Pero la auténtica revolución de la sociedad contemporánea se está viviendo en el mundo del transporte. El cambio de hábitos culturales, las comunidades móviles y la denominada globalización han acarreado que el intercambio de bienes y servicios sea cada vez más rápido y eliminando distancias.
Ya es indiscutible que las ventas están abandonando el comercio tradicional, incluidos los grandes almacenes y centros comerciales, para realizarse por internet en cualquiera de las afamadas plataformas que tan pronto te venden un libro como una cacerola o unos calcetines.
El sector del transporte, como actividad económica, no deja de experimentar un crecimiento en términos generales. Todo tipo de datos desde los ofrecidos por la Comisión Nacional de los Mercados de la Competencia y todo tipo de entidades privadas, arrojan especulares cifras de subidas año por año. La logística es un sector que unida al del transporte clásico empieza a aglutinar todo el interés para inversores y emprendedores. La paquetería inunda los domicilios y será la que al final haga realidad muchas de las utopías futuristas que la literatura o buen cine vislumbraron.
Vamos hacia un nuevo modelo de ciudad, seguramente con conducciones aéreas, vehículos que no toquen el suelo y almendras denominadas ‘eco’ donde sólo vivan privilegiados y hipsters. Pero todo el mundo quiere tener en su poder una camiseta de marca o una botella de vino francés sin pasar por la tienda.
Si uno viaja, empieza a contemplar en las afueras de las ciudades grandes puertos de logística donde esperan como zombis el arsenal de productos que serán cliqueados por unos ciudadanos que tiran de teléfono móvil como un pistolero de consumo rápido. Bicicletas de dudosa situación laboral, motocarros eléctricos e incluso drones competirán por satisfacer el deseo de consumo lo antes posible.
Dicen que en Rusia e Israel hay drones repartiendo pizzas.
Las incertidumbres regulatorias, los pactos políticos que haya que generar para crear ciudades sostenibles y no tan desbocadas como Blade Runner, son los retos de la nueva era del transporte. La profesionalidad y el rigor en los intercambios contractuales son valores que no deben olvidarse ante la fascinación de lo inmediato y las prisas del consumo.
Mientras tanto, todavía algunos
acudimos a las librerías y nos probamos los pantalones en las tiendas donde hay dependientes con cara y ojos.