Resulta que las empresas con más igualdad no solo son más justas, sino que son más rentables, tal y como señalan estudios de la consultora McKinsey: las compañías más igualitarias tienen una rentabilidad financiera siete puntos porcentuales más que las que no lo son.
Por otro lado, según el estudio Getting to Equal 2019 realizado por Accenture, las empresas igualitarias son siete veces más innovadoras que el resto, y el PIB mundial aumentaría hasta ocho billones de dólares en una década si la cultura de la innovación creciese un 10%. Así que no solo es necesario que las mujeres estén presentes en las empresas por un tema de ética y justicia social, sino que su presencia parece garantizar una mejora significativa en la producción y en el impulso de la innovación.
Sin embargo, no es su mera presencia la que genera las mejoras, como podéis imaginar, sino el lugar que ocupan y sus áreas de influencia, las nuevas formas de liderazgo que desarrollan algunas de las mujeres, su forma de resolver problemas, las relaciones interpersonales y las nuevas estrategias a la hora de gestionar, son algunas de las características de las mujeres que se han convertido en un valor en alza.
Para entender cuándo una empresa es igualitaria debemos fijarnos en parámetros concretos, porque no es igualitario por sí mismo que en una plantilla de 200 personas, 150 sean mujeres en puestos administrativos y técnicos, mientras que los hombres copan los cargos intermedios y directivos: las empresas realmente igualitarias utilizan cuotas para garantizar la paridad, especialmente en los comités de dirección y puestos de toma de decisiones; no hay brecha salarial entre mujeres y hombres; permiten la corresponsabilidad entre mujeres y hombres a través del teletrabajo y la flexibilidad horaria; dan permisos (los permisos de maternidad y paternidad, entre otros); y tienen jornadas semanales de 34 horas. Parece claro: las personas que trabajan conciliando con su vida trabajan mejor y son más felices.
Las empresas más igualitarias no solo son más justas, sino que son más rentables
Pero ¿qué ha ocurrido para que las mujeres no hayan ocupado el lugar que les corresponde?
Las mujeres españolas con estudios universitarios ganan un 82% del salario de los hombres que tienen la misma formación. Tenemos que asumir que las mujeres se licencian más que los hombres en la universidad y obtienen mejores notas. ¿Qué pasa entonces cuando llegan los currículums a las empresas?
La universidad de Yale realizó un experimento en el año 2012, cuya conclusión fue el efecto Jennifer-John: en el experimento se pedía a varios docentes de seis universidades de investigación norteamericana que valoraran la solicitud presentada por John (un personaje masculino ficticio) y Jennifer (un personaje femenino ficticio).
Ambos presentaban la misma documentación (exactamente el mismo currículum) y, sin embargo, los resultados fueron muy diferentes: John fue mucho mejor evaluado a todos los efectos: John era más competente, más contratable, le habrían dedicado más horas de tutoría y le habrían pagado 30.238 dólares frente a los 26.508 dólares que le hubieran pagado a Jennifer.
Solo por ser mujer, Jennifer fue un 10% peor valorada.
Esta infravaloración viene dada históricamente porque se asume inconscientemente (y en ocasiones conscientemente) que la principal función de las mujeres es la reproducción y que nuestro trabajo se desarrollará plenamente en ese ámbito.
Pero ni todas las mujeres desean ser madres, ni muchas que lo son desean asumir en exclusiva el trabajo doméstico y reproductivo, un trabajo que no tiene principio ni fin, no tiene vacaciones, no tiene valor social, no está remunerado económicamente ni está cubierto por el sistema de bienestar. Fuera del hogar, solo el 11% de mujeres tiene acceso a puestos de poder y responsabilidad. El 70% del empobrecimiento es femenino, el trabajo precario también es para nosotras, la brecha salarial está en una media general del 27%, y en un 15% en el mismo puesto de trabajo. Incluso en las empresas más igualitarias, solo en un 3% de ellas no existe brecha salarial.
Estas son el top mundial de empresas más igualitarias: L’Oréal, Transurban Group, Adobe, Deutsche Boerse, Origin Energy y Enbridge. Sin embargo, la realidad es que la igualdad de género está lejos de ser un hecho en las empresas del IBEX: actualmente hay 92 mujeres consejeras en las grandes compañías españolas, lo que representa un mísero 20,31% de los puestos de gran responsabilidad en las corporaciones.
No obstante, no todo vale en la lucha por la igualdad: el purple washing es el lavado que realizan algunas empresas para hacerlas parecer más igualitarias o incluso feministas.
Usan la opresión femenina como un gancho de marketing para ganar ventas, y así se realizan campañas donde en las camisetas se pueden leer frases como Feminist o Girl Power, pero que se dedican a explotar mujeres, o incluso niños y niñas que cosen sus camisetas en otros países; otras veces obligan a sus empleadas a estar subidas en tacones durante ocho horas o deniegan la flexibilidad para la conciliación.
En otros casos, tiñen de morado sus luces el 8 de marzo y otros gestos inútiles que son solo lavados de cara que no solo no aportan nada a la lucha para la emancipación de la mujer, sino que además convierte el movimiento feminista en un mensaje publicitario.
En la lucha por un sector empresarial igualitario, la ética empresarial es clave para una verdadera justicia social.
Faconauto y PONS Compliance promoeven el igualitarismo en los concesionarios