Cuando Caroline Parot accedió al puesto de máxima responsabilidad en la empresa de alquiler de automóviles Europcar, en 2016, la compañía se había lanzado a una carrera sin frenos con el fin de convertirse en líder de un término que empezaba a acuñarse y que vino a denominarse como “nueva movilidad”.
Un saco en el que cualquier activo que tuviera que ver con las cuatro ruedas era, básicamente, apto para ser comprado con tal de crecer en volumen.
Europcar no era una compañía con un flujo de caja sano y pujante, sino que desde 2012 venía manteniendo unos ratios de deuda constante en el entorno de entre 2.000 y 3.000 millones de euros.
A finales de 2019, esa deuda se había disparado hasta 4.239 millones de euros.
La primera decisión tomada bajo el mando de Parot fue hacerse con el control total de la rent a car especialista en modelos de bajo coste Goldcar, una empresa alicantina por la que pagó una enorme cifra de 562 millones de euros en 2017, aunque en su portfolio ya disponía de una división de bajo coste, Interrent.
A la compra de Goldcar siguieron varias operaciones en el mundo del carsharing y de la movilidad compartida, como la también española Bluemove, e incluso otra rent a car estadounidense, Fox Rent a Car.
Los números nunca salieron. Con unos 320.000 vehículos en su flota a finales de 2018, y en las postrimerías de la gran crisis provocada por el coronavirus, Europcar había decidido su salida a Bolsa en 2015 para captar fondos con los que afrontar todas las compras previstas.
Pero los mercados internacionales no interpretaron con demasiado éxito los planes de negocio que por aquel entonces vislumbraba la compañía, con el resultante de una tibia suscripción de la oferta de salida a Bolsa del grupo.
Una señal que ni Parot ni su equipo directivo supo o quiso interpretar de modo adecuado.
Volkswagen entra en juego
Cuando Volkswagen guiñó el ojo para hacerse con el control de Europcar, en 2021, lo hizo sabiendo que compraba al mejor precio posible y que la base negociadora no era ya el equipo ejecutivo de la rent a car, sino los fondos de inversión que habían salido al rescate —oliendo que había buena pesca de por medio— de la empresa cuando se vio obligada, a finales de 2020, a colocarse bajo la tutela de un juez administrador porque era incapaz de pagar las nóminas de sus empleados.
Covid-19 cerró todos los mercados turísticos y eso no solo hundió Europcar, sino a gigantes como Hertz, que tuvo que ser rescatada.
Los fondos de inversión que salvaron Europcar permitieron que la alquiladora se liberara del enorme grueso de deuda a corto plazo que tenía que afrontar, a cambio, eso sí, de tomar los mandos de la gestión de la compañía.
Y poco tiempo después apareció Volkswagen con una oferta cercana a 3.000 millones de euros para hacerse con los activos de la multinacional francesa.
La empresa de la doble uve sabe donde entra, porque tuvo el 50% de su capital desde 1988 y el cien por cien a partir de 1999, si bien en 2004 consideró que la firma ya no formaba parte de su core business y se desprendió de ella, vendiéndosela al fondo de inversión galo Eurazeo por 3.320 millones de euros.
Con cinco millones de clientes en su cartera y algo más de 3.000 oficinas repartidas por el mundo, es muy probable que, bajo la gigantesca estructura del grupo Volkswagen, las nuevas marcas de movilidad compartida que adquirió Europcar en la huida hacia adelante que propició el equipo directivo liderado por Parot encuentren un mejor acomodo, con la ventaja del músculo financiero de su nueva matriz y sin la premura de reportar buenos resultados inmediatos.
El 16 de junio pasado, y controlando ya el 87,4% del capital de Europcar, Volkswagen dibujó un nuevo Consejo de Dirección y otro de Supervisión para la empresa de rent a car.
Caroline Parot no figuraba en ninguno de ellos y Volkswagen anunció que dejaba la compañía.