¿Recuerdan aquella película de Sam Mendes, protagonizada por Di Caprio y Kate Winslet que eran una pareja que no paraba de discutir? Aunque da título a este artículo, yo no pude acabar de verla (no me gusta discutir, ni ver como lo hacen). Al Nissan Qashqai tampoco. Él marca su ley, todos le siguen, revoluciona la carretera… y punto
Sí, porque este que estás viendo (pero en blanco y con cambio manual) es el coche más demandado en el mercado del renting en nuestro país. En los tres primeros trimestres de este año es primero en ventas en renting de empresas, con 5.373 unidades (6,3% más que el periodo equivalente de 2018). También en las mismas fechas, con 23.486 unidades, es tercero en ventas en mercado absoluto, por detrás del Seat León y el Dacia Sandero.
En España, y por orden, Volkswagen, Renault y Peugeot son los pesos pesados en el campo de las flotas y no solo ellas, sino todas las que operan están repletas de fantásticos y experimentados profesionales que trabajan (seguramente) más de ocho horas al día, (seguramente) más de cinco días a la semana para conseguir lo que ha conseguido (la “pequeña”) Nissan con el Qashqai. Impresionante.

Bueno, tal vez no sea “impresionante” lo que deba escribir, sino “lógicamente” porque “el que no arriesga, no gana” y “el trabajo duro tiene su recompensa”. Casi siempre.
Pero vayamos un paso más en esta divagación filosofal improvisada: ¿Cuánto dura el éxito? Mi madre, ama de casa con una inteligencia casi innata para salir adelante al quedarse huérfana de padre siendo adolescente, me dice siempre: “es difícil llegar, pero es más difícil mantenerse”.

Sí, mamá, tienes toda la razón del mundo… aunque el Nissan Qashqai te lleve la contraria. Corría el año de gracia de 1999 y Nissan estaba en caída libre. No solo no atraían clientes nuevos, sino que los de toda la vida, los amantes de la marca, los incondicionales, salían corriendo en dirección contraria a la de cualquiera de sus concesiones. El término “estampida humana” se acuñó debido a Nissan.

Un icono genuino
Bromas aparte, la situación era realmente preocupante. Hasta que llegó él. Y “él” no es el fleet car de este número, no. Él es “ÉL”. El nuevo enviado, el nuevo mesías, el nuevo salvador, el nuevo “man of the moment”… Carlos Ghosn. El hombre que ilusionó, revolucionó, cambió, redirigió y revirtió la marca Nissan. Sí, también despidió empleados —21.000—, cerró cinco fábricas, recortó suministradores y proveedores, subastó activos y hasta vendió la división aeroespacial de Nissan (no, yo tampoco sabía que la tuviera).
Pero, a la sazón, este “Superman” parece haber sido vencido por su kriptonita: el año pasado fue detenido por evasión de impuestos y fraude fiscal… por su patrimonio personal, ojo. Una de las personas más carismáticas, inteligentes, visionarias, férreas, revolucionarias y todopoderosas del mundo del motor… (y millonaria, por supuesto) envuelta en este escándalo por un poco de dinero. Cerramos este apartado con una frase vital tomada de Rocky I: “Si quieres bailar, tienes que pagar a los músicos, Bob”.

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En 2007, en plena efervescencia Ghosn, el mundo asistió al nacimiento del Nissan Qashqai. Y nadie se dio cuenta de lo que iba a pasar. Medios especializados, personas de a pie, vendedores, gurús, economistas, fabricantes… Nadie se inmutó. Pero se había abierto un perfume que embriagaría a millones de compradores: el SUV. El resto, como suele decirse, es historia y hoy en día, todos queremos un SUV, y a ser posible, un Qashqai.
Se trata de un coche, en la generación actual, de 4,4 metros de largo con 2,6 metros de distancia entre ejes. Es, por tanto, aún un coche mediano tirando a pequeño. Si queremos algo más pequeño, acaban de lanzar el renovado Juke y si queremos algo más grande y campero, tenemos el X-Trail. Aun así, el Qashqai se las arregla para tener cinco plazas muy correctas, pero un maletero de solo 430 litros, que abatiendo los respaldos se puede ampliar para cargar objetos voluminosos. Si echamos un vistazo al Seat Ateca, rival natural, el español mide un pelín menos de largo y le gana por casi cien litros más de maletero. Bueno, el rey tiene sus debilidades.

