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Juan Arús
Juan Arús
Periodista económico apasionado en transformar objetivos en resultados, Juan Arús (Madrid, 1975) ha trabajado para diversos medios de comunicación escritos de España, generalmente económicos y habitualmente en las secciones de Empresas y Automoción. Gran aficionado a la moda masculina, cuenta con un vasto repertorio de artículos de referencia publicados sobre vestuario clásico en diferentes medios. Edita y dirige Fleet People desde 2015.

La que montaron. Cuando el Supremo confirmó en junio el límite de una licencia nueva VTC por cada 30 de taxi, pensaba que ya se había acabado la movida. Que por fin descansaban todos los que estaban metidos en el business. Todos, incluso los taxistas y sus grupos de presión —que algunos tienen muchas licencias VTC, sí— porque esa decisión del Supremo supone que las VTC se concederán con cuentagotas.

Y eso mantiene el chiringuito.

¿Por qué? Si ahora mismo hay concedidas unas 9.000 VTC en España y quedan pendientes otras 6.000 en los tribunales —que salen adelante todas poco a poco—, ¿Qué significa? Que el mercado continúa protegido. Cerrado.

¿Consecuencia? El precio de la licencia se mantiene y revaloriza. Y eso contenta a quienes han negociado con las licencias desde los dos bandos. También se frotan las manos los fondos de inversión que se están forrando; y alguna asociación del sector, que maneja alguna VTC, estará feliz, digo yo.

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Piensen una cosa. Sobre el papel, obtener una licencia VTC es un trámite burocrático casi gratuito y ahora mismo las licencias de ese tipo para Uber o Cabify están por entre 40 y 50.000 euros. En el caso de los taxistas, una licencia en Madrid cuesta 125.000 euros. Tranquilamente. El hecho de que el Supremo haya regulado de nuevo el sector, algo a lo que se opone Competencia (a quién le importa lo que diga esta people, ¿no?), debería haber calmado la cosa. En muchos países, Las VTC no se acotan. Son un mercado libre. Cualquiera puede tener una, cumpliendo unos requisitos.

Usted y yo no podemos. Miento. Sí podemos, y esa es la trampa, pero si se tiene que mantener la proporción de una VTC por cada 30 de taxi —hoy es de siete, ya que hay 65.000 licencias de taxi—, pues ya me dirán ustedes si eso no es constreñir un mercado de modo artificial en pleno siglo XXI.

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Por eso me pregunto qué demonios más quiere el taxi. Aunque me da en la nariz que el cotarro de las licencias lo manejan unos pocos y ponen de pantalla al resto para que la monten en la calle. ¿De qué me sonará esto, oiga?

El taxi debe comprender que el mundo cambia. Están ¿empezando? a exprimir al personal aprovechando la decisión del Supremo, que mantiene calientes sus bolsillos, pero deben asumir que no son un gremio simpático para buena parte de la sociedad. Y no creo que me equivoque mucho en esto. Y no lo digo por sacudir. Y me parece que esta realidad ha ido a peor con la que montaron en julio.

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