
KIA coloca el Optima en el centro de la empresa: Prueba a fondo

Lo de la marquitis galopante que padecemos es algo digno de estudio. Si se le pregunta a una muestra representativa de gente por el nombre de una berlina, casi seguro lo primero que saldrá a la palestra serán modelos de Audi, BMW, Mercedes-Benz, Lexus… Es normal, las marcas de corte premium forman parte de ese garaje soñado que muchos quisieran poseer. Más allá de esto, probablemente haya también un grupo relativamente amplio que tendrá en mente a marcas generalistas como Ford, Renault, Peugeot, Citroën, Toyota o Mazda, por citar algunos ejemplos.
Gente con los pies en la tierra, que ha llevado a su imaginario los coches que, a fin de cuentas, son los más vendidos de su segmento por su relación precio/equipamiento. Nada nuevo bajo el sol, todo esto no es nada sorprendente ni desconocido. Pero me interesa seguir con ese ejercicio.
Que levante la mano quien se haya imaginado una berlina coreana. ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? Nadie, ¿verdad? O pocos en el mejor de los casos.
Efectivamente, este es, en ocasiones, el problema de firmas como Kia: que no tienen tradición suficiente —en países como España— para ser tenidas en cuenta como primera opción de compra. Falta cierto arraigo, el peso de una historia que sea capaz de colocarlas en la parte alta de las listas de valoración.
Quizá sea cuestión de tiempo que esto suceda, pero tengo muy claro que Kia ya ha recorrido una gran distancia y apunta en la dirección correcta. En realidad, el fabricante asiático lleva años con las pilas bien cargadas.
Incluso me atrevería a decir que mientras los europeos han ido avanzando paso a paso en sus últimas generaciones, Kia (y también su prima hermana Hyundai) ha ido dando saltos dobles en cada nueva oleada que ha ido llegando al mercado.
Esto lo demuestra el hecho de que, si hace una década existía una gran brecha con las generalistas más conocidas, hoy la distancia se ha acortado tanto, que incluso se ha esfumado en muchos casos. Todavía queda trabajo por hacer a la hora de asentar la imagen de marca, pero es justo reconocer que una berlina como el Kia Optima, que hoy sometemos a examen, es igual de buena o incluso mejor que alguna de sus posibles rivales.
Así que ese argumento que dice “es que es coreano, no me da confianza…” se rompe a pedazos. ¿Qué es lo que asusta? ¿La calidad? ¿El equipamiento? ¿El motor? ¿La fiabilidad? Pues siento decirte, amigo escéptico, que este coche deja el listón bien alto en casi todos estos apartados.
Con matices, pero realmente tiene poco que envidiarle a un Ford Mondeo, un Peugeot 508, un Toyota Avensis o un Mazda6.
Coreano con genética europea
Empezamos el análisis. Como siempre, lo primero es dar una vuelta alrededor del modelo para ver qué transmite. El argumento estético es la clave a la hora de tomar una decisión de compra.
En Kia lo saben, por ello han diseñado el Optima muy al gusto europeo. Su diseño exterior se ha cuidado hasta el punto de ofrecer una línea moderna y atractiva, nada aburrida, que transmite incluso cierta deportividad si se elige el acabado GT Line de nuestra unidad de pruebas.
… Que hay una serie de aspectos fundamentales, como son el espacio, la versatilidad y el confort, que nunca pueden fallar. Y esto es precisamente lo que se ha tenido en cuenta como punto de partida a la hora de definir la variante Sportswagon del Kia Optima. Las dos plazas delanteras son amplias, y en las traseras pueden viajar adultos de talla elevada con desahogo, igual que se puede colocar una silla infantil con espacio de sobra. Del maletero destaca su volumen de 552 litros, pero también gustan los tiradores para abatir los asientos o los sistemas de retención de la carga, que no suponen un sobrecoste en ningún caso. En este coreano el usuario disfruta de un interior silencioso con una ergonomía bien estudiada, un diseño puramente funcional, unos materiales de lo mejorcito que uno puede encontrar entre los generalistas y unos cuantos elementos —de serie— que hacen la vida a bordo más acogedora. Con todo esto en la mano ¿quién quiere un coche Premium?
La versión familiar Sportswagon mide 4,85 metros de longitud, es decir, lo mismo que la berlina de cuatro puertas.
Por supuesto, es más funcional por su maletero, pero es que además tiene una formas más equilibradas, que a la postre acaban convirtiéndola en la variante de carrocería más atractiva de todas.
El interior está bien resuelto. No es lo más moderno que podamos encontrar en el segmento, pero sí ofrece una puesta en escena adecuada. Tiene una pantalla táctil de ocho pulgadas en la consola central, un salpicadero bien definido, unas botoneras y materiales de recubrimiento de buen aspecto, zonas acolchadas… En fin, a falta de un diseño más creativo, por lo demás el Optima destila calidad y buen hacer, en mayor medida incluso que muchos rivales de precio similar.
