La fascinación del mal

Mucho buenísmo, mucha sociedad políticamente correcta, pero todo españolito que se precie en estos tiempos ha visto la serie “Narcos”

La enésima recreación del malvado Pablo Escobar es la comidilla de las cenas y convites de los últimos meses. Incluso en la astracanada llamada “Blanca Navidad”, una combinación entre Papa Noël y la blanca paloma colombiana.

Hasta el Gobierno de la Nación Americana se ha rasgado las vestiduras por la imagen que se transmite de un país en pleno proceso de cierre de la guerra interior con las FARC.

Mucha contención de costumbres, un civismo rampante de la sociedad española como expresión, pero la realidad es que la violencia y los personajes delictivos siguen teniendo tirón.

Hay muchos tipos que hacen de los asesinos sus ídolos y el morbo por analizar los casos de pederastia, de bandas organizadas o de las desapariciones turbias de algunas adolescentes siguen llenando los tabloides. Mucha víscera, que para algo este es el país donde sólo se habla de fútbol o del “Sálvame”, y la sangre tiñendo los telediarios.

Decía Tierno Galván, en un opúsculo llamado “Los toros un acontecimiento nacional”, que la necesaria violencia de cualquier sociedad, que esas tendencias negras que cualquier peatón lleva en su alma, por mucho que se quiera negar, deben quedar en la Fiesta. El viejo profesor se refería a la Tauromaquia. Hoy, es en la realidad virtual de las series americanas o en los navajazos del Congreso de los Diputados. Pero como ya contaban los poetas de la Biblia, siempre hay una eterna y cíclica fascinación por el mal.

Tal sería conveniente buscar espacios de tolerancia de menos leyes coercitivas y dejar el lento discurrir de la sociedad que se va organizando de manera libre para no tener pulsiones reprimidas y lamentables. Desde luego Pablo Escobar ni es un modelo de nada y hace bastante poca gracia. Digo.