Seguramente es lo primero que el ser humano necesitó tapar —después de lo esencial—, y lo primero que utilizó para permanecer caliente, en primer lugar, y para diferenciarse y como símbolo de estatus, posteriormente: las camisas.
La primera camisa o, mejor dicho, su primer ancestro y del que se tiene constancia, data del año 5.000 antes de Cristo. Para que se hagan una idea de lo que significa, y por ponerles un ejemplo, el vestigio inicial de la corbata se encontró en el año 220 a.d.c., aproximadamente.
Hasta la fecha, parece ser que nada precede a la camisa, uno de los atuendos más complicados de elegir para el caballero, ya sea moderno, ya sea tradicional.
Componer una camisa en condiciones es un trabajo extremadamente complicado. Y cuando termina ese trabajo, que ahora las detallaremos someramente, tenga en cuenta que aún no habrá elegido ni el tipo de tejido ni, por supuesto, el color.
Ni siquiera, el motivo que adornará la camisa y que tiene que combinar con el resto del conjunto que lleve puesto ese día.
La camisa: tejidos y colores
En este punto tenemos que decir que no nos extraña nada que personajes como el difunto prócer Sergio Marchionne, patrón de la marca de automóviles Fiat, señalara que únicamente llevaba prendas oscuras —esencialmente jerséis negros— para no tener que desperdiciar el tiempo cada mañana en pensar en qué ponerse.
Damos por hecho que, en su caso, está interesado en este universo. Que sí que presta atención a los detalles, como buen lector de nuestra sección de Lifestyle. De lo contrario, o si piensa como lo hacía este ejecutivo, quizás es mejor que detenga la lectura en este momento.
El detalle que apuntaba el señor Marchionne no es baladí. Y no lo es porque, como tantas cosas en la vida, no sólo dependen del grosor del bolsillo de cada uno.
Las camisas de Jesús Gil
Más de uno recordará las extravagantes —por llamarlas de algún modo— camisas que utilizaba el también fallecido presidente del club de fútbol Atlético de Madrid, Jesús Gil. Muchas de ellas se distinguían por estar provistas de una raya gruesa de color que rodeaba el cuello de la camisa.
El resultado estético era, cuanto menos llamativo; desde luego, costoso, porque la camisería italiana donde facturaba sus camisas el señor Gil le cobraba no menos de 500 euros por camisa. En ocasiones gastaba más en cada una de estas prendas; y en alguna que otra ocasión se vanaglorió de ello.
Jesús Gil utilizaba la camisa como símbolo de estatus, y en ese estadio de cosas anteponía lo llamativo y particular a la armonía del conjunto. A fin de cuentas, se trata de decisiones personales con fines personales.
Dentro de ese universo multiopcional se encuentran, también, aquellas personas que valoran la estética, aun ubicándola un peldaño por debajo de la confección.
El defensor de la camisa
Es el caso del actual Duque de Windsor, el príncipe Carlos de Inglaterra, probablemente la referencia mundial en lo que pueda referirse a vestimenta clásica masculina.
Carlos de Inglaterra es un firme defensor de todo lo que tenga que ver con la tradición artesanal del vestuario y, cómo no, también de la camisa.
Cada año efectúa visitas a diferentes establecimientos en los que se trabaja la ropa de modo artesanal y con técnicas de toda la vida, además de con productos locales británicos.
En el caso de las camisas, Carlos de Inglaterra siente predilección, y así le ha ocurrido prácticamente toda la vida, con la casa británica Turnbull & Asser.
No es complicado que sienta devoción por sus productos, ya que esta camisería ha sido, tradicionalmente, cuna de camisas para reinas, reyes, actrices, actores y, en general, clientes con posibles y con buen gusto en la hora de vestir.
Las dudas del Duque y la buena camisa
La peculiaridad que, quizás, mejor distinga al futurible monarca es su exhaustivo —y siempre discreto— conocimiento del mundo sartorial.
Hace algunos años fue ampliamente comentado su comentario —valga la redundancia— en su visita a la fábrica de Turnbull & Asser, y en la que se interesó concisamente por el número de puntadas por cada pulgada que se aplicaban en las camisas de la firma británica.
Las camisas de mejor calidad no sólo se cosen a mano, por supuesto, sino que llevan entre 15 y 20 puntadas por cada pulgada (de 18 a 20 en el caso de T&A), que equivalen a 2,54 centímetros. ¿Para qué? Para proporcionar más consistencia y durabilidad a la pieza.
Si no se tienen en cuenta los botones, una muy buena camisa dispone de más de 30 partes y piezas.
La camisa: confeccionar un buen canesú
También debe contar con un canesú superior trasero partido por la mitad central en dos partes, con el teórico objetivo de equilibrar la diferencia existente entre el tamaño de los hombros de cada persona.
