tarde.
Y es curioso que no se percataran de ello, tejiendo una vida financiera alrededor del ser humano; creando productos, prestando.
Girando, como gira su vida al rededor del cliente autónomo y particular, las entidades financieras, acostumbradas como ningunas otras a trabajar con el sector de automoción por cualquiera de las vías que impliquen cualquier operación crediticia, no anticiparon la explosión.
La gran explosión del autónomo y del profesional en el negocio del renting.
A toro pasado, todo es más fácil. Siempre ha sido así. Pero es cierto que el renting, un negocio relativamente joven —arrancó formalmente en 1995 en nuestro país—, está compuesto principalmente por un núcleo de grandes empresas y medianas que suman su gran capital de facturación y negocio.
Durante años, el anterior presidente de la Asociación Española de Renting (AER), Agustín García, respondía a las preguntas sobre el crecimiento futuro del sector en esa dirección, la del cliente autónomo y el particular, el ciudadano de a pie. Sin grandes aspavientos, con tranquilidad. La realidad no podía discurrir de otra forma.
Renting, al calor de lo ‘tech’
A partir del año 2016, y al calor de las nuevas tecnologías, de la incipiente proliferación del pago por uso, de la popularización efectiva de internet, de la consolidación del medio de pago electrónico y del asentamiento de esa figura tradicional, la del profesional liberal, como un ente libre pegado al móvil y ávido de nuevas soluciones fáciles de aplicar y escoger —la transformación del automóvil en commodity a la que se accede y de la que se desprende cuando se desea—, ha macerado ese caldo de cultivo que se mantenía latente, vivo, pero en calma chicha.
En 2015, el parque de vehículos en renting de autónomos y particulares era de unas 10.000 unidades en España, tanto en términos de número de clientes como de vehículos.
A partir de ese ejercicio, la cifra prácticamente se ha duplicado cada año y hasta 2020, en el que el número de vehículos totales de parque de autónomos y privados se situó en el entorno de 110.000 unidades. Dicho dato supone el 15% del total del negocio del renting en nuestro país.
Para Marcos Grant, máximo responsable en España de las Ventas Corporativas y de Flotas de Volkswagen, el auge del renting en el canal de particulares y autónomos se explica por “varios factores que se han producido de forma casi simultánea”.
De un lado entran en juego “las fórmulas de pago por uso, con servicios como los que ofrecen Netflix, Amazon o Spotify. Los consumidores buscan cada vez más un servicio integral que evite sorpresas y que les garantice poder disfrutar de un producto, en nuestro caso de un vehículo, sin ninguna preocupación, y el renting incluye en una cuota todos los servicios”, apunta a Fleet People.
De otro lado, “la incertidumbre que hay actualmente sobre el desarrollo y la implantación de las distintas tecnologías también está provocado un incremento de este tipo de fórmulas que dan mayor seguridad al cliente, ya que no le compromete a largo plazo”, sostiene. José-Martín Castro Acebes, presidente de la Asociación Española de Renting (AER), indica en declaraciones a este magazine que “no tenemos datos concretos que nos permitan hacer un retrato robot preciso de este tipo de cliente de renting, pero, efectivamente, nos consta que son personas cada vez más jóvenes e intuimos que cada vez hay una mayor presencia femenina, aunque hay que seguir esforzándose por romper esa brecha de género que subyace en todo lo relacionado con el automóvil”.
Un perfil que, muy probablemente, no se domina todavía por parte de los fabricantes de vehículos y de las empresas de renting por causa de un agente externo: la Dirección General de Tráfico.
“Apenas tenemos datos de los particulares y autónomos que utilizan este producto. De hecho, el incremento del renting a particulares está creando una cierta distorsión en el mercado, ya que las matriculaciones por renting a personas físicas, que son los autónomos y particulares, están siendo contabilizadas por la DGT en el canal de empresas. Una práctica que se explica por la escasa representación que tenía este colectivo en el canal del renting. Quizás ahora es el momento de corregirlo”, reflexiona Grant, y colocando de paso el dardo en el centro de la diana.
También afirma Castro Acebes, de igual modo que Grant, que la lógica natural es que “el perfil de cliente autónomo tiende más a un producto de renting flexible, que le permite adaptarse a las necesidades de su negocio, mientras que el particular demanda productos que le ayuden a estabilizar su presupuesto de gasto sin sorpresas, conociendo lo que le va a costar la movilidad cada mes”.
Autónomos y particulares: Cómo y por qué
¿Quiénes son los grandes animadores de esta actividad, y por qué?
El caldo de cultivo del autónomo y particular al que nos referíamos al principio, y que ha borboteado desde comienzos de la década pasada, se ha encontrado de bruces, y en los dos últimos ejercicios, con palancas que solo han servido para impulsar este negocio.
Y todo se había gestado antes de Covid-19.
A partir del año 2016, la proliferación de la tecnología a través de los teléfonos móviles y la posibilidad de acceder a servicios en un instante, y ello incluye la opción de pagar por ello, animó a cada vez más porciones de la sociedad, a establecer un nuevo pacto digital en el ámbito del comercio. Todo el mundo quería ser parte de ello.
