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La sombra de los aranceles de Trump sigue alargándose sobre el mercado del automóvil en Europa

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Incertidumbre. Esa es la palabra que mejor define la situación que están viviendo el sector del automóvil y la práctica totalidad de las empresas europeas debido a los vaivenes que están sufriendo los aranceles con los que el presidente Trump ha amenazado al mundo entero.

En una decisión sorprendente, el pasado jueves 28 de mayo, el Tribunal de Comercio de Estados Unidos paralizó gran parte de los aranceles impuestos por el republicano, aunque el fallo no afectaba al gravamen del 25% que recaía específicamente sobre automóviles, acero y aluminio.

Sin embargo, solo unas horas más tarde, la Corte de Apelaciones estadounidense dejó sin efecto esa resolución y volvió a reactivar esas tasas. Eso ha envalentonado aún más a un Donald Trump que, el fin de semana pasado, anunció su intención de elevar del 25 al 50% los aranceles al acero y el aluminio importados de la Unión Europea.

La medida no ha sentado muy bien ni a la Unión Europea, que ha anunciado que aplicará medidas recíprocas «si las circunstancias lo requieren», ni a los mercados y los fabricantes del Viejo Continente, que se debaten entre la inquietud y la zozobra.

Los aranceles —incluso cuando no se aplican plenamente— ya están afectando decisiones logísticas, inversiones de capital y estructuras de coste

Esta guerra abierta, de la que no se atisba una solución a medio plazo, confirma una realidad que el sector ya percibía con claridad: la política comercial ha dejado de ser previsible. Y mientras se reactiva el debate sobre el papel del proteccionismo en una economía global fragmentada, la movilidad corporativa en Europa se ha convertido en una de las áreas de impacto más inmediatas.

Más allá de la industria: la movilidad como activo geopolítico

La automoción ha dejado de ser solo un negocio. A día de hoy representa uno de los vértices donde confluyen política industrial, transición energética y autonomía estratégica. Los aranceles —incluso cuando no se aplican plenamente— ya están afectando decisiones logísticas, inversiones de capital y estructuras de coste. Los fabricantes ajustan producción, replantean sus plantas y presionan a sus proveedores para asegurar componentes en un entorno volátil.

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Ursula Von der Leyen: FOTOGRAFÍA: PHILIPPE BUISSIN / PARLAMENTO EUROPEO

Por ello, el parque europeo no puede quedar a merced de la política exterior de terceros países. Pero la autonomía estratégica no solo se defiende en los despachos: también se construye desde la base operativa, a través de modelos de movilidad flexibles, escalables y adaptables a entornos de crisis. Esto exige integrar herramientas de análisis, trazabilidad, control de ciclo de vida y reacondicionamiento de vehículos existentes. Exige también repensar las prioridades: no siempre renovar significa avanzar. En muchos casos, optimizar, reconfigurar y alargar ciclos puede ser la decisión más inteligente.

Ante la incertidumbre: resiliencia, trazabilidad y adaptación

En este escenario, hay un elemento que está ganando peso como solución estratégica: el vehículo de ocasión y, particularmente, en sus versiones seminuevas o de uso corporativo hablamos de un ajuste coyuntural, sino de un nuevo equilibrio entre disponibilidad, coste, emisiones y control de ciclo de vida. Las empresas necesitan garantizar movilidad, pero sin quedar expuestas a la volatilidad de un mercado primario condicionado por decisiones políticas que se toman a miles de kilómetros.

En este escenario, hay un elemento que está ganando peso como solución estratégica: el vehículo de ocasión y, particularmente, en sus versiones seminuevas o de uso corporativo

Los datos lo respaldan: en 2024, el precio medio del vehículo de ocasión en España superó los 20.000 euros, impulsado por la escasez de oferta nueva y los efectos residuales de la crisis de microchips. Pero más allá del precio, lo relevante es el cambio de mentalidad: las empresas ya no compran solo por necesidad, sino por optimización. La gestión de flotas se profesionaliza, las decisiones de recompra se basan en trazabilidad, y la digitalización —con modelos como el de Manheim— permite garantizar eficiencia, transparencia y control en cada etapa del ciclo de vida del vehículo.

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Una hoja de ruta desde la realidad

Mientras Europa impulsa alianzas para la producción de baterías y refuerza sus cadenas de valor, las empresas deben tomar decisiones inmediatas. Y en ese equilibrio entre lo macro y lo operativo, la movilidad de flota —tanto pública como privada— se convierte en uno de los primeros termómetros del nuevo ciclo industrial.

Los responsables de flotas corporativas no pueden actuar como si el contexto no hubiera cambiado. No pueden depender únicamente de la disponibilidad de vehículo nuevo ni de unas condiciones fiscales y logísticas que hoy son volátiles. La planificación se ha vuelto un ejercicio de anticipación y contingencia.

Una flota de vehículos de renting, en una imagen de archivo. FOTOGRAFÍA: KROM

En este marco, el vehículo de ocasión adquiere un rol cada vez más relevante. No por su naturaleza de ‘segunda vida’, sino por su capacidad de adaptarse mejor al presente: plazos más cortos, costes más predecibles, menor dependencia de proveedores únicos. Lo que hace apenas unos años era una solución temporal, hoy se consolida como parte del diseño estructural de muchas flotas europeas.

Me gustaría hacerme eco de una frase de Didier Van Bouwel, director de desarrollo estratégico de Cox Automotive, en la que afirmaba que los aranceles «representan una amenaza a la competitividad de los vehículos eléctricos europeos, pero también pueden catalizar el impulso de la producción y la innovación local europea».

Porque en un mercado condicionado por factores externos, la capacidad de adaptación se ha convertido en el mayor activo competitivo.


Pablo Yllera es director general de Manheim España

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