“Los beneficios que obtenga de ello se dedicarán en parte a causas nobles y caridad deducibles fiscalmente, a donaciones a la Iglesia, a la conservación del Planeta y a la Ecología”. Si muchas empresas y empresarios fueran tan transparentes, otro gallo les cantaría. La frase es del actor y empresario Paul Newman. La dijo en 1982, el día en el que presentó una nueva firma de productos de alimentación cuya etiqueta llevaba —y lleva— su apellido (Newman’s Own). Todo empezó cuando Newman y su vecino y amigo, el escrito A. E. Hotchner, tuvieron la idea de comercializar los aliños caseros para ensalada que ellos mismos rellenaban en botellas de vino vacías para regalárselas a otros conocidos. Se convirtieron en socios al instante, y no se crean que pusieron una millonada. Invirtieron 20.000 dólares en la compañía, que inmediatamente se convirtió en un éxito. El primer año ganaron 300.000 dólares, y Newman dijo: “Demos el dinero a quien lo necesite”. Limonada, zumos, todo tipo de salsas de aliño, pizza congelada o palomitas para microondas como la de la imagen… Todos los productos llevan la efigie del actor como reclamo. Después de que Newman falleciera en 2008, Hotchner ha continuado con el legado del actor y Newman’s Own dona el 100% de su beneficio después de impuestos a instituciones necesitadas. La Newman’s Own Foundation asegura que ha donado más de 450 millones de dólares a organizaciones sin ánimo de lucro desde 1982. Ahí es nada.