Aunque este punto se repite mucho entre los buenos entendidos, hay que decir que el hecho de configurar un canesú partido no equilibra la diferencia de hombros y, por lo tanto, el largo final de la camisa por la parte del extremo final de las mangas.
Si usted tiene un hombro más alto que otro, o así es su complexión —cosa que le ocurren prácticamente al cien por cien de la personas—, no podrá hacer otra cosa que recurrir a un buen camisero que traduzca fielmente sus medidas en la tela que terminará siendo su camisa.
¿Dónde podemos ver un buen ejemplo de camisas mal confeccionadas? Vaya, apuntemos alto: al mismo Rey Don Felipe, quien habitualmente lleva camisas en las que uno de los puños le sobresale más que el otro, y por norma bastante general.
Si se fijan, un detalle bastante imperdonable para su camisero, ya que Don Felipe mide dos metros y, por lo tanto, debe utilizar camisas confeccionadas a medida prácticamente por obligación, y no por gusto. Que bien podría ser, desde luego.
Casar las líneas
Más detalles. Una buena camisa contará con la mayor parte de uniones de tejido complementarias. Esto se observa perfectamente en una camisa de rayas. Éstas deben casar en la parte de los hombros central fundamentalmente, y de un modo básica y esencial en la mitad que forma el canesú.
Es posible que, si echa un ojo a su camisa y no detecta ese detalle, piense que es poco menos que imposible que se pueda conseguir. Y ocurre lo mismo en los hombros de las chaquetas de los trajes y en su aproximación a los bolsillo delanteros.
Pero hágannos caso. En las mejores camisas y chaquetas, las líneas y rayas casan, porque el camisero o sastre se ha preocupado de ello. De que casen.
Es otro detalle de calidad que marca la diferencia.
La camisa: tejidos y colores
Sobre los tejidos y los colores, que hemos dejado para el final, aquí radica, según nuestro criterio, la clave sobre la que descansa el éxito de la camisa.
En este punto no cabe señalar hacia lo económico, además, en pleno siglo XXI en el que es más fácil que nunca acceder a una camisa de calidad decente a un precio asequible.
Al elegir el tejido de una camisa, y sobre todo si lo va a combinar con un traje, no hay decisiones demasiado complicadas, siempre que se tenga claro un concepto que, paradójicamente, no suele tenerse muy claro: la armonía del tejido.
La armonía como ‘leitmotiv’
Parecen ya abandonados los conceptos de “traje de invierno” o de “camisa de tejido de verano” que tanto se utilizaban hace décadas. La razón es sencilla y recae también en la uniformidad y globalización que también inunda el universo de la moda masculina.
Los tejidos son cada vez más uniformes y parecidos pero, si lo observa, siempre existirán diferencias que debe observar para generar un vestuario personal que no resulte estridente.
Vayamos a lo básico: no combine un tejido grueso con uno ligero: una camisa de lino o de algodón ligero con una chaqueta de lana gruesa, especialmente si estamos en invierno.
Se sorprenderá de cuánta gente combina así su camisa con la chaqueta. Sea equilibrado con los tejidos y acertará.
El siempre necesario equilibrio
Lanas ligeras con algodones ligeros, y algodones gruesos, con más urdimbre, con lanas de mayor grosor.
Es un truco simple, sencillo y que siempre le funcionará. Respecto del motivo de la camisa y del color, apuntaremos algo más de inflexibilidad en el primer caso, y una política más liviana en el segundo.
Usted mismo percibirá que utilizar una camisa de cuadros con un traje de raya diplomática le resultará chirriante, salvo contadísimos y muy estudiados casos.
Y si el motivo es idéntico —rayas con rayas, por ejemplo—, preste mucha atención, porque el resultado puede ser tan acertado como equivocado, con una delgada línea de separación entre la buena elección y la mala. Vigile este punto.
Sin motivo: la discreción, mejor
Si prefiere no pensar demasiado, nunca se equivocará si utiliza una camisa plana, sin motivo, con cualquier chaqueta.
Y en relación con los colores, aquí puede trabajar más y dar rienda suelta a sus gustos personales. Siempre que tenga claro que su elección supondrá una proyección de quién y cómo es usted para los demás.
La camisa, una prenda que apenas ha experimentado una ínfima evolución en su diseño y estructura si se atiende a su evolución en número de años de antigüedad, es un elemento clave en la vestimenta diaria que siempre le acompañará.
Ahora, la decisión es suya: ¿Es usted más Marchionne, más Jesús Gil o más Duque de Windsor? Seguramente la camisa perfecta esté confeccionada siempre a partir de un punto medio. Este bien puede ser creado a partir de un determinado porcentaje mezclando las preferencias de estos tres personajes.