Fue en 1974. Un día cualquiera. Seguro que se acuerdan de ellos. Unos 8.000 pequeños soldados fabricados en terracota. Los famosos Guerreros de Terracota dispuestos en hilera. ¿Llevaban corbatas?
¿A qué viene esto? Ah, sí.
Representó la primera exhibición pública y fehaciente de uso de lo que hoy denominamos como corbata.
Ese pedazo de tela enlazado que llevaban en el cuello, seguramente como elemento protector, echó por tierra de una palada —y no hace tanto tiempo, como puede apreciarse— la hegemonía histórica de Italia como precursora de la corbata, con el focolare o pañuelo propio de los soldados romanos, que tan bien se observa en la Columna de Trajano (113. d.c.). Los Guerreros de Terracota ya portaban pañuelos anudados al cuello por lo menos desde el 221 a.c.. Esto es, mucho antes. Ya saben, al final todo procede de China.
Más de dos mil años después de la primera aparición pública de lo que se ha ido transformando a lo largo de los años en lo que conocemos hoy como corbata —el término deriva del italiano cravatta, que a su vez está tomado de ‘croata’, punto de partida del pedazo de tejido anudado con más parecido a la corbata actual—, todo parece apuntar a que su uso languidece por momentos.
Los entrepreneurs y startuperos de la posmodernidad tecnológica se presentan en público con zapatillas, vaqueros y camisa o camiseta; si acaso, y si la ocasión lo merece, portan una chaqueta. Pero ni rastro de la corbata, asociada hoy en muchas actividades como un símbolo defenestrado, como un impresor de estatus del que parece que se quiere rehuir.

La informalidad es la nueva formalidad. “Es curioso, porque las diversas generaciones que he conocido en el ámbito de los negocios, existe un perfil muy definido de ese ejecutivo complicado, a veces difícil de tratar. Hace 20 años he visto ese tipo de ejecutivo con traje y corbata, y hoy existe el mismo perfil, exactamente el mismo, lo que ocurre que va con vestido con zapatillas y camiseta”, anota a Fleet People Ricardo Martín, ex primer ejecutivo de Flotas de Kia en España y hoy al frente de la empresa de soluciones de movilidad Baiback.
El hábito no hace al monje. Y nunca fue así, pero en el caso de la corbata, su utilización está claramente indexada a un estereotipo de éxito, de estatus, del que difícilmente se puede uno desprender.
https://fleetpeople.es/trajes-vestuario-clasico-masculino/
Corbatas: ¿Una mala inversión?
En el año 2010 se comercializaron en el mundo más de 115 millones de corbatas. La cifra parece algo más que imponente pero, si se divide la cifra entre la población mundial, el resultado es completamente ridículo: en esa fecha tocábamos a exactamente 0,17 corbatas por habitante.
Y en la actualidad, ese equivalente por persona es de 0,10 unidades.
El gran problema, para los grandes amantes de este complemento, es que las ventas no dejan de caer y no da la impresión de que la tendencia se dirija a otra cosa que no sea continuar con una caída en picado.
Se calcula que este ejercicio concluirá con 76 millones de corbatas distribuidas en el planeta, lo que supondrá un descenso de un 34% en ocho años. Y se estima que cederán hasta 70 millones, un 40%, en el horizonte de 2021.
La realidad es que la corbata está asumiendo un cambio de tercio tan drástico como el que está atravesando actualmente la sociedad de la digitalización, y en un brevísimo espacio temporal.
https://fleetpeople.es/oud-madera-cara-mundo/
Si ese ritmo continúa… ¿Se perderá el uso de la corbata definitivamente o quedará relegado como un complemento ocasional o puramente de moda, como ocurre con el chaleco en los trajes para caballero, imprescindibles hasta que se inventó la calefacción?
Ahí está la respuesta, probablemente. Como casi una norma, el desuso de una prenda o un complemento de moda siempre ha tenido una explicación práctica.
Cada vez se usan menos abrigos porque hace menos frío, el chaleco feneció al hacer clic y conseguir encender un aparato que calienta las casas y las oficinas, el reloj de bolsillo tuvo que hacerse a un lado por culpa de las correas y la encantadora navaja de afeitar languidece porque las maquinillas desechables son más cómodas —aunque no más baratas, desde luego—.
https://fleetpeople.es/mejores-camisas-vestir/
En el caso de la corbata, el complemento de adorno por excelencia del caballero, no existe razón alguna que explique su desuso más allá que la evidente malinterpretación que muchas veces provoca llevarla puesta: es muy probable también que su extendido uso en el mundo de las finanzas tenga buena parte de la responsabilidad en esa paulatina caída en desgracia de un ítem que no es más que un fantástico adorno.
Paradójicamente, muchos de los iconos de la nueva modernidad, como Mark Zuckerberg, el patrón de Facebook, son muy conscientes del significado que se desprende de su uso. Eso sí, no la utiliza nunca, salvo cuando le conviene.

