O si se prefiere: fin del estado de alarma, inicio del tinto de verano.
Durante el confinamiento en este país se ha hecho todo lo posible por mantener la cabeza dentro de los límites de la cordura, cosa que se logró porque siempre tuvo clara cuál era la meta: “irse de bares”.
Las cosas como son.
Para el español confinado, poder estar en una terraza con una caña en la mano era como el Shangri-La de Horizontes Perdidos, un lugar soñado y bucólico, un pequeño trozo de paraíso en el asfalto, La Acera Prometida.
A lo largo de estos meses de cerrojazo mundial, mucha gente ha bebido en soledad y ha brindado con el espejo para sentirse acompañado o con el vecino del balcón de enfrente, al que ya no habla, todo sea dicho. Y luego bebía durante un Zoom para festejar que ya era sábado noche o martes mediodía, poco importaba, ciertamente.
Y mientras todo eso ocurría, el español confinado amenazaba con memes del corte de: “como pille una terraza en Fase 0 no me levanto hasta la Fase 4”. O el más temible y premonitorio de todos: “que se preparen los bares que el día que nos dejen salir, lo de los supermercados va a ser un chiste”.
Para el español confinado, poder estar en una terraza con una caña en la mano era como el Shangri-La de Horizontes perdidos
Sí, son graciosos. ¿Y por qué? Porque son ciertos, una máxima de la comedia. Ha sido levantar la veda y hemos salido en tromba —como quien expande un virus— pues ya que este año no hay San Fermines, ya hacemos nosotros de cabestros.
No se me entienda mal, es vital reflotar el consumo en la hostelería pero con sensatez. Hablo de la “relajación mental” que se ha instalado en algunos españoles confinados.
Antes aplaudían emocionados la bravura de los sanitarios, ahora demandan con chulería que les sirva el camarero. Viejos hábitos. ¿Recordáis el artilugio de Men in black que borraba la memoria y generaba nuevos recuerdos? Pues vistos ciertos comportamientos, creo se debe vender en Amazon.
Para el español estar en una terraza es vida. Y creo que en ese punto sacamos varios cuerpos de distancia a los demás. Sabemos tanto disfrutar de un buen vermú en el aperitivo como de unos gin-tonics a medianoche.
La calle es nuestro hábitat natural. Eso éramos, somos y seremos. El problema emerge cuando las noticias se llenan de imágenes de aglomeraciones sin sentido
La calle es nuestro hábitat natural. Eso éramos, somos y seremos. El problema emerge cuando las noticias se llenan de imágenes de aglomeraciones sin sentido, de terrazas a rebosar donde la distancia de seguridad se puede medir en milímetros y las mascarillas hacen las veces de codera.
¿Nos hemos olvidado de todo por lo que hemos pasado? ¿Vamos tan sobrados que nos creemos que no nos tose nadie? ¿O es que los torreznos son el Remdesivir ibérico y aún no nos hemos enterado?
El mundo ha mutado, la hostelería ha cambiado por mucho que finjamos que todo sigue igual. Ahora tienes gel hidroalcohólico encima de la mesa y ya no te cantan la carta, ahora necesitas una app que lea QR para averiguar su contenido. Unas bravas por el móvil, maravillas de la era Covid.