Siempre he defendido la igualdad pura. Sin matices. La meritocracia no entiende de géneros. Durante años hemos debatido sobre la cuestión. ¿Por qué un Consejo de Dirección con el mismo número de mujeres que de hombres? ¿Y si hay tres, cinco o siete cenutri@s en ese Consejo? ¿Deben mantenerse sólo para asegurar la máxima equitativa?
Lo irrefutable es que pasan los años y, para la mujer, nada cambia. O empeora. Así lo expone uno de los artículos principales de esta edición. Menos puestos de decisión. Menos reconocimiento. Menos pasta.
¿Cómo es posible? La Administración y su gestión del dinero público es responsable en un porcentaje elevado de que la mujer —ejecutiva o no— aparque su proyección. Y hay responsabilidad empresarial, al no querer o no saber detectar talento entre los pañales, por ejemplo, de un recién nacido. ¿Se tiene que acabar la carrera laboral por tener un bebé?
Sí. Vivimos en una sociedad todavía machista.
Hace algún tiempo, reconozco que no mucho, he empezado a compartir los argumentos de mi amiga. Lo sigo pensando: que haya seis mujeres y seis hombres en un Consejo es un poco chorra. Pero si no se empieza por algo, el resultado es cero. La nada. Hoy. Y como año tras año se repite la misma cantinela —sueldos menores que los hombres, posiciones menos relevantes—, pues me van a permitir que me moje en este tema. Al menos los tobillos.