En Nueva York las calles no suelen tener nombres, sino que se conocen, simplemente, por una serie de números que van aumentando a medida que se avanza hacia el norte.
Después, y especialmente en el sur de Manhattan, hay calles que aluden a alguna característica de la zona, como Canal, Water o la famosa Wall Street. También hay calles con nombres propios como Henry, John, o Thomas Street, calles cuyo nombre, seguramente, aludía a algún personaje concreto, pero del que nadie sabe ya quién era o qué hizo.
No son muchas las personas famosas a las que se les homenajea con una calle en Nueva York. A un escritor como Shakespeare, por ejemplo, se le ha reservado una apartada calle en el Bronx
No son muchas las personas famosas a las que se les homenajea con una calle en Nueva York. A un escritor como Shakespeare, por ejemplo, se le ha reservado una apartada calle en el Bronx, no demasiado transitada ni conocida.
Las calles de Nueva York, por lo tanto, no celebran actores, ni cantantes, ni tampoco premios nobeles de Literatura o de la Paz.
Se trata, más bien, de un grupo selecto y exclusivo, en el que se incluyen presidentes como George Washington o Abraham Lincoln, y líderes sociales como Malcolm X o Martin Luther King.Entre este reducido grupo de privilegiados destaca Jackie Robinson, que cuenta nada menos que con una enorme avenida en Queens, un museo, un parque, un busto y hasta unos columpios.
Estatua de Jackie Robinson y Pee Wee Reese en Brooklin, NY. FOTOGRAFÍA DE LEONARD ZHUKOVSKI.
Tiene, incluso, un día dedicado a su memoria, el 15 de abril. No encontraremos el nombre de Robinson en la lista de los presidentes americanos, no fue un escritor ni tampoco un político. Se trata, sin embargo, de uno de los personajes más importantes de la sociedad americana en el siglo XX.
Era, tan solo, un jugador de béisbol. Aunque ahora nos pueda parecer aborrecible, hasta hace apenas setenta años los jugadores afroamericanos no podían jugar en la misma liga que los blancos. Estos últimos jugaban las Grandes Ligas, mientras que los afroamericanos disputaban la Liga Negra. Y aquello era algo que los aficionados aceptaban con asombrosa indiferencia.
Más que un simple jugador de béisbol, Jackie Robinson era un atleta. En la universidad, había destacado en competiciones de salto de longitud y de fútbol americano, y solo a última hora se aficionó al béisbol, deporte que empezó a practicar profesionalmente después de la Segunda Guerra Mundial. Consciente de su talento, el mánager de los Brooklyn Dodgers le contrató en 1947.
En los nueve años que Robinson jugó en los Brooklyn Dodgers, disputó seis veces las Series Mundiales, ganando la edición de 1955.
Su primer partido con los Dodgers fue el 15 de abril de 1947. No fue sencillo. Los jugadores de los otros equipos amenazaron con boicotear los juegos en los que participara Robinson y, por si eso no fuera suficiente, sus propios compañeros en los Dodgers amagaron con un plante si Jackie se unía finalmente a la plantilla.
KEN WOLTER
En todos los partidos en los que Robinson participó esa temporada tuvo que soportar agresiones e insultos por parte de los espectadores y los jugadores del equipo rival.
Incluso por parte de los árbitros. Pese a ello, fue nombrado novato del año. En los nueve años que Robinson jugó en los Brooklyn Dodgers, disputó seis veces las Series Mundiales, ganando la edición de 1955.
El legado de Jackie Robinson está muy presente, no solo en el selecto callejero de Nueva York, sino en una sociedad americana en la que la lucha contra la discriminación racial sigue estando, setenta años después, todavía muy presente.