El universo que rodea al automóvil avanza a paso de gigante. En otras épocas, el binomio entre vehículo y persona sólo variaba en relación con la primera parte: el coche. Pero en el último lustro se han producido cambios que nadie puede obviar ya.
La filosofía del carsharing es, quizás, una de esas mutaciones desarrolladas al calor de las nuevas tecnologías que más pueden ayudar a entender los vehículos —y el negocio— de las cuatro ruedas en el medio y largo plazo.
Denominado por algunos como ‘fenómeno’, algo que pudiera dar a entender que el carsharing es una acción puntual en el tiempo, la realidad sugiere que algo está cambiando en el ámbito de la movilidad.
El verbo compartir, de hecho, se está convirtiendo en habitual para muchos fabricantes de automóviles, que ya no observan con desdén la proliferación de este tipo de negocios: algo está cambiando.
Para que el carsharing se desarrolle de un modo adecuado en la sociedad, es importante que las autoridades públicas conciban esta actividad no como un reclamo publicitario en pos de la deriva responsable desde el punto de vista medioambiental.
Deben implementarse medidas concretas que faciliten a los ciudadadanos el transporte y el aparcamiento fácil en la ciudad con este tipo de fórmulas. Tratar de exigir, como algunos Ayuntamientos de España han llegado a sugerir, que ha cobrarse un canon anual (prohibitivo en algunos casos) a las firmas de carsharing para ‘apoyarlas’, es no entender lo que está ocurriendo con el avance de la sociedad. Y, sobre todo, con las necesidades y peticiones de las nuevas generaciones de usuarios de los modelos de transporte.
Parece claro que el futuro de la movilidad no pasa porque el ciudadan@ de turno, con 18 años recién cumplidos, corrra raudo y veloz a un concesionario de automóviles para comprar un coche nuevo. En primer lugar, al menos en estos momentos, porque las condiciones económicas y laborales de las nuevas generaciones no dan para esto.
Parece claro que el futuro de la movilidad no pasa porque el ciudadan@ de turno, con 18 años recién cumplidos, corra a un concesionario para comprar un coche nuevo
Y en segundo lugar, porque el proceso de racionalización que ha experimentado la sociedad en los últimos años, al menos la española, parece apuntar desde el punto de vista de los nuevos compradores jóvenes hacia otras prioridades en la gestión del gasto privado.
Disponer de una casa en propiedad es cada vez algo menos usual entre la sociedad joven, y en buena parte de los casos no por posibilidad, sino por convicción. Y lo mismo ocurre con el coche. Ambas partidas son las dos llaves fundamentales del gasto por hogar en la sociedad ctual.
Pero el futuro no parece seguir esa misma línea.
Es evidente que el automóvil es y será una opción de compra mayoritaria, para la sociedad. Esto será siempre así. Pero eso no debe suponer la ignorancia de nuevos modelos de movilidad que, cada vez con más ahínco, buscan su hueco en las ciudades inteligentes del futuro.
Muchas marcas de automóviles lo están entendiendo también así, y han creado divisiones de carsharing propias para satisfacer las nuevas demandas de sus potenciales usuarios.
Cabría esperar, al menos por parte de quienes gestionan la esfera de lo Público, que por variar en este caso dieran un paso adelante y, en lugar de una oportunidad recaudatoria, atisbaran otra posibilidad: la de promover propuestas que puedan mejorar la calidad de vida de las ciudades en las que vivimos.