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El secreto oculto del precio de cargar tu coche eléctrico

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Imagina que conduces un coche de gasolina con el depósito casi vacío, pero los precios en los carteles de la gasolinera están en blanco. Te detienes, repostas y el empleado se encoge de hombros y te dice: «La factura le llegará más tarde». Cuando el cobro finalmente llega, te quedas atónito. El litro cuesta 5€, pero en la gasolinera de la acera de enfrente, a solo quinientos metros, está a 1,35€. ¿Inaceptable? Por supuesto.

Sin embargo, esta es la frustrante realidad cotidiana de los conductores de vehículos eléctricos, una realidad de la que pocos hablan. Bienvenidos al «salvaje oeste» de los precios de recarga.

Los gestores de flotas lo saben mejor que nadie. La promesa de la conducción eléctrica es maravillosa: limpia, silenciosa y con un bajo coste por kilómetro. Pero, en la práctica, la recarga pública se ha convertido en un auténtico campo minado financiero. Sin previo aviso, puedes pagar 0,45€ por kWh en un momento, para luego llevarte una desagradable sorpresa con una tarifa cercana a 1€ en un repentino ataque de pánico por la recarga rápida.

Un poste de recarga eléctrica para vehículos, de Northgate. FOTOGRAFÍA: NORTHGATE

Los gestores de flotas lo saben mejor que nadie (…) en la práctica, la recarga pública se ha convertido en un auténtico campo minado financiero

¿Quién fija este precio? ¿El operador del punto de recarga? ¿El proveedor de la tarjeta de recarga? Se trata de un caos opaco de intermediarios, tarifas de itinerancia y recargos ocultos. Esta falta fundamental de transparencia es el gran tabú de la movilidad eléctrica y, mientras tanto, varias empresas están sacando provecho de esta confusión.

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La necesidad imperiosa de transparencia visual

Las nuevas regulaciones pretenden cambiar esta situación, exigiendo que los precios se muestren en la estación de recarga y que se ofrezcan opciones de pago con tarjeta bancaria. Es fantástico, pero su implementación está siendo lenta. Algunos puntos de recarga están “preparados para el futuro”, pero otros están lejos de estarlo. Mientras tanto, el consumidor y el gestor de flotas se sienten impotentes.

Aunque no es posible negarse a pagar la factura, la persistente sensación de estar pagando un sobrecoste por un servicio impredecible sigue minando la confianza.

Una plaza de aparcamiento para coches eléctricos, en Zaragoza. FOTOGRAFÍA: ©FLEET PEOPLE

No se trata solo de un problema para los consumidores, sino de una cuestión crítica para las empresas de leasing y los gestores de flotas, que necesitan previsibilidad de costes para gestionar sus presupuestos.

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La clave para liberar el verdadero potencial de la revolución de los vehículos eléctricos no reside solo en la normativa, sino en una comunicación inmediata y cristalina.

Debemos exigir sistemas que proporcionen información inequívoca y visualmente coherente

Debemos exigir sistemas que proporcionen información inequívoca y visualmente coherente. Esta claridad debe extenderse más allá del simple precio en la estación abarcando todos los puntos de venta y comunicación.

Tanto si un conductor consulta una aplicación de estimación de costes, como si un gestor de flotas revisa un panel de control o un comprador configura un vehículo en línea, los datos (incluidas las estructuras de costes fluctuantes) deben presentarse sin ambigüedades.

La solución requiere sistemas avanzados que den prioridad a la precisión de los datos y a la coherencia visual, garantizando que un precio o una característica se representen con claridad y en tiempo real en todas las plataformas.

Solo cuando estandaricemos y aclaremos la presentación visual de estas variables complejas y dinámicas podremos controlar a los «cowboys» de la recarga. Entonces, la conducción eléctrica ofrecerá realmente el futuro predecible y asequible que promete ser.


Martijn Versteegen es CEO de IMAGIN.studio y asesor sénior del Sector Automotriz

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