El renting también tuvo su modelo al respecto, en forma de espejo y de modo directo.
El espejo lo crearon las compañías de carsharing en las grandes ciudades del país, que consiguieron eliminar el factor miedo de la población activa y callejera. Tan sencillo como elegir vía app un vehículo del que no se es propietario —un detalle más que significativo en una España acostumbrada como ningún otro país a poseer bienes—, conducirlo, aparcarlo y cerrarlo. Previamente, hay que atravesar un proceso digital en el que se aporta un número de cuenta y los datos personales. Pero todo se gestionaba, y se gestiona, con simples clics.
La realidad concreta y directa del alquiler de vehículos con servicios continuó, prácticamente al alimón y de la mano del carsharing, con la llegada de brokers de renting que, de repente, ofrecían automóviles por cuotas mensuales en el entorno de cien euros mensuales, incluyendo el seguro y el mantenimiento del coche.
Solo había que ocuparse de una cosa: conducir.
El salto tecnológico y la increíble implantación de lo digital, con miles de patinetes surcando las urbes o sistemas de bicicletas compartidas, también, han contribuido a crear una nueva sociedad de la movilidad de consumo inmediato. Y ese tipo de clientes no es cualquiera. Sabe lo que quiere, como bien detalla el máximo responsable de Flotas de Skoda en nuestro país, Carlos T. López Panisello, quien disecciona bien dos tipologías.
“El principal elemento que hay que destacar en el caso del renting autónomo es el alto nivel de exigencia de este tipo de cliente, acostumbrado a gestionar en detalle su actividad profesional, valorando de manera muy importante el nivel de servicios asociados a la venta del vehículo. Por su parte, el cliente particular refleja principalmente el cambio de mentalidad de compra de un producto a compra de un servicio que le aporta tranquilidad, estabilidad y que le garantiza sus necesidades de movilidad por un precio adecuado”, subraya.
Panisello detecta que en los dos casos existe un perfil de cliente muy abierto, “quizá incluso más en el caso del particular, que a fin de cuentas, es el cliente tradicional que simplemente quiere solucionar sus necesidades de movilidad con un nuevo formato de adquisición del producto, en este caso mediante un renting”.
La gestación de todo lo que llega
Continuando con el hilo de la gestación del cliente autónomo y particular y sus nuevas preferencias, hay que recordad que Uber, Cabify o el servicio de bicicletas públicas de Madrid, BiciMad… llegaron en 2014, y los precursores de toda la agitación de la movilidad vía smartphone, firmas de carsharing como Respiro o Bluemove, hoy desaparecidas del mapa empresarial, entraron en los inicios de la década pasada, aunque no sería sino hasta la segunda mitad de la década cuando comenzarían a despuntar.
Es decir, parece que toda esta revolución se ha fraguado durante muchos, muchos años. Pero la realidad no es esa. Todo ha cambiado en apenas un lustro, poco más.
Y esa sucesión de acontecimientos ha ido cementando una confianza cada vez mayor hacia el renting para individuals, como dicen lejos de España, aunque con un foco también enorme en el colectivo de los autónomos.
“Puede que ellos [Autónomos] y los particulares coincidir en perfiles”, asegura Francesco Colonnese, al frente de las flotas de FCA (Grupo Stellantis) en nuestro país, y en conversación con Fleet People.
“Pero detectamos que ambos buscan en el vehículo una solución de movilidad, en el caso del particular puede ser determinante el tema del presupuesto, mientras el autónomo ve en el coche una herramienta de trabajo o un medio de transporte para desarrollar su actividad. El particular se polariza más en presupuesto y emoción: atiende a una compra mas emocional, donde el diseño y el equipamiento junto con el precio, determinan la decisión de compra. Por otro lado, el autónomo pone mucho más el foco en otros detalles como el consumo, la potencia, la calidad y rapidez de posventa… factores que pueden ser determinantes. De cualquier forma, no podemos olvidar, que ambos tipos de clientes, en muchos casos, siguen viendo en el vehículo una proyección de su estatus social. Bastante diferente es el cliente joven que ve en el coche un medio para moverse y donde la conectividad y tecnología a bordo tienen mucha más relevancia”, explica.
Más para el cóctel
Con un volumen todavía muy pequeño en comparación no solo del potencial del negocio, sino del conjunto de clientes del mercado de automoción, el auge de los pedidos de renting por parte de autónomos y clientes particulares se ha visto reforzado por circunstancias objetivas y externas.
“No sabemos dónde está el horizonte del renting. En los últimos años ha pasado de tener una cuota de mercado del 14% a estar por encima del 20%. Seguramente en los próximos años sea una forma que mantenga su crecimiento, quizás no tan elevado, pero siempre en una línea ascendente”, detalla sobre el volumen de matriculaciones de esta fórmula el director de Flotas de Nissan, Jordi García.
