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Réquiem por Venezuela: la muerte anunciada de su industria del motor

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Industria » Las factorías están en el dique seco, como la economía del país.

Hace tan solo diez años, el mercado venezolano del automóvil casi alcanzaba el medio millón de unidades matriculadas. Los ocho fabricantes instalados sumaban una capacidad instalada superior a las 240.000 unidades y la producción anual superaba las 170.000 unidades.

Venezuela iba camino de convertirse en el tercer productor regional, junto con Brasil y Argentina.

Hoy, la situación ha cambiado radicalmente. Las ventas están en mínimos históricos y las ensambladoras permanecen prácticamente paradas.

En apenas 10 años, su industria del automóvil se ha derrumbado prácticamente por completo debido al impacto devastador que la crisis provocada por los bajos precios del petróleo está teniendo sobre la economía del país (más del 50% del PIB venezolano dependía del petróleo). Un problema que además se ha visto agravado por la política intervencionista del Gobierno, que ha complicado las condiciones comerciales del mercado. Además, el Decreto 625 de 2013 estableció por ley “precios justos de referencia” para los vehículos producidos en el país”, y alteró las condiciones para la importación de vehículos directamente para los particulares, marcando además férreos márgenes para concesionarios y marcas, alterando así el libre mercado. 

El problema se agravó aún más debido a la escasez de divisas que tiene Venezuela. Los bajos precios del petróleo han mermado notablemente sus ingresos y el país no tiene divisas suficientes para comprar fuera lo que no genera dentro.

VenezuelaEl Gobierno venezolano también intervino entonces en el mercado de divisas estableciendo un férreo control sobre el mismo que ha impedido a las ensambladoras presentes en el país disponer de los dólares necesarios para comprar los componentes con los que ensamblar vehículos.

Al no poder acceder a los dólares, las filiales tampoco pueden retornar sus beneficios operativos a sus centrales fuera del país, circunstancias ambas que han provocado que las marcas ya no realicen ningún envío sin que éste haya sido pagado con anterioridad. Todo esto ha provocado la parada de la práctica totalidad de las cadenas de montaje de las ensambladoras instaladas en el país. Las cifras de ventas, importación, exportación y producción del cuadro adjunto son demoledoras y muestran claramente la evolución negativa que ha seguido la industria del automóvil, que se encuentra prácticamente en niveles de 1962, cuando la primera ensambladora inició su actividad. Y las perspectivas a corto y medio plazo.

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Mientras los venezolanos pedían en la calle cambios y soluciones urgentes, GM se ha visto forzada a anunciar su salida del país debido al embargo decretado por el Gobierno el pasado 19 de abril de todos los activos de su filial GM Venezolana.

La factoría, piezas, componentes, maquinaria y capitales de GM eran incautados al igual que todos los coches ensamblados pendientes de entrega. El embargo es fruto de la demanda de un ex concesionario de Maracaibo que mantiene un litigio con GM desde el año 2000 por la cancelación de su concesión. 

GM ha anunciado el cese de su actividad en el país sudamericano, aunque “emprenderá cuantas acciones legales sean oportunas para defender sus derechos y lograr que la justicia prevalezca”. El grupo no ha producido ni un solo automóvil en Venezuela desde 2015.

Sin noticias de las flotas

GM no es la única con problemas. A comienzos de 2015 Ford canceló todas sus inversiones previstas, lo que le generó pérdidas por valor de 745 millones de euros.   

Venezuela

En estas circunstancias, el mercado de flotas de empresa también sufre. En Venezuela está conformado por administraciones locales y municipales y por unas 500 grandes empresas, en su mayoría de origen norteamericano. Las flotas más fuertes y de mayor tamaño corresponden a empresas vinculadas a la actividad de los sectores del petróleo, la sanidad y la agricultura.

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Pero también muchas de ellas se han visto obligadas a parar o abandonar. Coca-Cola, Aeroméxico, y muchas otras han cesado su actividad. Y GM no es la primera que interviene el Gobierno.

En 2014, fueron dos plantas de la norteamericana Clorox, y hace un año una de las de Kimberly-Clark Corp (produce los famosos Kleenex) al anunciar esta el cese de su producción por no disponer de materia prima ni de dólares para comprar.

Toda esta situación provoca que no se precisen flotas de vehículos; ni comerciales, ni de incentivo.

Y aunque hubiera interés, el mercado venezolano no dispone de vehículos al por menor para su venta lo que demora enormemente las entregas e impide realizar cálculos de costes fiables.

Por poner un ejemplo, las compañías de seguros no pueden garantizar la reparación de los coches y ni mucho menos los plazos para realizarlas porque no hay piezas ni plazos de entrega fiables de cuando las habrá. Además, a finales del pasado mes de marzo, las gasolineras comenzaron a tener problemas de abastecimiento. Aunque la gasolina es barata (por el precio de un litro en España, en Venezuela consigues 134 litros), en 2016, su precio se incrementó en un 6.000%, hasta seis bolívares. Después de 20 años, Venezuela dejó de tener combustible casi gratis. Los venezolanos pagan seis bolívares por litro cuando lo sacan a la superficie por 2,7 dólares. 

En esta situación, la poca demanda existente tiene que hacer frente a una larga lista de espera.

Estraperlo, inflación

Quienes sí están en disposición de comprar un vehículo nuevo, deben casi importar a título personal las piezas que los componen por un lado y luego ensamblarlas en factorías que permanecen cerradas. Eso, o importar directamente el coche, con los graves problemas que ello les puede generar a título individual a la hora de justificar como consiguió los dólares porque, desde 2003, el Gobierno controla las salidas de capital y trabaja con dos tipos de cambio oficiales.

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Las tarifas del Gobierno se aplican a productos esenciales (alimentos y suministros médicos) para los cuales el gobierno fija los precios.

Esto ha hecho surgir el estraperlo, creando un tipo de cambio exponencialmente superior al margen del oficial en los precios de transacción de los bienes. Las tasas de inflación del país superan el 800% y con un PIB que sólo en 2016 se contrajo un 18,6% adicional, la gran mayoría de los venezolanos no pueden ni considerar la compra de un coche nuevo. Las reservas de divisas del país están hoy en su momento más crítico de los últimos 20 años y el consumidor padece los efectos de no tener una política coherente, especialmente en el cambio oficial.

En 2016, ni GM ni Mitsubishi Motors ensamblaron vehículos. Iveco sólo estuvo activa tres meses y FCA apenas tres semanas.

Sólo Ford, Toyota y Mack produjeron de forma más o menos regular durante todo el año, aunque cifras muy bajas. Ford y Toyota se beneficiaron de un plan diseñado mediante el cual los concesionarios financian la compra del material de ensamblaje con recursos propios para luego vender los vehículos una parte en dólares y otra en bolívares, lo que les permite seguir trayendo piezas del extranjero.

Pero eso tampoco resulta ya viable. En los primeros meses de 2017 sólo FCA, Mack y Toyota han tenido actividad. Apenas 260 unidades.

Entre las tres.

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