Conduciendo el coche encontraréis una gran calidad en su fabricación. No ya que los materiales de su salpicadero o consola central tengan buen tacto y fantástica apariencia de resistencia a la fatiga y trato duro, sino que el coche está bien ensamblado. Todo ajusta al milímetro, no hay ruidos ni “grillos” con la rodadura y nos da sensación de calidad. También nos alegra que esté tan bien insonorizado. En parte por el bajo ruido del motor y en parte por la capacidad aislante de materiales.
También nos gusta el gran número de huecos para dejar objetos y vaciar los bolsillos con los que cuenta en su consola central. No solo el hueco bajo el reposabrazos, que tiene una bandeja y el hueco inferior propiamente dicho, sino huequitos y lugares para dejar unas monedas, la cartera, la llave del coche, las de casa… “sititos” que nos hacen llevar todo colocado y a mano.

La estabilidad en el paso por curva es elevada y nadie tiene que preocuparse por nada. Pero no sería una prueba de Fleet People si no hiciéramos un análisis pormenorizado del comportamiento del coche. Al límite, el Qashqai es claramente subvirador (gira menos de lo que le pedimos) y eso que su tren trasero está bien afinado y acompaña al delantero.
Si le exigimos un giro rápido y corto, lo hará sin rechistar, lo que habla muy bien de él. Y si le pedimos eso mismo, pero a alta velocidad, actuará el control de estabilidad y frenará la fiesta (o evitará el accidente).
Rutero incansable
Gran parte de los buenos resultados del coche en el paso por curva es debido a los neumáticos Michelin Pilot Sport 225/45 ZR 19 que montaba nuestra unidad de pruebas. Comprobad si vuestro coche de flotas los lleva antes de darle al gas. Con ellos, además y sobre todo, hemos de admirar la capacidad de frenada que tiene el coche. Los frenos tienen buena mordiente y los Pilot Sport se pegan al asfalto como lapas para detener al Qashqai. Buen equipo.
El motor es un rutero incansable, y eso que solo tiene 115 CV. Cuenta cuatro cilindros y 1,5 litros de cilindrada, inyección directa por raíl común y turbo de geometría variable. Rinde 260Nm a 2.600 rpm y eso es una buena cifra de par, pero alta de revoluciones y, al final, le falta un pelín de respuesta a bajo régimen.

Por su parte, los consumos rondan los 6-7 litros en un uso normal por lo que andan en consonancia con el segmento. Podemos encontrar este motor asociado a un cambio manual de seis marchas, que es el que suele estar en flotas, o acompañado del cambio automático de siete marchas de embrague doble. Hasta que no hemos leído en la ficha técnica que era de doble embrague, pensábamos que era por convertidor de par tradicional y hasta tuvimos ciertos “miedos” a que fuera CVT. Con eso creemos decir todo acerca de lo que nos parece este cambio automático.
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Con este motor diésel de 115 CV y el cambio DCT de siete marchas, el Qashqai mantiene cruceros legales a bajas revoluciones y apenas tiene que reducir una marcha en repechos o subidas. Eso sí, si viajamos cargados la cosa cambia y el cambio reduce dos o tres marchas para mantener el motor en zona de par y mantener el ritmo. En los adelantamientos, sube de vueltas con facilidad y corre más de lo que parece (porque hace poco ruido).

Aunque hemos tenido la versión más equipada, desde el acabado Visia contaréis con aire acondicionado o pantalla TFT en el cuadro de relojes. No es mucho, la verdad. En el siguiente acabado, Acenta, ya monta climatizador bizona. Pero hay que esperar hasta el acabado N-Connecta para encontrar los primeros atisbos de seguridad preventiva y eso es un mal endémico en muchos fabricantes.
Bien, tras la plegaria, llegamos a la parte espinosa. La dirección tiene asistencia eléctrica, lo que ahorra combustible, pero informa poco de lo que pasa bajo las ruedas y, además, tiene 3,2 vueltas de volante entre topes por lo que es más lenta que “la infancia de Heidi”. Tampoco nos convence la regulación longitudinal de la banqueta.

La caja de cambios no cuenta con “navegación a vela”, es decir, no pasa automáticamente a punto muerto cuando las condiciones de circulación lo propician, por ejemplo, bajando una cuesta. Esto hace que el motor siempre retenga en las bajadas y, consecuentemente, el coche pierda velocidad. Y, para acabar con la parte que consideramos os va a gustar menos del coche, deciros que la pantalla central tiene reflejos y, en ciertas circunstancias de sol, no se acaba de ver claramente.
Son algunas sombras creadas por un sol brillante, si nos permiten la cursilada. Ahora en serio, el Qashqai tiene razones más que de sobra para estar donde está: cuota ajustada, equipamiento suficiente, carrocería de moda, habitáculo espacioso, motor resolutivo y calidad japonesa.











