sábado 18, enero, 2025

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Paseos: Bogotá hispana, “cachaca” y cosmopolita

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Asunción Valdés
Asunción Valdés
El currículum de esta maestra de periodistas es infinito. Primera mujer editora del Telediario de TVE, Corresponsal en Bonn y Bruselas de Radio nacional de España, directora de la Oficina del Parlamento Europeo en Madrid, Directora de Relaciones con los Medios de Comunicación de la Casa de Su Majestad el Rey, directora general de la Fundación Euroamérica… En sus deliciosos ‘Paseos’ muestra su lado más lúdico y divertido. Recorre diferentes paisajes del mundo y los relata con una visión fresca, única y muy instructiva.

Dos años después de la firma de los Acuerdos de Paz, Colombia merecía un paseo. Y agrada llegar al aeropuerto El Dorado. Evoca la leyenda de caciques cubiertos de oro que arrojaban joyas y piedras preciosas a los dioses, en las lagunas del altiplano. Y junto al mito de los  conquistadores, la exquisita educación. Los bogotanos te tratan de “su merced”, responden con un respetuoso “sí, señora” y te informan “con el favor de Dios”.

Santafé, fundada en 1538 por el cordobés Gonzalo Jiménez de Quesada, recibió el título de ciudad del emperador Carlos V y la reina Doña Juana. Así llegaron nuestras instituciones: el Cabildo, la Real Audiencia, la Universidad. Y en 1717, la capitalidad del Virreinato de Nueva Granada. La corte y los españoles con buena formación contribuyeron al mantenimiento de un lenguaje culto. Y su ubicación a 2.630 metros de altitud, entre la cordillera de los Andes, hizo de difícil acceso a la hoy capital de Colombia. 

Recorrer el singular barrio de La Candelaria es admirar obras trazadas por el valenciano Fray Domingo de Petrés como el Observatorio Astronómico, situado en el jardín del Palacio Nariño, residencia del Presidente de la República. Detrás, la gran plaza cuadrangular, dedicada al libertador

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. En esta antigua Plaza Mayor colonial se mezclan de manera increíble estilos arquitectónicos: al Este, la Catedral barroca, también de Petrés; al Sur, el majestuoso  Parlamento neoclásico. Enfrente, el Palacio de Justicia, construido en los sesenta. Y al Oeste, un severo edificio afrancesado de 53 metros de fachada. Es la Alcaldía. En sus soportales, se destaca la expedición botánica del gaditano Celestino Mutis, en las placas que cuentan la historia de Santafé, nombre al que se unió el del río Bogotá, en recuerdo del poblado Muisca.

Los nacidos en la capital colombiana, hijos de bogotanos, son “cachacos”, otra voz indígena que subraya el carácter multiétnico de la dinámica urbe, que genera el 25% del PIB del país. La mayor muestra de las culturas precolombinas es el Museo del Oro, el más importante del mundo, un bello y asombroso recorrido por la caza, la agricultura, los ritos y la orfebrería, siempre bajo el influjo del precioso metal amarillo, tan valorado como el sol para la vida. 

Por la extensa Carrera Séptima —muy deteriorada en sus tramos intermedios— llegamos al cosmopolita sector de Chapinero, centro financiero y de negocios, con bonitos parques, modernos rascacielos, viviendas de la clase alta y edificios de ladrillos cara vista, que parecen mansiones inglesas. Las marcas internacionales en los lujosos centros comerciales nos desubican. Solo la venta de esmeraldas de las minas de Muzo y la posibilidad de comer una jugosa carne de res al son de cumbia o vallenato nos recuerdan que estamos en Colombia.

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Para abarcar su vibrante capital de ocho millones de habitantes, llena de festivales y ocio, nada mejor que subir en funicular, teleférico o a pie al Cerro de Monserrate. A más de tres mil metros, se divisa la gran metrópolis y, a su vez, desde la ciudad se contempla el icono del Santuario de Nuestro Señor Caído, faro blanco diurno e iluminado de colores durante la noche. La subida y la bajada permiten disfrutar la frondosa naturaleza del lugar de peregrinación, esparcimiento y deporte. Y abajo, el inmenso Parque Bolívar, lleno de lagos, árboles tropicales y palmeras. Solo un pequeño anticipo de lo que será nuestro recorrido por la hermosa sabana bogotana, salpicada de humedales, pastos, flores y colinas, que nos llevará a plácidas ciudades coloniales. Sentimos aromas cafeteros con sabor hispano.      

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