viernes 29, marzo, 2024

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Camisas: Su historia, las mejores del mundo y dónde encontrarlas

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Juan Arús
Juan Arús
Periodista económico apasionado en transformar objetivos en resultados, Juan Arús (Madrid, 1975) ha trabajado para diversos medios de comunicación escritos de España, generalmente económicos y habitualmente en las secciones de Empresas y Automoción. Gran aficionado a la moda masculina, cuenta con un vasto repertorio de artículos de referencia publicados sobre vestuario clásico en diferentes medios. Edita y dirige Fleet People desde 2015.

Seguramente es lo primero que el ser humano necesitó tapar —después de lo esencial—, y lo primero que utilizó para permanecer caliente, en primer lugar, y para diferenciarse y como símbolo de estatus, posteriormente: las camisas.

La primera camisa o, mejor dicho, su primer ancestro y del que se tiene constancia, data del año 5.000 antes de Cristo. Para que se hagan una idea de lo que significa, y por ponerles un ejemplo, el vestigio inicial de la corbata se encontró en el año 220 a.d.c., aproximadamente.

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La denominada como ‘Tarkhan Dress’ es la camisa más antigua de las que se tienen registros. Confeccionada en lino, procede de Egipto. Fue hallada en 1913.

 

Hasta la fecha, parece ser que nada precede a la camisa, uno de los atuendos más complicados de elegir para el caballero, ya sea moderno, ya sea tradicional.

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Una túnica andina, precursora de la camisa actual y datada 400 antes de Cristo. Lo que más destaca es el interés ornamental, la inclusión de motivos para agradar.

 

Componer una camisa en condiciones es un trabajo extremadamente complicado. Y cuando termina ese trabajo, que ahora las detallaremos someramente, tenga en cuenta que aún no habrá elegido ni el tipo de tejido ni, por supuesto, el color.

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Túnica bizantina para niño, del Siglo VI antes de Cristo.

 

Ni siquiera, el motivo que adornará la camisa y que tiene que combinar con el resto del conjunto que lleve puesto ese día.

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Una camisa francesa, confeccionada en lino, de 1780.

 

La camisa: tejidos y colores

En este punto tenemos que decir que no nos extraña nada que personajes como el difunto prócer Sergio Marchionne, patrón de la marca de automóviles Fiat, señalara que únicamente llevaba prendas oscuras —esencialmente jerséis negros— para no tener que desperdiciar el tiempo cada mañana en pensar en qué ponerse.

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Sergio Marchionne. FOTOGRAFÍA: ANTONELLO MARANGI

 

Damos por hecho que, en su caso, está interesado en este universo. Que sí que presta atención a los detalles, como buen lector de nuestra sección de Lifestyle. De lo contrario, o si piensa como lo hacía este ejecutivo, quizás es mejor que detenga la lectura en este momento.

El detalle que apuntaba el señor Marchionne no es baladí. Y no lo es porque, como tantas cosas en la vida, no sólo dependen del grosor del bolsillo de cada uno.

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Camisa tal y como la interpretamos hoy, en líneas generales. De la época de la Regencia, comienzos del siglo XIX.

 

Las camisas de Jesús Gil

Más de uno recordará las extravagantes —por llamarlas de algún modo— camisas que utilizaba el también fallecido presidente del club de fútbol Atlético de Madrid, Jesús Gil. Muchas de ellas se distinguían por estar provistas de una raya gruesa de color que rodeaba el cuello de la camisa.

El resultado estético era, cuanto menos llamativo; desde luego, costoso, porque la camisería italiana donde facturaba sus camisas el señor Gil le cobraba no menos de 500 euros por camisa. En ocasiones gastaba más en cada una de estas prendas; y en alguna que otra ocasión se vanaglorió de ello.

Jesús Gil utilizaba la camisa como símbolo de estatus, y en ese estadio de cosas anteponía lo llamativo y particular a la armonía del conjunto. A fin de cuentas, se trata de decisiones personales con fines personales.

Dentro de ese universo multiopcional se encuentran, también, aquellas personas que valoran la estética, aun ubicándola un peldaño por debajo de la confección.

 

El defensor de la camisa

Es el caso del actual Duque de Windsor, el príncipe Carlos de Inglaterra, probablemente la referencia mundial en lo que pueda referirse a vestimenta clásica masculina.

Carlos de Inglaterra es un firme defensor de todo lo que tenga que ver con la tradición artesanal del vestuario y, cómo no, también de la camisa.

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El Rey Carlos de Inglaterra, sin tacha alguna en su vestimenta, como de costumbre. Siempre se ha inclinado por camisas de cuello abierto, que realza convenientemente con un nudo de corbata ‘four in hand’ sencillo y discreto. FOTOGRAFÍA: MISCEA ROSCA

 

Cada año efectúa visitas a diferentes establecimientos en los que se trabaja la ropa de modo artesanal y con técnicas de toda la vida, además de con productos locales británicos.

