Las tractoradas de fechas pasadas y las que sin duda vendrán son un grito del sector primario. Como ya hemos escrito en esta misma columna en más de una ocasión, necesitamos políticas de Estado. Llámense la del agua, la exterior o la del deprimido sistema educativo.
Y por encima de todas, la del mundo rural, lo agropecuario, la pesca, y aquello que fundamenta el suministro básico de un país. Pero como también hemos lamentado en esa misma columna, hoy parece del todo imposible que se olviden partidismos para sentarse a apoyar todo aquel mundo amenazado.
A muchos se les llena la boca cuando se habla de los problemas demográficos y culturales de la España vacía. Cuestión que solo sale en campañas electorales para hablar de digitalización, de modernización y de estímulos fiscales.
El campo, nuestras costas, se despueblan de productores y nadie les escucha
La práctica luego olvida eso y la mancha de la desertización de gran parte del territorio nacional es cada vez mayor.
Y al hilo de ese desinterés por todo lo que no sea del ecosistema de las ciudades, el denominado sector primario sufre un olvido radical. Las políticas comunitarias que se han fundamentado en ayudas y en legislaciones de difícil cumplimiento para la sostenibilidad económica, está trayendo como consecuencia un efecto desincentivador para la producción y competencia en los mercados internacionales.
Ese dorado paraguas de la Europa unida, con rigurosas normativas y exigencias para los productores, está derivando en el dumping de productores extracomunitarios que con ignotas procedencias y trazabilidades, y a menor precio, están inundando los mercados de abastos.
A muchos se les llena la boca cuando se habla de los problemas demográficos y culturales de la España vacía
El campo, nuestras costas, se despueblan de productores y nadie les escucha, salvo que tengan que hacer sonar el claxon del tractor. Y, para más inri, están las guerritas chovinistas que tanto cuartean a la benemérita Unión Europea, y la dignidad de los productores nacionales.
Si estos tienen que hacer autocríticas de destinos de algunas ayudas y de la necesaria inversión para competir, que la hagan, pero que de una vez por todas se coloque en el centro de la política nacional, (o plurinacional, si es que necesitamos ese espantajo) de manera central.
Que se haga realidad la política comunitaria y las exigencias medioambientales de manera realista, y aplicando el mismo rasero para los productos extracomunitarios que tienen barra libre.
Parece también imprescindible que como se reivindica, se cumpla la Ley de la cadena alimentaria y se revisen muchas normativas nacionales gestadas desde despachos de manera teórica y sin conocer la realidad de sectores primarios, como el caso de la urbanita de la Ley de bienestar animal. Después de todo, nos tememos que habrá que seguir escribiendo columnas o lamentos de este tipo más adelante.