Cuentan que Jordi Roca, el responsable de endulzar los paladares de los comensales en el exquisito restaurante Celler de can Roca, siempre tuvo en la cabeza recuperar el arte de la heladería tradicional, servida en el clásico carrito transportrable por la calle, y aseguran que a punto estuvieron de llevarlo a cabo, pero que finalmente las normativas municipales frustaron el sueño.
También cuentan que Jordi Roca y sus dos hermanos, Joan y Jordi Roca, continuaron soñando, y colocaron en la puerta de El Celler de Can Roca, ya sin problemas administrativos, su deseado carrito de helados para que todo el mundo pudiera disfrutar de una pasión 100% natural. Y a ese sueño le llamaron Rocambolesc. Y le dieron forma, cómo no, de heladería natural.
A comienzos de año, Rocambolesc ha inaugurado local en Madrid, en pleno centro de la ciudad (El Corte Inglés, calle de Serrano, 52). Se trata de un concepto impulsado y desarrollado en este momento por Jordi Roca y Alejandra Rivas, quien también es pastelera y, a la postre, esposa de Jordi Roca.
Se trata del tercer Rocambolesc inaugurado por el restaurante con sede en Girona, donde se situó el primer Rocambolesc. También hay uno en Playa de Aro y en el Hotel Omm, de Barcelona.
Rocambolesc ofrece una carta algo corta pero precisa y suculenta, como los buenos establecimientos
La heladería ofrece una carta corta pero suculenta. por el momento, seis sabores: Vainilla y Chocolate, las dos estrellas que siempre estarán en el menú, a los que se suman el panettone, el yogur, el sorbete de carota (zanahoria, albaricoque y naranja) y manzana al horno. Las tarrinas cuestan entre 3,25 y 4,25 euros y los cucuruchos, a partir de 3,25 euros.
El diseño del local recoge el testigo de los otros Rocambolesc, y corre a cargo de la interiorista Sandra Tarruella, que indisimuladamente evoca el onírico universo del personaje Willy Wonka de la película «Charlie y la fábrica de Chocolate», dirigida por Tim Burton.