Pasa mucho con Nokia. La gente, en general, somos de simplificar. Todos lo somos, y de alguna manera lo hacemos para arrimar la sardina a nuestra ascua. A quién no le ha pasado. A mi también, claro. Muchas veces, seguro.
El presi de Volkswagen ha dicho hace poco que no quiere ser la nueva Nokia. Ya saben que dicen que la telefónica finesa no vio o no quiso ver el resurgir de Apple —así, en plan Star Wars—, y que acabó como Kodak e IBM por razones similares. Que no se adaptó. El jefe de VW, Herbert Diess, dice que algo así puede pasarle a su marca y al sector del automóvil si no se refunda. Qué quieren que les diga. No soy un negacionista, pero no veo la cosa como este señor.
Nokia no quiso ver lo que se le venía encima. Despreció a sus rivales. Trató de mantener su statu quo en un mundo en el que todavía había mucho por hacer y en el que no se sabía de un modo fehaciente lo que iba a venir. En la época de Nokia, me parecía una chorrada pensar que en los teléfonos móviles pudieran caber anuncios en los juegos que albergaban. ¿Quién iba a quererlos? Y mira tú.
Lo que quiero expresar es que, a diferencia de entonces, de ese pasado casi inmediato, sí que pienso que ahora los ejecutivos están muchísimo más preparados que entonces. Antes te salía un Iacocca cada 25 años. Que no digo que antes no supieran, que sabían. Pero no tenían ni las herramientas ni la formación que hay ahora. Probablemente tenían mucha más intuición, sí. Pero en esto de los negocios, casi mejor tirar de lo tangible.
La electricidad lo está cambiando todo y creo que el sector de automoción se está moviendo bien. Probablemente, y en esto le doy su punto de razón a Diess, deba hacerlo más rápido. Pero, ¿A quién le gusta perder pasta?
Los ejecutivos están muchísimo más preparados que entonces. Antes te salía un Iacocca cada 25 años. Que no digo que antes no supieran, que sabían. Pero no tenían ni las herramientas ni la formación que hay ahora.
Cualquier marca grande podría inundar mañana de coches eléctricos el mercado. Parece un poco ridículo hacerlo, no obstante, cuando se manejan cuotas de mercado del 1%. ¿La gente no está preparada? Sí que lo está. Totalmente. Todos lo sabemos. Son las ciudades las que no lo están. Ni algunos Gobiernos europeos que tanto daño están haciendo a esta industria convirtiendo la automoción en la diana de su lenta y corta mirada a largo plazo. Pero la gente de la calle está preparada y tardará un tris en adaptarse.
El automóvil tiene que pasar la página del diésel cuanto antes. Eliminar el miedo escénico de las motorizaciones. Conseguir que la gente no hable de que tiene un coche diésel, de gasolina, híbrido o eléctrico. Simplificar la cosa. Conducir un Renault Clio Expression, o un Seat León Ambiente, un Volkswagen I.D3 Elite o un Peugeot 3008 Attire. Y que lo que eran acabados se transforme en el indicador del tipo de propulsión que lleva el coche, por ejemplo.
Creo que así se podrían dar pasos más seguros para acabar con este mal proceso, pero muy malo, en el que está metido el gasóleo y los combustibles fósiles, en general. Eliminen el factor “esto es bueno, esto es malo”.
Muchas marcas trabajan en esa dirección, sí. Pero ahí sí que veo esa lentitud de la que habla el jefe de Volkswagen. Esta guerra, la del Siglo XXI en la que está inmersa la industria de automoción, no tiene que ver con la desinformación, con el desconocimiento, con la falta de herramientas tecnológicas que se traducen en avances. Con Nokias que minusvaloran Apples.
Todos intuimos ya de una manera bastante fiable cómo será el coche en los próximos 30 años.
Esta guerra, la del Siglo XXI en la que está inmersa la industria de automoción, no tiene que ver con la desinformación, con el desconocimiento, con la falta de herramientas tecnológicas que se traducen en avances. Con Nokias que minusvaloran Apples.
Pienso que la auténtica guerra que tiene enfrente el automóvil tiene que ver, fundamentalmente, con el marketing y con la gestión de la imagen. Porque considero que, en general, a la gente le gustan los coches. Que pueden no enamorarte, pero te dan un servicio. Y eso no cambiará nunca. A los guays oportunistas no les gustan y hacen mucho ruido, pero son los mismos que abominan de todo y que, estos sí, son negacionistas por obra propia o por encargo. Creo que son pocos, de verdad. Como todos los radicales.
Si las empresas del motor cambian su chip mental y el de la sociedad, y esto último es lo fundamental, el vehículo volverá a recuperar la imagen de esencial función de servicio. Los diésel actuales son muy limpios, pero nadie quiere esa etiqueta. Son fundamentales para las empresas, pero las políticas de RSC demandan cambios.
Muten las etiquetas actuales. Y háganlo rápido porque la imagen, hoy, lo es todo. La transición hacia un escenario de emisiones cero puede ser posible, sí. Pero de lo que se trata es de que nadie se quede en el camino.