
Volkswagen inicia una nueva era sin su histórico jefe. Cuando éramos amigos

La caída del poderoso Ferdinand Piëch, ex patrón de Volkswagen, alumbra las virtudes de un ejecutivo clave para entender la automoción de los últimos 40 años.
Probablemente, Ferdinand Piëch, una de las mentes más preclaras en la historia de la automoción de los últimos 50 años, empiece a pasar más tiempo por el sur de Gran Canaria, donde veranea desde hace décadas en una parte de la isla a la que sólo se puede acceder en helicóptero.
A finales de abril pasado, en una decisión que puede calificarse como histórica —al menos en el grupo Volkswagen—, el jefe del clan dio un paso atrás y dimitió de sus cargos en el Consejo de Vigilancia del primer fabricante europeo de automóviles.
Podría decirse que es la primera vez que al nieto de Ferdinand Porsche, el creador del Volkswagen Escarabajo, se le tuercen las cosas.
Intentó forzar la dimisión del actual consejero delegado de Volkswagen, Martin Winterkorn, y perdió el envite. “Estamos distanciados”, aseguró Ferdinand Piëch al diario alemán Der Spiegel a mediados de abril y en relación con su opinión acerca de Winterkorn.
Que Piëch dijera eso no era cualquier cosa. “Aquí reina el estancamiento”, deslizó Piëch en 2011 sobre Audi y la gestión del entonces número uno de la marca, Franz-Josef Paefgen, quien se marchó a los pocos meses de mascarse la frase.
“El futuro del consejero delegado es incierto”, afirmó Piëch en 2006 a The Wall Street Journal. Poco tiempo después, el consejero delegado aludido, Bernd Pischetsrieder, que fue presidente de Seat, estaba en la calle.
Su sucesor fue, precisamente, Martin Winterkorn.
Parece que las notas discordantes entre Piëch y Winterkorn se centran en tres puntos: la reducción en los márgenes de beneficio de la marca Volkswagen, el escaso recorrido del grupo en la hora de diseñar y producir un automóvil de bajo coste y su lento despegue en el mercado norteamericano, y en especial en Estados Unidos, donde la compañía ha inyectado miles de millones de euros en los últimos años.
En 2014, la marca Volkswagen generó un retorno sobre ingresos del 2,3%, una cantidad bastante alejada del 6% que venía promediando en los últimos años. Pero la firma, de igual modo que el grupo, está inmersa en un profundo despliegue global que tiene un único fin: arrebatar el cetro mundial de las ventas de automóviles a Toyota.
Inapropiados o no sus comentarios, Ferdinand Piëch (17 de abril de 1937, Wien, Austria) tiene peso, experiencia y galones para exigir resultados a todos los consejeros con los que ha trabajado.
Empezó como ingeniero en Porsche en 1963, y desde el principio intentó plasmar en la firma su pasión por los vehículos ultradeportivos, lo que, después de muchos años, se convertiría en una sana obsesión por atraer hacia el portfolio de Volkswagen firmas como Bentley, Bugatti y Lamborghini.
Además, supo combinar esa altura de miras con muy buenas decisiones empresariales, como la creación del Porsche 914, una colaboración con Volkswagen que se traduciría en el Porsche más vendido de la historia en su época. Creó, por decirlo así, un Porsche asequible para el pueblo.
Piëch tampoco lo tuvo fácil. Cuando se hizo con las riendas de Volkswagen, en 1993, “estábamos a tres meses de presentar suspensión de pagos”, según reconoció el directivo en Auto.Biografía, sus memorias, publicadas en 2004.
Pocos años después, el grupo ya ganaba cientos de millones cada ejercicio. Piëch fue incorporando nuevas marcas a la compañía y fue el principal valedor de la estructura de plataformas equivalentes por segmentos. Cuando apoyó este último planteamiento, esto es, que los modelos similares de cada gama de marcas utilizaran la misma plataforma para ahorrar costes, muchos dijeron que sería el fin de la empresa.
Aseguraban que nadie pagaría el precio de un Audi A3 pudiéndose comprar un VW Golf o, mejor aún, un Seat León por mucho menos precio. El tiempo dio la razón a Piëch.
Algunos de sus detractores, aunque también muchos analistas de mercado dibujan la misma línea, apoyan la teoría de que existen razones más allá de lo económico y empresarial que justifican la distancia entre Piëch y Winterkorn y, sobre todo, la renuncia posterior del primero a su asiento en el Consejo de Supervisión de Volkswagen.
Esta razón podría albergar una gran conexión con otra persona que, el mismo día y a la misma hora que Piëch, el 26 de abril pasado, renunció a su plaza en el Consejo del fabricante de automóviles.
Esa persona es Ursula Plasser, la segunda esposa del patriarca de Volkswagen, que tiene 12 hijos con cuatro mujeres diferentes. La ex nanny de Ferdinand Piëch fue propuesta —y admitida— en 2012 como miembro del Consejo de Supervisión del grupo Volkswagen. Piëch la presentó como una institutriz de amplia experiencia en el sector del automóvil. No dejaba de ser cierto, dado que compartía matrimonio desde 1984 con el patriarca de Volkswagen.
