Al gigante de las subastas británico BCA Marketplace nunca le han faltado pretendientes. Siempre ha sido un caramelito para el universo financiero. Y cada vez que entra savia nueva en su capital parece que, por arte de magia, consigue multiplicar sus cifras.
Conocida tradicionalmente como BCA Car Auctions, la empresa automovilística ha sobrevivido en la última década a varias tentativas de compra, un frustrado intento de salida a Bolsa y tres adquisiciones en firme.
Su último movimiento corporativo se ha fraguado en los últimos meses y ha culminado con su venta formal en julio pasado al fondo de inversión TDR Capital, que ha abonado algo más de 2.100 millones de euros por los activos de la compañía.
La previsible intención de TDR, como la de prácticamente cualquier fondo de inversión, será optimizar al máximo los recursos del grupo para proyectar su rendimiento financiero y, más tarde, traspasar la firma con un —seguramente— pingüe retorno sobre su inversión inicial que satisfaga a sus accionistas.
En el mundo de los fondos, la realidad no es otra. Y TDR, además, ya maneja un interesante ‘expertise’ en el terreno de la automoción: no hay que olvidar que es la mano que mece la cuna en LeasePlan, concretamente desde marzo de 2016.
Bajo un entorno europeo en el que las ventas de automóviles nuevos se mantienen estancadas en la mayoría de regiones del continente, las transacciones de vehículos de segunda mano continúan creciendo a buen ritmo gracias a la mayor profesionalización del sector y al apetito de los consumidores finales por fórmulas de adquisición más asequibles que la opción de estreno. Y todo ello unido a la menor renta disponible de las familias en un buen puñado de países del euroentorno en el que puede incluirse España, donde ya se formaliza la venta de 1,6 coches usados por cada nuevo que se matricula.
BCA comercializó el año pasado 1,4 millones de vehículos, de los que el 70%, aproximadamente, se corresponden con transacciones en Reino Unido. Su cifra global comercial ha crecido un 40% en la última década y se espera que sus números continúen por la misma senda en el próximo lustro. En el caso de sus movimientos bursátiles, estos se han movido con más éxito y a más velocidad que su vertiente comercial. En 2014, el entonces propietario de BCA, el fondo de capital riesgo Clayton Dubilier & Rice, que hizo una jugada maestra en 2009 comprando la empresa al calor de la crisis financiera por unos 600 millones de euros —y que fue uno de los dos principales accionistas de la alquiladora Hertz hasta 2013—, amagó con un frustrado debú en Bolsa de BCA que buscaba captar más capital y, por ende, más valor a la compañía. La operación no salió bien, pero eso no fue óbice para que no se constatara su venta.
De hecho, la operación de salida a Bolsa escondía un interés previo en adquirir la firma que ya había asomado en la figura de un conocido empresario de automoción británico, Avril Palmer-Baunuck, quien consiguió convencer a los poderosos fondos de Aviva, Woodford Investments, Invesco, Schroders y Artemis para poner sobre la mesa 1.400 millones de euros para comprar BCA.
Esa era la cantidad que este grupo de gigantes, representados por el holding Haversham, ofrecía por la subastera en 2014, antes y después de la fallida salida a Bolsa de BCA, y por esa cantidad la compró en el primer trimestre de 2015. La operación culminó con el cambio de nombre de la compañía —del tradicional BCA Car Auctions a BCA Marketplace— y con una emisión de deuda y nuevas acciones que asumió la propia Haversham Holdings.
BCA En buenas manos
El influjo de Haversham sobre el negocio de BCA ha sido francamente positivo durante los apenas cuatro años en los que ha gestionado los movimientos internos del grupo. No hay que olvidar la fuerte impronta de know-how y experiencia en operaciones de los participantes en Haversham. Incluso la integrante más ‘modesta’, Marwyn Value Investors, dio un tremendo pelotazo en el mismo año que entró en el capital de BCA con la venta de sus títulos —era el mayor accionista— en la productora del fenómeno televisivo infantil ‘Peppa Pig’.
Los últimos dueños de BCA Marketplace han conseguido incrementar sus resultados anuales a un ritmo no sólo rápido, sino constante. Tanto es así que han rechazado ofertas en los dos últimos años por BCA, incluso cuando apenas llevaban meses al frente de la subastera.
El año pasado, se permitió el lujo de decir ‘no’ a una propuesta en firme del también fondo APAX Partners, valorada en 1.850 millones de euros.
Hay que tener en cuenta que ese ‘no’ significaba una negativa a obtener una plusvalía de 450 millones de euros sobre el coste que les supuso comprar la empresa británica… Menos de tres años después: un retorno brutal del 32,5% en 36 meses: una barbaridad en el universo inversor. Sin embargo, Haversham consideró que la cifra no se adecuaba al valor real de BCA Marketplace, cuyo valor de acción en Bolsa ha pasado de 120 libras por título en el arranque de 2015 a casi exactamente el doble, casi 242 libras por acción, a finales de agosto pasado, colocando la capitalización de la compañía en un valor bastante próximo a 2.000 millones de euros.
¿Qué ha pasado para que Haversham haya dado el visto bueno a la compra de uno de sus particulares ‘blue chip’ a manos de TDR Capital? A fin de cuentas, BCA sigue funcionando como una auténtica vaca lechera. Su acción se ha revalorizado un 4% en los últimos 12 meses y un 12% —una locura en términos bursátiles— si se computa desde el arranque de 2019.
Además, el balance financiero de la empresa es bueno. BCA se llevó al bolsillo en 2018 (su ejercicio fiscal concluyó el 31 de marzo pasado) 118 euros por cada coche vendido en Reino Unido —excluyendo impuestos—, un 9% más, y 97 en el resto de Europa, un 4,7% más. También comercializó 1,418 millones de automóviles, un 2,75% más, y sus ingresos por vehículo también crecieron con rotundidad.
¿Cuál ha sido la razón?
La clave, que ha pasado bastante desapercibida, por cierto, ha estado en Woodford Investments, uno de los socios clave de Haversham Holdings.
Woodford está respaldada por el gestor financiero Neil Woodford, que precisamente da nombre al instrumento financiero que dirige.
A comienzos de junio, el ejecutivo se vio obligado a meter la tijera con firmeza en las posiciones accionariales que disponía en al menos 21 compañías para conseguir liquidez con la que afrontar los pagos a muchos de los inversores de su fondo principal (Woodford) y tras varias operaciones poco fructíferas en los mercados financieros. De hecho, Neil Woodford se vio obligado a suspender la actividad de su fondo de referencia el 3 de junio, cuando el fondo de pensiones del condado de Kent anunció que retiraba de Woodford Investments nada menos que 275 millones de euros.
El gestor de fondos inglés poseía a través de Woodford el 12,5% del capital de BCA —el segundo accionista de referencia—, cifra que redujo antes de la venta a TDR hasta el 7,14%. Captó cerca de 150 millones en su rally particular para detener la sangría de retirada de fondos de su brazo inversor principal.
Se da la circunstancia, además, de que Neil Woodford y Avril Palmer-Baunuck son buenos camaradas. Y la oferta de TDR Capital, tampoco puede obviarse, suponía ofrecer un extra del 25% sobre el valor de la acción de BCA un día antes de efectuarse la propuesta de compra. Esto es, valoró BCA en 2.135 millones de euros, una cantidad que podía ser aceptada sin fisuras. A la subastera británica le queda bastante margen de crecimiento, lo que ocurre es que éste será guiado ahora por un nuevo dueño. Al menos, durante los próximos cinco años.
A partir de ahí… ¿Nueva venta?