A menos de una hora de la Villa y Corte, llena de historia y vitalidad, hay montañas, ríos y bosques que invitan a respirar hondo, dar buenas caminatas y olvidar los atascos de la gran urbe. En junio se cumplirán cinco años de la declaración como Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama; una bendición para el macizo central, porque la conservación preside las actuaciones en la zona madrileña y segoviana que abarca.
Cuando nos acercamos por la carretera de Colmenar Viejo, se alza imponente La Maliciosa, con sus 2.227 metros, una de las cumbres más altas, rodeada de leyendas. La atracción por esta montaña quedó reflejada, ya en 1635, en el lienzo de Velázquez, El príncipe Baltasar Carlos a caballo, con su cima nevada al fondo.
Felipe IV, su padre, también eligió paisaje serrano para su retrato ecuestre: el batolito de La Pedriza y la ladera de Las Viñas dan profundidad al óleo del pintor sevillano. Tras La Maliciosa, La Barranca por donde damos un bonito y sencillo paseo a través de los dos embalses aterrazados que nutre el río Samburiel, afluente del Manzanares. Después de saludar a patos y peces, podemos adentrarnos por tupidos pinares rodeados de jaras, zarzamoras y setas. O seguir la ascensión hasta el Mirador de las Canchas, a unos siete kilómetros, para contemplar la grandiosidad de las cadenas montañosas.
Ante el inmenso roquedal de La Pedriza, nos saluda majestuoso el castillo de Manzanares el Real, una bella fortaleza del siglo XV, propiedad del Duque del Infantado que cedió su uso a la Diputación Provincial, hoy Comunidad Autónoma. Su patio porticado, pre-renacentista, fue escenario de la constitución de la Asamblea de Madrid. El palacio sirvió de plató, en 1953, para el rodaje de Jeromín, la película sobre las gestas bélicas y diplomáticas de Juan de Austria, hijo natural de Carlos I, que llegó a ser héroe de Flandes y de la Batalla de Lepanto.
Desde su galería meridional, ricamente ornamentada, se contempla el embalse de Santillana. Las cuatro torres que dominan el armonioso trazado de planta cuadrangular nos sitúan frente a la enorme masa granítica, con sus cumbres más altas: Las Torres de la Pedriza y El Yelmo.
Estamos ante la Cuenca Alta del Manzanares, el espacio natural protegido más grande de la región y uno de los de mayor riqueza paisajística y ecológica de España. El “aprendiz de río”, como lo calificó Quevedo, elige para nacer el Ventisquero de la Condesa, nada más y nada menos que junto a La Bola del Mundo, cerca del Puerto de Navacerrada. En el paraje de El Ventorrillo, está la Casita de la Institución Libre de Enseñanza, construida en 1912 por seguidores de su fundador Francisco Giner de los Ríos, el jurista y filósofo que influyó tanto en la educación de nuestro país desde finales del XIX.
Si Velázquez, con sus pinceles, fue el descubridor de la Sierra de Guadarrama, Giner de los Ríos y sus discípulos, con sus excursiones didácticas, sentaron las bases para la política de conservación de la naturaleza en España, que ahora podemos aprovechar nosotros, a dos pasos de la capital. Y los niños, porque los campamentos de verano son también herencia del gran pedagogo que amaba el campo.
Pequeños y mayores, senderistas o esquiadores disfrutarán con el tren de vía estrecha que lleva de Cercedilla al Puerto de Navacerrada y Cotos, unos cuarenta minutos de ascenso, entre árboles y montes, con vistas inigualables.
Lo dicho, “De Madrid, al cielo”.