En el caso de las camisas, Carlos de Inglaterra siente predilección, y así le ha ocurrido prácticamente toda la vida, con la casa británica Turnbull & Asser.

No es complicado que sienta devoción por sus productos, ya que esta camisería ha sido, tradicionalmente, cuna de camisas para reinas, reyes, actrices, actores y, en general, clientes con posibles y con buen gusto en la hora de vestir.

 

Las dudas del Duque y la buena camisa

La peculiaridad que, quizás, mejor distinga al futurible monarca es su exhaustivo —y siempre discreto— conocimiento del mundo sartorial.

Hace algunos años fue ampliamente comentado su comentario —valga la redundancia— en su visita a la fábrica de Turnbull & Asser, y en la que se interesó concisamente por el número de puntadas por cada pulgada que se aplicaban en las camisas de la firma británica.

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Robert Clarke, uno de los más famosos ‘cutters’ en la historia del establecimiento británico Turnbull & Asser, en 1955. La imagen adorna el escaparate del flagship store de la firma, ubicado en la calle que se considera como la meca de las camiserías londinenses, Jermyn Street. FOTOGRAFÍA: ©FLEET PEOPLE

 

Las camisas de mejor calidad no sólo se cosen a mano, por supuesto, sino que llevan entre 15 y 20 puntadas por cada pulgada (de 18 a 20 en el caso de T&A), que equivalen a 2,54 centímetros. ¿Para qué? Para proporcionar más consistencia y durabilidad a la pieza.

Si no se tienen en cuenta los botones, una muy buena camisa dispone de más de 30 partes y piezas.

 

La camisa: confeccionar un buen canesú

También debe contar con un canesú superior trasero partido por la mitad central en dos partes, con el teórico objetivo de equilibrar la diferencia existente entre el tamaño de los hombros de cada persona.

Aunque este punto se repite mucho entre los buenos entendidos, hay que decir que el hecho de configurar un canesú partido no equilibra la diferencia de hombros y, por lo tanto, el largo final de la camisa por la parte del extremo final de las mangas.

Si usted tiene un hombro más alto que otro, o así es su complexión —cosa que le ocurren prácticamente al cien por cien de la personas—, no podrá hacer otra cosa que recurrir a un buen camisero que traduzca fielmente sus medidas en la tela que terminará siendo su camisa.

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Unos botones de calidad siempre son de madreperla. ¿Cómo saber si lo son? Mordisquéelos ligeramente con los dientes: el sonido será más ‘metálico’. La doble hilera de la costura y el mayor número de puntadas posibles por cada pulgada (2,56 cm) es otro ‘must have’ en una buena camisa. Y la pieza de tela de refuerzo (derecha) cercana a la parte inferior de la manga también es un buen indicador. FOTOGRAFÍA: ©FLEET PEOPLE

 

¿Dónde podemos ver un buen ejemplo de camisas mal confeccionadas? Vaya, apuntemos alto: al mismo Rey Don Felipe, quien habitualmente lleva camisas en las que uno de los puños le sobresale más que el otro, y por norma bastante general.

Si se fijan, un detalle bastante imperdonable para su camisero, ya que Don Felipe mide dos metros y, por lo tanto, debe utilizar camisas confeccionadas a medida prácticamente por obligación, y no por gusto. Que bien podría ser, desde luego.

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Tener un brazo u hombro más alto que el otro es bastante común. Al Rey Felipe le ocurre con el izquierdo, que es más alto, algo que se observa con recurrencia cuando viste camisas y traje. Un sastre avispado acortaría un centímetro o dos más la manga derecha de las chaquetas de traje que utiliza habitualmente, pero nunca sucede. Una pena. FOTOGRAFÍA: CHRISTIAN BERNARD

Casar las líneas

Más detalles. Una buena camisa contará con la mayor parte de uniones de tejido complementarias. Esto se observa perfectamente en una camisa de rayas. Éstas deben casar en la parte de los hombros central fundamentalmente, y de un modo básica y esencial en la mitad que forma el canesú.

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Como se puede apreciar en la imagen, las rayas de una camisa de calidad deben casar perfectamente. En la foto, trasera con el canesú dividido por la mitad y rayas —fundamental— equilibradas. En definitiva, bien construido. ©FOTOGRAFÍA: FLEET PEOPLE

 

Es posible que, si echa un ojo a su camisa y no detecta ese detalle, piense que es poco menos que imposible que se pueda conseguir. Y ocurre lo mismo en los hombros de las chaquetas de los trajes y en su aproximación a los bolsillo delanteros.

Pero hágannos caso. En las mejores camisas y chaquetas, las líneas y rayas casan, porque el camisero o sastre se ha preocupado de ello. De que casen.

Es otro detalle de calidad que marca la diferencia.

