En 1997, un cómico de reputada popularidad en Estados Unidos llamado Mike Myers lanzó al mundo Austin Powers. En su envoltura de parodia pura y dura a las películas de espías —y más en concreto a la saga Bond— también se podía respirar un éxito comercial en potencia. Para muchos una “gamberrada chabacana”, para otros simple y llano entretenimiento. Las opiniones son variopintas, como también lo era su icónico bólido: el Jaguar E-Type Mk1.
El vehículo que pilotaba este alocado, polígamo y archiconocido espía británico, era un emblema de su propia personalidad. Un coche que era pura seducción sobre ruedas, llamativo, deslumbrante… que desprendía mojo. Y es que el Jaguar E-Type es todo un símbolo del fabricante inglés Jaguar Cars, y en la película viste su carrocería con la bandera de Gran Bretaña para hacer todavía más patente su aroma british style.
Austin Powers arranca en los sicodélicos años 60 de Londres. Época en la que el Jaguar E-Type fue presentado en el Salón del Automóvil de Ginebra (1961) causando un gran revuelo mundial por su diseño revolucionario. No es de extrañar que Myers quisiese que el coche de su estrafalario espía tuviese ese aspecto transgresor, sexy, casi erótico. Con un morro perfectamente moldeado y un exuberante capó.
Y nosotros no podíamos por menos que rendir culto a este coche y su plasmación cinematográfica con un clásico de la cocina británica: el Fish & Chips. Si acaso, el finger food más reconocido de sus calles.
El misterioso agente internacional Austin Powers es una leyenda en vida en el Londres sesentero. Su atuendo vintage, su personalidad arrolladora y su Jaguar E-Type han configurado un tipo que cala en la gente o en la comida. Algo así como nuestra masa del rebozado, una confluencia de ingredientes que servirán para vestir a nuestro héroe: el bacalao. De esa manera mezclamos en un bol la harina, la maicena, la cerveza (poco a poco), el curry y el perejil. Lo movemos bien —como las caderas de Powers bailando en cualquier club de moda— hasta obtener una masa homogénea, sin grumos, nena.
Nuestro protagonista, el pescado, tiene una némesis: El Doctor Maligno. O sea, las chips. Dos elementos —hermanos a más señas— que viajarán en el tiempo para seguir su contienda 30 años después. Así que hundimos los filetes salpimentados en nuestra solución espacio-temporal, al tiempo que cortamos en bastoncillos las patatas peladas.
Ahora tenemos dos sartenes en el fuego de su peculiar batalla. En una aceite suave, sensual, seductor… donde sumergiremos el pescado hasta dorarlo —bonito homenaje al Gold Member de la tercera entrega— para luego dejarlo reposar en papel absorbente y pierda fiereza o mojo. Su rebozado desigual se asemeja a su vestimenta de chorreras…
En la otra sartén, el Doctor Maligno fríe su artimaña para acabar con Powers. Lo hace en dos frituras: la primera a fuego suave, hasta medio cocer su plan. Luego saca las patatas y las enfría 30 minutos —las podrías congelar o criogenizar como Maligno y Powers— y les damos un buen golpe a fuego vivo hasta que queden crujientes y tersas.
Dos mundos colapsan en el plato: Fish & Chips. El colorido del dorado del rebozado, el perejil, el amarillo de las patatas… todo nos lleva a ese Londres sesentero, multiétnico, sicotrópico… Nos paseamos con la banderola de United Kingdom en la grupa del Jaguar E-Type y saboreamos esta contienda entre dos de los personajes más icónicos y chiflados de la comedia de los últimos años.
Más británico imposible. Sí, nena, sí…
Ingredientes (4 personas)
800 g de lomos de bacalao sin espinas, 120 g de harina, 100 g de maicena, 250 ml de cerveza, 1 cucharadita de curry, Sal, pimienta negra y Aceite suave, 3-4 patatas para freír, Aceite de oliva, perejil fresco picado.










