Corría el año 1982, Javier Barrón tenía un flamante título de ingeniero industrial y se disponía a ocupar un puesto de operador en la central nuclear de Lemóniz cuando el programa se suspendió y se quedó “colgado”.
No sabía muy bien por dónde salir, así que echó una solicitud para una beca en una empresa de textil infantil: “El director de Ginkana, un hombre brillante, buscaba ingenieros porque quería informatizar la compañía (pese a la precariedad informática del momento”), reconoce Barrón.
Aunque pensaba que el mundo de la moda no era lo suyo, voluntarioso y trabajador, nuestro entrevistado hizo todo lo que se le pedía con meticulosidad ingenieril (informatización de sistemas ERP, patronaje en ordenador, robós de corte, almacenes automatizados, logística…). Terminada su beca, se dispuso a volver a “lo suyo”. Pero su entonces jefe volvió a intervenir.
“Me ofreció ampliar conocimientos en el mundo de la moda, pasar de nivel, hacer un máster y llegar a la Gerencia. Y así lo hice”, explica a Fleet People. El acierto fue total. En los 14 años que Barrón trabajó allí, Ginkana pasó de facturar 500 a 5.000 millones de pesetas, 30 millones de euros.
Con estos antecedentes tan impresionantes, no es extraño que la familia Batarrita, dueña de una empresa textil fundada en 1970 y de la exitosa marca Merry Hat, le contactase en 2012 para gestionar la transición a las manos creativas y comerciales de la segunda generación de la casa. Esta nueva aventura escondía un dulce caramelo. Nada menos que Highly Preppy, una marca de lujo accesible, creada por la hija de los fundadores en 2008.
“Izaskun Batarrita tiene una visión impresionante y muy original de la moda. Ha aprendido diseño con su madre y en las mejores escuelas del mundo, lo que le ha permitido alumbrar una marca especial, diferente y con alma”, afirma el directivo.
Merry Hat y Highly Preppy estuvieron conviviendo una temporada, ya que eran distintas y se dirigían a públicos diferentes. Pero mientras que la primera iba perdiendo fuerza, la segunda iba creciendo como la espuma hasta que, finalmente, Merry Hat cerró y todos los ojos y recursos se dirigieron a Highly Preppy.
La revolución “Preppy”
Cuando Barrón aceptó ser CEO de Highly Preppy lo hizo con muchísima ilusión y muy consciente de que se enfrentaba a un gran reto.
“La estrategia debía ser simple, cristalina y concreta. Lo primero era pensar que podíamos ser líderes en nuestro nicho de mercado y crear un motor económico que permitiera ver un horizonte de negocio sin límite en el tiempo. Es decir, no depender de la primera generación. Lo segundo, profesionalizar la estructura de la compañía y lo tercero, saber gestionar a los familiares implicados en ella”, resume Barrón.
Siete años más tarde, la evolución conseguida es palpable. La marca tiene hoy una distribución consolidada online y se comercializa en 200 puntos de venta en España, Portugal y Bélgica. Cuenta además con tres flagship stores, uno en Bilbao y dos en Madrid. “Las tiendas son tan originales como las colecciones que en ellas se exhiben. Todas tienen una imagen cuidada, para que las clientas se sientan especiales. La de Claudio Coello [en pleno centro de Madrid] es todo un espectáculo y plasma a la perfección todo el universo de la marca, guiños a Harvard incluidos, donde nació el movimiento preppy”, afirma Barrón.
La decoración limpia, con paredes rosas y blancas, permite que los diseños destaquen en todo su esplendor.
“La riqueza de Highly Preppy es espectacular, desde los materiales a los acabados, los bordados, pasando por los patrones, todos ellos propios de la marca”, indica orgulloso el consejero delegado de la empresa.
La apertura de estas tiendas tiene por objetivo acercarse más al público final y descubrir el universo completo de Highly Preppy. Pero no pretende eclipsar en absoluto a las tiendas multimarca donde se vende.
“Ahora iniciamos nuevos planes para ayudar a modernizar y adaptarse a los nuevos tiempos a nuestros clientes distribuidores. Queremos ofrecerles un programa de socios comerciales que mejorará su rentabilidad, al mismo tiempo que nos permitirá tener más presencia a nivel de calle”, comenta el entrevistado.
Visto lo visto, no es extraño que Barrón esté encantado de haber cambiado la ingeniería por la moda.
“Muchas veces bromeo y digo que, si estuviera en la central nuclear estaría gordo, calvo, aburrido y, seguramente, prejubilado. Pero en esta industria no me he aburrido ningún día; no he parado y estoy feliz”.
Como tiene que ser.










