viernes 29, septiembre, 2023

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La ‘vieja’ Europa, con seis millones en ventas, llevará la batuta del mercado de flotas en 2023

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La enorme cantidad de información que llega a la sociedad, a las empresas y a todos los entornos económicos se traducen, actualmente, en una visión de la coyuntura que cuenta con más elementos de desinformación que realidad pura y dura.

 

En Fleet People hemos recurrido a las fuentes oficiales para tratar de explicar cómo va a ser el ejercicio en curso para el universo de las flotas, para el mercado de empresas y para el movimiento corporativo de vehículos.

 

Y hay que decir que pesa más el optimismo que el pesimismo.

 

Pros y contras, pero con un punto de esperada satisfacción. Veamos.

 

El ejercicio pasado, 2022, se inició con un conflicto bélico cuyas consecuencias se esperaban peores, dada la magnitud de la contienda. Como todo en la economía, las consecuencias de los actos se dilatan en el tiempo, y el primer semestre de 2022 resultó ser propicio para llevarnos a un tercer trimestre negativo.

 

Pero el cuarto trimestre del ejercicio situaban ya el crecimiento del entorno europeo en el 0,9% y, concretamente en la Unión Europea, en el 0,8% en el último trimestre.

 

Esto significa bordear un cuadro de recesión técnica, pero no alcanzarlo.

 

Con un añadido interesante, eso sí: las perspectivas de inflación, es decir, el aumento cuantitativo de lo que cuestan las cosas, también se ha reducido de cara a este 2023 y a 2024. En ello han influido ‘detalles’ como el menor consumo de gas previsto, lo que se ha traducido en un mayor almacenamiento del mismo y, por consiguiente, unos precios más asequibles del mismo —por debajo del periodo prebélico, de hecho— en un momento crucial. Para el periodo enero-marzo del año en curso se observa también —aunque no hay datos definitivos todavía— una tendencia a evitar la contracción técnica en Europa. Son buenas noticias, unido a una tasa de desempleo que a finales de 2022 se instaló en algo más del 6%.

 

 

Inflación vs política monetaria

¿Qué está ocurriendo, por tanto? Que la inflación subyacente, es decir, la que se deriva del sentimiento de los actores económicos, se  mantiene en tasas elevadas, lo que significa precios más altos por causa, por ejemplo, de un precio de la energía elevado y de una consecuente detracción en la confianza del consumidor, finalmente la palanca que todo lo mueve.

 

Si las materias primas son más caras, el consumidor cierra el bolsillo porque dispone de menos renta disponible y es menos proclive a gastar.

 

Pero, al mismo tiempo, las políticas monetarias de los Gobiernos tienden a endurecerse para tratar de contener esa subida de precios, lo que en principio no favorece la inversión: subir los tipos de interés controla la inflación, la escalada de precios, el calentamiento de la economía para que nos entendamos, pero también se traduce en una menor tendencia a adquirir bienes básicos como el hogar o un coche.

 

Christine Lagarde, presidenta del banco Central Europeo, citaba en un discurso a finales del año pasado al economista Ragnar Nurkse: “Cuando un aumento de precios continúa durante algún tiempo […], tiende a crear expectativas de un aumento adicional. El punto en el que estas expectativas se afianzan y se generalizan es crucial en el proceso de inflación. A partir de ahí, el proceso cambia completamente”.

 

Y eso es, precisamente, lo que están buscando los bancos centrales de todas las economías.

 

Detener ese calentamiento progresivo y retornar a una relajación en los precios del sistema, para que tanto el consumidor privado como las empresas retornen a un tablero de juego con precios asumibles que inviten al consumo con un ecosistema de precios ‘normal’. Por eso es importante señalar que, aunque la inflación ha tocado un techo máximo en Europa en 2022, la previsión es que disminuya a lo largo de este ejercicio y del siguiente, un año en el que se espera de nuevo una tasa de crecimiento en el entorno del 1% para el continente europeo, y que será de aproximadamente el 1,5% en 2024.

 

En el caso del sector de automoción —también en el resto de actividades— ese pico inflacionista está relacionado de modo directo con la crisis de precios energética.

 

En octubre del año pasado se alcanzó un techo inflacionista de casi el 11% en Europa, pero el último informe europeo al respecto vaticina que 2022 habrá concluido con entre un 8,4% en la zona euro. Ese descenso se ha debido esencialmente a la relajación de los precios de la energía, y se prevé que 2023 termine con un 5,6% y un 2,5% al concluir 2024.

 

 

La clave automovilística

Para los fabricantes de automóviles y las empresas de componentes que les suministran piezas, durante el año pasado, la inflación energética ha supuesto multiplicar por tres, por cuatro e incluso hasta por cinco —véase el ejemplo de la factoría de Opel en Figueruelas (Zaragoza)— el coste energético de producir un vehículo.