El plano objetivo lo determina la propia peculiaridad intrínseca del renting. Se trata de un producto sencillo de entender, paquetizado y seleccionable como cualquier cadena de televisión de pago. La era Netflix tantas veces mencionada y a la que aludía Marcos Grant.
Este sistema ha atraído no solo muchos clientes autónomos y particulares tradicionales, sino que ha arrastrado con mucha fuerza a los más jóvenes, imbuidos en una realidad en la que los procesos digitales deben ser inmediatos, la obtención del producto rápida y completa y la posesión, casi nula. Perfecto para el renting.
“Más allá de una tipología por edades o usos, lo que sí estamos detectando en el canal del renting a particulares es el impulso que ha tenido debido a la llegada de nuevas tecnologías. Es el caso de los vehículos eléctricos e híbridos enchufables, en donde el renting comienza a ser una de las opciones de compra mejor valoradas y demandadas por los usuarios”, afirma Grant.
Podemos añadir más claves que conectan con el “nuevo” renting.
El concepto de flexibilidad. Tampoco tiene tanto tiempo, aunque ahora esté en boca de todos. Hace tres, cuatro, cinco años, el renting flexible era tremendamente escaso y caro. Con cuotas inasumibles. Los contratos se firmaban por periodos largos con una duración y kilometrajes prepactados. Si se sorteaban, había que abonar una penalización.
La creciente popularización de esta fórmula ha reducido sensiblemente las cuotas mensuales en el caso de usos no intensivos ni puramente profesionales, de tal modo que hoy es más fácil que nunca saltar de un modelo a otro de automóvil e incluso de una compañía a otra, con apenas unos cuantos clics.
Y en relación con las connotaciones externas, probablemente ningún directivo de renting habría imaginado jamás tantas flechas en la dirección ni tanto viento a favor del negocio.
Incertidumbre de tecnología. incertidumbre económica. Covid-19.
Increíble.
Un caos variopinto
En el primero de los casos, el absoluto caos que ha supuesto para el ciudadano europeo y, particularmente para el español, la asunción de modelos de transición ecológica hacia derroteros eléctricos sin que exista recarga de infraestructura suficiente, conocimientos apropiados de uso y un sustento público consolidado le han condenado a la indecisión total de la que se ha beneficiado el renting.
Fundamentalmente, porque todas estas circunstancias señaladas en el párrafo anterior están discurriendo cuando no existe todavía una horquilla de automóviles lo suficientemente amplia que cumplan con los mínimos de autonomía eléctrica que consigan despejar las reticencias del usuario en relación con la compra.
Todo ello, además, envuelto de decisiones políticas que recortan los accesos a las ciudades de los vehículos tradicionales con plazos establecidos que hoy son válidos, pero que mañana, si cambia el color del partido político del Gobierno, pueden convertirse en humo.
¿Solución? Aplazar la decisión de compra de vehículo, por ejemplo, escogiendo un renting para uno, dos o varios años que elimine el factor riesgo de un plumazo. Una decisión que han tomado muchos particulares y no pocos autónomos.
La incertidumbre económica también ha tenido su peso en el crecimiento del renting. No existe una medida concreta, pero no hay que olvidar que la menor disponibilidad financiera de los consumidores convierte la oferta de vehículos con bajas cuotas mensuales, que incluyen todos los servicios, en una oportunidad que libera muchos euros disponibles para invertir en otras necesidades.
Y Covid-19.
El virus lo ha cambiado todo hasta el punto de que la necesidad de utilizar vehículos con carácter individual se ha convertido en imprescindible para buena parte de la ciudadanía.
De un lado, ello ha supuesto un notable incremento de las transferencias de vehículos de ocasión, especialmente en el caso de los más antiguos porque son más económicos, pero también ha animado con mucha fuerza la elección del renting como una fórmula perfecta para esperar a que sigan desarrollándose los acontecimientos utilizando un automóvil nuevo, no comprado y, sobre todo, para utilización propia y no compartida con otras personas. También cierran el círculo del nuevo autónomo aspectos que parecen poco relevantes, pero que no lo son, como la agilidad de los procesos.
Antes, un contrato de renting se firmaba vehículo por vehículo y con una tipología extensa y complicada. Un proceso arduo. Hoy todo es más fácil y la firma digital lo inunda todo.
Otro ítem. También hace no tanto años, recuperar un vehículo de renting por parte de la empresa era tedioso y, según el caso, complicado. Ahora, los trámites se han acelerado muchísimo, lo que permite que la compañía también vea las bondades del negocio y elimine el factor riesgo de una manera clara. Si puede recuperar el automóvil de manera casi inmediata para ofrecérselo a otro cliente en lugar de tardar un mes en recuperarlo, supone mantener el margen de rentabilidad intacto de una operación —e incluso mejorarlo—.
Bancos, empresas de renting, marcas de automóviles y concesionarios se han unido —de algún modo— para cerrar el proceso integral de gestión y entrega del vehículo, incluyendo la financiación, ese El Dorado de la automoción, por supuesto, con el firme propósito de extraer jugo de esa masa de unos dos millones de individuals que hay en España.
No se nos ocurre mejor momento.