El currículum académico de los políticos, como un espejo moral de la sociedad que cada vez más pide la ejemplaridad pública, pero solo de cara a la galería.
El que se diga que se tiene una licenciatura recién acabada o un máster de baratillo se ha convertido en auténtico examen de calidad del trabajo de los responsables políticos.
Da igual si se ejecuta el presupuesto que si se incumple cualquier promesa electoral, o la ineficacia administrativa como resultado de una legislatura, importante es que el político que sea pobre de solemnidad haya hecho unos estudios reales que reflejen su expediente y poco más.
Como a alguno se le ocurra jugar con su imagen, intentar mejorarla con algún estudio de mercado o de publicidad, está condenado a la hoguera popular. La realidad es que no hay mucho nivel académico ni cultural en cualquiera de las formaciones que agolpan los escaños de los diversos parlamentos.
El oficio de político es hoy consecuencia de muchos jóvenes que militan en las organizaciones de base de los partidos para ir poco a poco escalando puestos de responsabilidad.
A casi nadie se le juzga por lo que hace sino por la acumulación de puestos y últimamente por el expediente de estudios. El ascetismo que se pretende del político, casi como un virtuoso protestante de los que apuntaban los cuadros de los pintores flamencos, esta dejado sin duda de una realidad española que todavía bebe en las fuentes del siglo de oro y de la mejor literatura picaresca.
Por eso nos resulta tan chocante que el puritanismo asola a los más agobiantes medios de comunicación. O si no que se lo pregunten a la caterva de tertulianos que opinan hasta el hartazgo sobre vidas ajenas.
En el fondo, no nos engañemos, el español hoy es como cualquier otro ciudadano del mundo, un cotilla. Tanto apelar a la limpieza de costumbres para que la mayor parte de los espacios audiovisuales estén ocupados por el chafarderismo.
Ser político es una profesión de riesgo. No solo porque puedan juzgarte por tus actuaciones, sino porque te examinaran el día que hiciste novillos o cuando en vez de estudiar el examen te preparabas una chuleta. Esa misma que llena de tachones corre a veces de mano en mano en cualquier parlamento o tertulia de radio.