El mundo del caravanning cuenta con una pléyade de incombustibles followers que pueden equipararse a aficionados tan concretos como los moteros, los groupies musicales o los friquis tecnológicos. Y no son pocos.
Este negocio gestiona unos ingresos globales que se miden en miles de millones de euros y en el que sus grandes campeones empresariales, la mayoría desconocidos, se cuentan con los dedos de una mano tras años de consolidación de un sector que continúa digiriendo el boom comercial que provocó Covid-19.
Asociadas a un estilo de vida libre y ocioso con el aire libre como seña de identidad, las caravanas, autocaravanas y campers han vivido una explosión de ventas en las principales regiones del mundo que se entiende bajo el prisma de la pandemia, que adelantó múltiples decisiones de compra e impulsó nuevas adquisiciones con el fin de obtener un medio de movilidad individual, independiente y alejado de la masa social.
En 2019, las ventas de motorhomes, caravanas y campers cerraron en Norteamérica, el primer mercado global para este tipo de vehículos, con algo más de 450.000 unidades, a lo que hay que sumar las 211.000 unidades registradas en el continente europeo, el otro gran bastión para este negocio.

Cifras que, a priori, no escandalizan teniendo en cuenta que cada año se venden cien millones de vehículos en el mundo, pero que encierran un goloso secreto: el precio de transferencia por cada unidad es inmenso si se compara con cualquier vehículo, lo que se traduce en enormes beneficios para las compañías del sector.
El precio medio de una caravana remolcable en EEUU se sitúa en 31.500 euros, de acuerdo con Thor Industries, el primer constructor de este tipo de soluciones de movilidad en el mundo.
Pero este dato se eleva de manera trascendente en el caso de los motorhomes, con un coste medio de 120.000 euros.
Si nos fijamos en Europa, el precio promedio de todos estos vehículos ascendió en el tercer trimestre del año pasado, el último dato disponible, hasta 68.000 euros.
El factor precio y las ventas controladas
El factor precio proporciona una idea de lo que teóricamente debería constituirse como un negocio de crecimientos mínimos en base anual debido al gran desembolso que hay que efectuar por uno de estos vehículos, que además se utilizan durante periodos muy prolongados de tiempo.
Ello debería, en teoría, conformar una actividad de ventas controladas, con una trazabilidad de comprador medida y previsible. Pero nada más lejos de la realidad.

Norteamérica pasó de comercializar 450.000 unidades en 2019 a 520.000 en 2020 y 570.000 en 2021, en una escalada comercial jamás vista por el sector y que, en Europa, supuso pasar de 211.000 unidades a 240.000 en 2020 y 261.000 en 2021.
La pandemia inoculó en el caravanning 150.000 vehículos en apenas dos años, lo que se ha traducido en pingües beneficios para el sector, pero también en un minucioso cálculo para soportar el subidón en los años siguientes, con una baja tasa de renovación.
Los tres últimos años han sido de claro freno para un business que ha experimentado una ola increíble en 24 meses.
En 2022, las entregas descendieron hasta 449.000 unidades en Norteamérica y hasta 219.000 en Europa, para marcar el pico de bajada en 2023, con 379.000 unidades en Norteamérica y 210.000 en Europa.
En 2024 se ha iniciado el dibujo del valle, con cifras que casi calcaron los resultados de 2023 y que, según las previsiones del caravanning, continuarán en modo flat los próximos años.
Y otra cosa es evidente: a pesar de la laxitud comercial venidera, no cabe duda de una certeza: Que les quiten lo bailao.










