Qué gran libro de Juan Madrid y qué buena traslación al cine del director Imanol Uribe. Días Contados. Libro y filme se mostraron al público por vez primera en 1994, hace ya casi 25 años. Me acordé de la peli hace unos meses, cuando la ministra de Transición Ecológica —menuda chorrada de nombre para un Ministerio—, Teresa Ribera, de repente tuvo una revelación mística y afirmó que eso, que el diésel tenía los días contados. Pero mira tú que ahora parece ser que donde dije digo, digo Diego y, me da que más por miedo a posibles represalias electorales que por un arrebato de cordura, el Consejo de Ministros de mañana se olvidará de la prohibición del diésel a partir de 2040.
Qué gente más maja esta que nos gobierna.
El diésel, sí. Ese combustible chungo que llevan los repartidores, los machacas, los tunantes de las fregonetas; los currelas fulleros que aparcan donde pueden. Sí, esos a los que les flipa llevar su furgo con arañazos, bollos y con una antigüedad máxima. Esos que claro, prefieren tener su vehículo comercial viejo; les mola contaminar; esos que ganan poco más de mil pavos. Y ni eso. Que no pueden renovar su vehículo. Culpables. Vosotros tenéis la culpa de todo esto. Por pobres. Por ser gente de la calle. Y qué decir de la gasolina. ¡Vamos! Vosotros sois los peores.
Manda narices que una Administración que repica al personal día sí, día también con el mantra de que son ellos, y no otros, los que están del lado del pueblo, de la gente de la calle, manda narices que sean ellos los que están atacando de un modo directo el bolsillo de quienes dicen proteger. Porque una cosa es el buenismo y querer salvar el planeta, y otra la realidad de la rúa, que es muy jevi.
Parece ser que mañana, por fin, el Consejo de Ministros se la va a envainar y va a establecer una hoja de ruta con objetivos para el tema de las emisiones. Vamos, lo que viene siendo la hoja de ruta que ha marcado desde un principio el cuórum que alcanzaron recientemente la Comisión Europa y el Parlamento Europeo.

Pero no me digan que esto no es un cachondeo. Muy previsiblemente, mañana volveremos a escuchar la historia del “trabajo común” entre la Administración y el sector de automoción, que si es que hay que luchar para reducir las emisiones, que si hay que fabricar más coches eléctricos, que si hay que “trazar objetivos ambiciosos”… Que no, que no, oiga. Si la cosa está muy clara. Los vehículos son responsables de entre el 18% y el 25-30% de la contaminación de una ciudad, pero hasta la fecha no parecen sino culpables del cien por cien. Porque del resto, ¿para qué vamos a hablar? Aquí está la buena pipol del automóvil para pagar la fiesta.
¿Postes de recarga para coches eléctricos? Madrid instaló menos de 10 el año pasado. En 2018, sí. Menos de 10. Es decir, yo, que soy la Administración, la Cosa Pública, que velo por los intereses de los ciudadanos, que quiero que conduzcan vehículos con pocas o nulas emisiones, Yo, Claudio, digo que sea el automóvil el que ponga —en la vía pública, en la calle, que es de todos— todos los puntos de recarga eléctricos. Que paguen la fiesta verde.
Eso se lo decimos, eso sí, con la boca muy grande a muchas de esas empresas de automoción, esas exactamente, que suponen el 10% del Producto Interior Bruto de España. Esas que aportan que aportan unos 80.000 empleos directos a este país. Muy español esto, ¿verdad? ¿Emisiones? A por el sector del automóvil. ¿Culpable? El sector del automóvil. ¿El empleo de mi cuñado en la cadena de montaje de Seat en Barcelona, de mi hermana en el área de embutición de Opel en Zaragoza, de mi padre en la fase final de montaje de Ford en Valencia, de Peugeot y Citroën en Vigo, de Volkswagen en Pamplona? ¡Ah, oiga, a mi eso no me lo toque! ¡Eso se da por hecho!

Pues no lo den por hecho. Porque las empresas están para generar riqueza, sí. Para ser socialmente responsables, sí. Para lo que ustedes quieran, pero son empresas. Y el objetivo número uno de una compañía es generar beneficio para sus accionistas. Ser rentable. ¿Cómo de rentables? Lo que ellas consideren. ¿O es que al panadero de la esquina le pedimos cuentas sobre si gana más o menos y sobre cómo tiene que vender?
A mi me parece fetén que exista una zona cero central en Madrid, por ejemplo, en la que no se circule o se haga sólo con coches eléctricos. O con patinetes. O en carritos de bebé, si hace falta. Y todo este tipo de medidas. Pero lo que no puede ser es que quienes nos gobiernan, en general y con los cientos de casos de corrupción política que se han vivido, juzgados y que aún se juzgan en este país, de uno y de otro lado, lo que no puede ser es que se pretenda dar una vuelta de tuerca de 360 grados al modelo de negocio, de vida y de funcionamiento de un sector y al sistema y uso de la movilidad por parte de una sociedad a golpe de palabras vacías, de charletas de garito tardío y de decretos porquesí, pero sin mojarse un ápice. Es más, colocando encima de la mesa apenas una mota de toda la pólvora del Rey —dinero público, nuestro, suyo, mío—, unos cuantos milloncejos para “apoyar” el Gran Cambio desde la cosa pública.
Eso, en un país, España, que tiene que soportar un coste anual de 90.000 millones anuales por cuenta de la corrupción. 90.000 kilos equivalen a 1.950 euros cada año para cada español, una paga extra de primera. También equivalen al 8% de nuestro PIB y cuadriplica la cuantía anual de dinero público que se destina a los parados, algo menos de 20.000 millones anuales.

Pues nada. Que digo yo que mañana puede ser un gran día. Un día en el que los españoles, un país en el que el sueldo medio es de 1.600 euros mensuales, a lo mejor pueden volver a pensar en que esto del gasóleo no está tan mal. Del gasóleo moderno y eficiente, se sobreentiende, que no me refiero a otra cosa. De ese por el que se decantaron el 67,13% de todas las matriculaciones de renting que se efectuaron en nuestro país el año pasado —casi siete de cada 10 ventas con mecánica diésel—, y de ese que supuso el 72,26% de todas las compras directas de vehículos corporativos efectuadas por empresas: también llevaban el innombrable sello del gasóleo.
Digo yo que, teniendo siempre en cuenta que cierto es que la fiebre del diésel que ha vivido España durante algunas décadas ha sido un poco crazy (aunque precisamente haya sido loada e impulsada por nuestros queridos y diferentes Gobiernos durante muchos años), que digo yo que me parece que aquello de Días Contados tendrá, a partir de mañana, una relación bastante más directa con la propia realidad del Gobierno que con el desarrollo de un tipo de carburante que sigue siendo una maravillosa opción de propulsión de movilidad.