 

Es imposible que esa deriva no se traduzca, como ha ocurrido, en el tique final del precio de un automóvil.

 

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Esto afecta al usuario final de la calle, pero también a las empresas, que o compran vehículos más caros o posponen su decisión de adquisición. La situación no es diferente para las empresas de renting, que compran más caro y también están obligados a repercutir esa alza en el cliente.

 

Por eso son importantes las perspectivas de reducción en el precio de la energía y, en el plano macroeconómico, la idea de los Gobiernos de controlar en paralelo la inflación subiendo los tipos.

 

Para conducir al mercado a una situación más lógica y estable.

 

Parece que todo está discurriendo en esa línea, pero es trascendental que problemáticas geopolíticas como la guerra rusa no se mantenga en el tiempo, porque ese mantenimiento sí que afecta de modo directo al precio de la energía y de las materias primas, por ejemplo.

 

 

Qué les espera al renting y a las flotas

La situación de mercado que hemos explicado más arriba se ha reflejado bien a las claras en la región europea a lo largo de 2022 y en lo tocante a las matriculaciones de vehículos en el renglón de flotas y empresas.

 

2022 comenzó, de hecho, con buen pie y precedido de un 2021 que concluyó con unos 5,4 millones de automóviles de turismo, SUV y comerciales comercializados en la actividad de flotas, renting y empresas en Europa, de acuerdo con cifras facilitadas por la consultora de automoción MSI Iberia en exclusiva para Fleet People.

 

El registro de 2021 marcaba una línea de crecimiento que se acercaba al periodo prepandémico, y que tuvo continuidad hasta mediados del año pasado. Las renovaciones de flota y las adquisiciones de vehículos por parte de las empresas marchaban a buen ritmo, en algunos casos, y en otros ya estaban programados aunque hubiera conocimiento de una guerra que acababa de comenzar y que solo aportaba incertidumbre en cuanto a su duración.

 

La segunda parte del año es la que más problemas ha deparado a todo el sector corporativo, con notables incrementos en los periodos de entrega y una clara menor actividad comercial —que no económica, debido a la escalada de precios: se han vendido, y gestionado en renting, menos vehículos, pero con un mayor gap de rentabilidad— que ha determinado un 2022 con un punto más de cinco millones de matriculaciones en este canal de venta en Europa. Unas 400.000 unidades menos que en 2021.

 

La línea positiva viene marcada por las expectativas que existen para un año que ha comenzado con más movimiento para todo el sector y unas mejores condiciones de mercado. No mucho mejores, pero sí mejores. Las cadenas de suministro de vehículos están funcionando mejor y llegan con más rapidez al cliente corporativo y particular.

 

Para 2023 se estima que el mercado de flotas europeo superará en cerca de 450.000 vehículos la cifra de 2022 para totalizar 5,52 millones de automóviles canalizados a través de las compras de empresas y el renting.

 

Es interesante apuntar que los principales crecimientos llegarán de la mano de las locomotoras europeas, lo que suele aportar un mensaje claro: si países como Alemania van bien, existe una lógica correlación de buena sintonía para el resto de economías que la circundan. Alemania generará unas 80.000 unidades adicionales de mercado este 2023, una cifra que se situará en cerca de 200.000 vehículos más en el caso de Reino Unido y de 25.000 unidades para Holanda, una de las regiones clave para el renting europeo.  De las grandes potencias continentales, solo Italia parece echar el freno y previsiblemente cerrará estos 12 meses con un descenso de 13.000 unidades en sus volúmenes anuales.

 

Otro punto que merece la pena observar reside en la tipología de venta. En tanto que los automóviles vendidos a flotas y renting aportarán algo más de 300.000 unidades adicionales al mercado de 2023, los vehículos comerciales se ocuparán de generar el resto de crecimiento para el sector.

 

Qué es el renting y cómo funciona

 

Una buena noticia en muchos sentidos pero, principalmente, por el componente de actividad económica que está asociada al vehículo comercial, dedicado a tareas profesionales y de transporte y, por lo tanto, un indicador clave de la evolución económica de una región.

 

Si bien esta última visión comercial, relacionada con Europa, apunta a buenas cifras, la mirada de la coyuntura actual debe completarse  colocándose bajo un prisma global que está mostrando ciertas dudas. El comportamiento de Europa no puede entenderse de modo unilateral y, en conjunto, el Banco Mundial considera que las economías avanzadas podrían reducir su crecimiento del 2,5% en 2022 al 0,5% en 2023.

 

En general, la visión de los economistas apunta a que debe incrementarse la inversión de todas las actividades económicas para que la situación sea más clara, porque esta se deriva de producir menos y vender menos. Pero eso no es menos cierto que decir que, con los datos a la vista, Europa, al menos con las previsiones de 2023 y 2024, puede convertirse en un valor refugio para la economía global.

 

No está mal para la ‘vieja’ Europa.

 

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