Además, es amplio en sus dos filas de asientos, cosa que sabe valorar el cliente de este tipo de berlinas familiares con las que se suele viajar en familia a plena carga.
Y hablando de carga, toca hablar del maletero. Para empezar, tiene 552 litros, que son 42 más que los que ofrece la carrocería de cuatro puertas. Es un volumen generoso que puede dar mucho de sí porque las formas son muy aprovechables.
También cuenta con soluciones para evitar desplazamientos del equipaje, como una red de separación y unos carriles para colocar elementos de contención.
Todo ello de serie, igual que los tiradores de las paredes que permiten abatir los respaldos traseros en una sencilla maniobra. Y para los más cómodos, esto ya es opcional, cabe la posibilidad de dotar al portón de un sistema manos libres para la apertura y el cierre. Más completo imposible. Así que si alguien se pregunta a estas alturas cuál de las dos versiones, berlina o familiar, es la más práctica, la respuesta está bien clara.
En el apartado de equipamiento se puede plantear una duda comprensible: ¿me llevo un acabado modesto a precio imbatible (unos 26.000€) o me decanto por un nivel bien dotado, que, aunque sube de precio, sigue siendo muy atractivo y está por debajo de la competencia en la mayoría de los casos?
Mi primera recomendación es una invitación: ven a probar el coche. ¡Condúcelo y disfruta del viaje! Es uno de los coches de mayor calidad de su segmento y con un diseño espectacular. Su conducción es tremendamente agradable y segura, por calidad de fabricación y por disponer de la última generación de sistemas de seguridad: radar adaptativo, frenada de emergencia… Como todos los Kia, su nivel de equipamiento nos permite ofrecer una excelente relación valor/precio, y por supuesto, con siete años de Garantía Kia. Recuerda: ven a probarlo, te va a encantar.
En este último caso hablamos de algo más de 33.000 euros, y es la opción que hemos elegido para nuestro fleet car de este mes. Quizá hayamos caído en las redes del acabado GT Line, pero es que es un caballo ganador a todas luces.
Apenas quedan opciones
Quien se decante por él, se lleva a casa todo esto: volante calefactado, asientos con ventilación y calefacción, sensores de aparcamiento, climatizador bizona, reconocimiento de señales de tráfico, acceso y arranque sin llave, pantalla táctil de ocho pulgadas, techo panorámico, equipo de audio firmado por Harmann Kardon…
En fin, una retahíla de elementos que forman parte de la dotación de serie y que hacen el día a día mucho más cómodo. Tan completo es este acabado, que apenas queda un paquete a elegir en el catálogo de opciones.
Paquete que, por cierto, es interesante porque incluye una serie de asistentes a la conducción a un precio más que razonable. El denominado pack Luxury cuesta 1.600 euros y aporta control de crucero adaptativo, detector de ángulo muerto, cámara 360º, alerta de tráfico trasero y asistencia en frenada de emergencia ante posibles colisiones frontales.
El diésel gana la partida
En el apartado mecánico no hay lugar a errores. La gama es tan reducida que hacer diana es tarea fácil. Las opciones son tres: un diésel, una gasolina y un híbrido enchufable. El último puede ser interesante para quien viva en una ciudad y quiera hacerse con la que parece ser la tecnología del futuro a corto plazo. Pero no existe en la variante SW, así que queda descartado; el de gasolina tiene 245 CV y un planteamiento más deportivo, con el aumento de consumo de combustible y de precio final correspondientes.
Supera los 8l/100km oficiales y roza los 40.00€, lo que me lleva a pensar que esta opción va a ser más bien residual entre los particulares y casi invisible a ojos de un gestor de flotas. Lo que queda entonces es el equilibrado 1.7 CRDI de 141CV, que es el preferido de la gama por razones obvias. Gasta poco, ofrece buenas prestaciones y es el que mejor precio pone sobre la mesa. Es un motor suave, bien aislado, que responde correctamente al acelerador y que, en este caso, se asocia a un cambio manual de seis velocidades.
Quien busque más confort puede elegir este propulsor con un cambio automático de doble embrague ya siete velocidades, que encarece la factura 2.000 euros.
En cualquier caso, que nadie espere fuegos artificiales con esta mecánica diésel. Es cumplidora y aprueba todo con nota, pero es poco pasional. Dicho de otra forma, te lleva de un punto ‘A’ a otro ‘B’ sin queja aunque sin alegrías.
Algo parecido sucede con la puesta a punto del chasis. Tiene un enfoque confortable y pretende satisfacer al mayor número de clientes, pero al mismo tiempo puede ser aburrida para aquellos conductores que disfrutan en una carretera revirada. Un punto más de dinamismo en todos los aspectos habría ayudado a hacer que el Kia fuera más redondo.
El Optima SW es un compendio de espacio y tecnología a buen precio. Quizá sea un buen momento para dejar a un lado ese afán por lucir en el capó un logo por aquello de mantener un estatus. Quizá este Kia sea una de esas compras inteligentes que no hay que dejar escapar.