 

La camisa: tejidos y colores

Sobre  los tejidos y los colores, que hemos dejado para el final, aquí radica, según nuestro criterio, la clave sobre la que descansa el éxito de la camisa.

En este punto no cabe señalar hacia lo económico, además, en pleno siglo XXI en el que es más fácil que nunca acceder a una camisa de calidad decente a un precio asequible.

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El interior del cuello de la camisa de calidad debe incluirse un pasador, ballena o ‘stiffner’, que en las muy buenas camisas es de latón, como históricamente se fabricaban. Hoy suelen ser de plástico barato y apenas sostienen el cuello que, a su vez, debe constar de las suficientes entretelas fijadoras para dar consistencia a la prenda. En la imagen pasadores de Pink, una histórica firma de camisas británica que, como tantas otras, ya no es lo que era ©FOTOGRAFÍA: FLEET PEOPLE

 

Al elegir el tejido de una camisa, y sobre todo si lo va a combinar con un traje, no hay decisiones demasiado complicadas, siempre que se tenga claro un concepto que, paradójicamente, no suele tenerse muy claro: la armonía del tejido.

 

La armonía como ‘leitmotiv’

Parecen ya abandonados los conceptos de “traje de invierno” o de “camisa de tejido de verano” que tanto se utilizaban hace décadas. La razón es sencilla y recae también en la uniformidad y globalización que también inunda el universo de la moda masculina.

Los tejidos son cada vez más uniformes y parecidos pero, si lo observa, siempre existirán diferencias que debe observar para generar un vestuario personal que no resulte estridente.

Vayamos a lo básico: no combine un tejido grueso con uno ligero: una camisa de lino o de algodón ligero con una chaqueta de lana gruesa, especialmente si estamos en invierno.

Se sorprenderá de cuánta gente combina así su camisa con la chaqueta. Sea equilibrado con los tejidos y acertará.

Camisa tejida en lino.
Camisa tejida en lino, a caballo entre un textil grueso y ligero.
Camisa con tejido grueso Oxford.
Camisa con tejido grueso Oxford.
Camisa con tejido liviano de popelín.
Camisa con tejido liviano de popelín.
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Camisa de urdimbre mezclada de hilos blancos y otro tono, en este caso, azul. Las denominadas en España fil a fil o ‘end-on.end’, tan livianas o más que un popelín clásico.

 

El siempre necesario equilibrio

Lanas ligeras con algodones ligeros, y algodones gruesos, con más urdimbre, con lanas de mayor grosor.

Es un truco simple, sencillo y que siempre le funcionará. Respecto del motivo de la camisa y del color, apuntaremos algo más de inflexibilidad en el primer caso, y una política más liviana en el segundo.

Usted mismo percibirá que utilizar una camisa de cuadros con un traje de raya diplomática le resultará chirriante, salvo contadísimos y muy estudiados casos.

Y si el motivo es idéntico —rayas con rayas, por ejemplo—, preste mucha atención, porque el resultado puede ser tan acertado como equivocado, con una delgada línea de separación entre la buena elección y la mala. Vigile este punto.

Wallis Simpson junto a su esposo, el duque de Windsor, considerado como uno de los hombres mejor vestidos de la Historia. Siempre llevó la misma talla de camisa. La imagen es de 1960. FOTOGRAFÍA: THE PRIVATE COLLECTION, SOTHEBY’S AUCTION BOOK, 1997
Wallis Simpson junto a su esposo, el duque de Windsor, considerado como uno de los hombres mejor vestidos de la Historia. Siempre llevó la misma talla de camisa. La imagen es de 1960. FOTOGRAFÍA: THE PRIVATE COLLECTION, SOTHEBY’S AUCTION BOOK, 1997

 

Sin motivo: la discreción, mejor

Si prefiere no pensar demasiado, nunca se equivocará si utiliza una camisa plana, sin motivo, con cualquier chaqueta.

Y en relación con los colores, aquí puede trabajar más y dar rienda suelta a sus gustos personales. Siempre que tenga claro que su elección supondrá una proyección de quién y cómo es usted para los demás.

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El mítico escaparate del camisero Turnbull & Asser, en Jermyn Street, con un par de camisas bajo la figura del gran actor Patrick Macney, un genuino vengador. FOTOGRAFÍA: ©FLEET PEOPLE

 

La camisa, una  prenda que apenas ha experimentado una ínfima evolución en su diseño y estructura si se atiende a su evolución en número de años de antigüedad, es un elemento clave en la vestimenta diaria que siempre le acompañará.

Ahora, la decisión es suya: ¿Es usted más Marchionne, más Jesús Gil o más Duque de Windsor? Seguramente la camisa perfecta esté confeccionada siempre a partir de un punto medio. Este bien puede ser creado a partir de un determinado porcentaje mezclando las preferencias de estos tres personajes.

 

 

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