En su última aparición en el Congreso de Estados Unidos para declarar sobre el escándalo con la cesión de datos personales de sus usuarios, Zuckerberg acudió con traje y corbata.
La última vez que lo había hecho fue en 2009, casi una década antes.
“Cuando comenzó la crisis de 2008, quise mostrar a todo el mundo en Facebook que ése (2009) era un año muy importante para nosotros. Las grandes empresas prosperan cuando invierten más en las situaciones de recesión en las que todo el mundo hace recortes. Pero las grandes compañías también deben asegurarse de que son sostenibles y fuertes desde el punto de vista financiero. Mi corbata fue el símbolo de lo importante que era ese año. La llevé puesta todos los días para demostrarlo”, aseguraba el directivo en una entrevista el año pasado.
Seriedad… ¿Qué seriedad?
De que la corbata aporta seriedad no hay duda, pero de ello no debe derivarse una connotación negativa.
Es, simplemente, un complemento más. ¿Seriedad? Parece claro que el mundo de las finanzas ha hecho mucho daño a este pedazo de tela.
Piensen por un momento en los Zoot Suits (un estilo de vestir con traje y corbata extremadamente anchos popularizado en 1940) o en las setenteras Kipper Ties o corbatas ‘arenque’; fíjense en las que portan los payasos —o sus hermanas, las pajaritas— o en el atuendo fantástico del actor Mike Myers en la saga de filmes de Austin Powers.
https://fleetpeople.es/zoot-suit-traje/
¿Pero es que acaso son serias las corbatas hawaianas?
El hombre más rico de su época, Aristóteles Onassis, llevaba casi siempre una corbata sin anudar y ofrecía una desenfadada imagen con ello, y Giovanni Agnelli (en el apoyo de la anterior doble página) jugaba con el largo de sus corbatas en función del humor con el que se despertara por la mañana. Muchas veces, el resultado final era sumamente divertido.
El origen de todo
En plena efervescencia de las start-ups digitales, del aborrecimiento del automóvil por parte de nuevas empresas de movilidad que paradójicamente rentabilizan sus negocios gracias al coche, bajo ese entorno cool parece una condición sine qua non figurar sin corbata.
El origen de todo, de esa cierta manía, bien se puede comprobar si nos retrotraemos al último periodo global de explosión económica —más bien seudoeconómica—: la burbuja puntocom de comienzos de la década de 2000.
Y lo reflejó de un modo maravilloso Emanuel Derman en el libro Mi vida como un Quant (2007).
“El modo de vestir empezó a cambiar. A finales de 1999, el Nasdaq estaba en su punto más alto. Se acercaba al precipicio. Y llegaban también nuevos cracks en los códigos de vestimenta formal. Cada día que pasaba, una firma [de inversión] nueva anunciaba que la ropa informal sería de rigor [sic] a partir de ahora. Veía, cada mañana, a colegas que antes vestían con trajes azul marino venir a trabajar en vaqueros, chaquetas deportivas y con la camisa abierta. En Goldman [Sachs, el banco de inversión], esto empezó en las divisiones más plebeyas. En Equities, la división considerada como el último bastión en Goldman, en un primer momento se impuso el casual fridays [los ‘viernes informales’: sin, traje, sin corbata]. Uno de los compañeros destacados de mi área, sin embargo, continuó llevando traje y corbata, incluidos los viernes. Alguien le preguntó un día que por qué no vestía de modo informal ese día, a lo que respondió: ‘Bastante tengo con llevar un uniforme a diario. Llevar diferentes tipos de uniformes en diferentes días de la semana es demasiado’”.

Derman fue director general de Goldman Sachs y uno de sus gurús matemáticos —un quandt—. En ese párrafo resume a la perfección cómo el banco quiso desabrochar las corbatas de sus ejecutivos para dar una imagen más cercana y relajarse al calor de la burbuja puntocom.
Eso que trató de hacer ese banco lo trataron de ejecutar miles de empresas en diferentes tempos —quitar un uniforme para poner otro— aunque, al final, la corbata volvió a su lugar de origen: el cuello de la camisa.
https://fleetpeople.es/afeitado-clasico/
Hoy no sabemos si la explosión de nuevas empresas digitales en todos los ámbitos económicos y su aprovechamiento de elementos como el Big Data concluirá en debacle, como hace 20 años, o con éxito.
Pero sí es inevitable mencionar los paralelismos. Que elementos estéticos como la corbata están volviendo a sufrir embistes bajo un falso halo de modernidad que se basa en la idea de que no llevar corbata es fashion y acorde con la era digital y llevarla, propio de extraños seres analógicos.
Es posible que, y aunque se reduzca su oferta global, la corbata, el lazo anudado al cuello que fue visto por vez primera hace 2.250 años, siga siendo lo que es: un complemento estético de indudable valor, independientemente de que quien la porte se dedique a las finanzas, sea panadero, fontanero o ministro.
‘L’ avvocatto’, Un disruptor genuino con el lazoSalvando al Duque de Windsor, pocos innovadores de la moda masculina hay de un calibre semejante al de Giovanni Agnelli, el histórico patriarca del grupo automovilístico Fiat (1921-2003). Observar su puesta en escena debió ser un ejercicio imprescindible para quienes le rodearon a diario. Una de sus grandes predilecciones era atribuir a la corbata su sentido original, esto es, el de lazo; y debido a esta razón le otorgaba a la el largo que quisiera o le apeteciera, según su humor del día. En la imagen, L’Avvocato en su última aparición pública en España, en el año 2000 en Madrid, portando un magnífico nudo Balthus, que deja asomar la parte más ancha de la corbata acortándola al máximo. Existen 85 posibilidades matemáticas de anudarse una corbata. |