“Mi mujer hará este trabajo mejor que yo”, respondió el presidente de Volkswagen a los escépticos, especialmente la prensa económica alemana, sobre el nombramiento de su esposa.
Incluso Winterkorn alabó el nombramiento de Ursula Piëch, pero también lo hicieron Rupert Stadler, el jefe mundial de Audi —de quien se ha dicho que significa el futuro, con mayúsculas, del grupo Volkswagen— y el todopoderoso Bernd Osterloh, entonces presidente del comité de empresa de Volkswagen.
Pero una cosa es que Ferdinand Piëch estuviera convencido de que Ursula Piëch tenía, por capacidad y conocimientos, un sitio en el Consejo de Supervisión del grupo, y otra que fuera designada como sucesora del propio Piëch.
La rumorología del sector es insistente acerca de este último punto, y sostiene la hipótesis de que éste, y no otro, era el movimiento que quería efectuar el gran jefe.
Sería, desde luego, un eficaz método para perpetuar el poder de Ferdinand Piëch al frente del grupo Volkswagen, con 78 años cumplidos. No hay que olvidar que Piëch, por ejemplo, no nombró porque sí en 2002 como su sustituto al predecesor de Winterkorn en el cargo, Pischetsrieder. Tenía 65 años y la ley alemana le obligaba a dejar todos sus cargos del Consejo de Administración de la compañía.
Fuera o no ser reemplazado por su esposa la última jugada maestra de Piëch, lo cierto es que la votación que dio al traste con los planes del ejecutivo austriaco, que también lideró el lanzamiento hace 13 años del Volkswagen Un Litro (el precursor del XL-1), concluyó con una amplia mayoría en contra de la destitución de Martin Winterkorn, provocando el aparente éxodo del clan de los Piëch. Sólo habían pasado 15 días desde que éste hubiera anunciado su distanciamiento del actual consejero delegado de Volkswagen. Los votantes del Consejo indicaron en una nota pública que “ya no existe la confianza necesaria para desarrollar una cooperación exitosa”, en alusión a Piëch —que cesó de su cargo motu proprio, sin obligar a que su dimisión fuera votada—, y ratificaron en su puesto a Winterkorn, que ve como buenas todas las concesiones que ha hecho durante años a las vacas sagradas de Volkswagen.
A diferencia de otros primeros ejecutivos, Martin Winterkorn, a quien le queda un año de contrato como CEO de Volkswagen, se ha sabido labrar muy bien la confianza de, por ejemplo, los trabajadores del grupo, que tienen mucho que decir en el Consejo de Volkswagen.
En sus ocho años al frente de la empresa, Winterkorn ha anunciado al menos tres programas de recortes de costes, pero ninguno de ellos ha tocado a los empleados alemanes.
Tras la salida de tono de Piëch, el primer e-mail de apoyo público que recibió Winterkorn fue el enviado por Bernd Osterloh, quien desde 2008 forma parte del Consejo de Vigilancia de Volkswagen.
Ese Consejo de Vigilancia, fatídico para los intereses de Piëch, está formado por 20 miembros, de los que ocho están ligados a comités de empresa de las diferentes marcas del grupo, incluyendo las industriales MAN y Scania.
Otros tres miembros del Consejo forman parte del Estado de Baja Sajonia, un lander alemán que controla el 20% de las acciones de Volkswagen. Este estamento también apoyó rápidamente a Winterkorn.
De una manera u otra, Ferdinand Piëch continuará moviendo los hilos de Volkswagen. Maneja, junto a su primo Wolfgang Porsche, el 51% de los derechos de voto de Volkswagen a través de Porsche Automobil Holding SE, la matriz que controla la marca de la uve y que se creó, paradójicamente, como paraguas de la compañía después de que Porsche —con Wolfgang Porsche en la sombra—, maniobrara en plena crisis económica para hacerse con los activos de la empresa que fabrica el superventas Golf.
Wolfgang Porsche también apoyó a Winterkorn y, además, criticó las palabras de Piëch.
De todas las posibilidades que se contemplan, también es factible que Ferdinand Piëch hubiera comprobado que no había mucha salida a su idea de coronar a Ursula Piëch y atestó el único golpe que podía dar.
Winterkorn debe renovar su contrato con Volkswagen el 31 de diciembre de 2016, y parece ser que uno de sus objetivos principales era suceder a Piëch también al frente del Consejo de Supervisión, en 2017. Los últimos acontecimientos sí parecen haber bloqueado esta opción.
“Los movimientos de Piëch suelen ser a largo plazo. Puedes pensar que está hundido y, de repente… Está ahí. Vuelve”, aseguraba recientemente a Financial Times uno de los miembros del Consejo de Vigilancia de Volkswagen.
Cuánta razón parece tener.