En la primera escena de Cazafantasmas (Ivan Reitman, 1984), una tímida empleada de la Biblioteca Pública de la calle 42 va recorriendo los antiguos pasillos del depósito, arrastrando lentamente un carrito cargado de libros. La bibliotecaria sigue caminando y, de repente, vemos cómo, detrás de ella, empiezan a volar de forma inexplicable fichas y libros. La mujer echa a correr despavorida, hasta que se topa con un fantasma y se desmaya.
A pesar de que no es más que la secuencia inicial de una película, podría asegurar que todas las veces que visité la biblioteca de la calle 42 recordé con cierta inquietud aquella escena, tan espeluznante como divertida.
Del mismo modo, las ocasiones que pasé junto al restaurante Tavern on the green de Central Park (siempre para verlo desde fuera, ya que los precios me resultaban prohibitivos), me acordaba de que fue allí donde al pobre Louis, personaje interpretado por Rick Moranis, le atacó una desconcertante bestia del averno sin que los comensales que lo observaban se inmutaran lo más mínimo.
A escasos metros de allí, en el 55 de Central Park West, estaba situado el apartamento de Dana Barrett (interpretada por Sigourney Weaver), y que en la escena final de la película es asaltado por un gigantesco hombre de malvavisco.
En el filme, por cierto, la fachada del edificio está retocada digitalmente, y parece mucho más grande de lo que es en realidad, un aburrido edificio residencial cerca del edificio Dakota.
FOTOGRAFÍA: SHUTTERSTOCK.
El cuartel general de los Cazafantasmas, por cierto, se situaba en el número 14 de Moore Street, en el barrio de Tribeca. El edificio se puede visitar y aún conserva el mismo aspecto que cuando se rodó la película. Es fácil reconocerlo, además, porque en la acera alguien ha dibujado un grafiti con el símbolo de los Cazafantasmas.
En la década de los 80, la ciudad de Nueva York no era la resplandeciente capital que podemos visitar hoy en día.
La ciudad era sucia y oscura y, ciertamente, lo menos peligroso que le podía suceder a cualquiera que se atreviera a cruzar Central Park de madrugada era ser atacado por Gozer el Gozeriano.
En muchas películas de la época Nueva York se mostraba con una crudeza casi costumbrista, y no se escatimaban detalles para presentarla como una ciudad sombría y decadente.
«El cuartel general de los Cazafantasmas, por cierto, se situaba en el número 14 de Moore Street, en el barrio de Tribeca. El edificio se puede visitar y aún conserva el mismo aspecto que cuando se rodó la película»
Quizá la novedad de Cazafantasmas fue la de ofrecer otra imagen de la ciudad, mucho más positiva, como un lugar en el que aún existía un hilo de esperanza, lleno de aguerridos ciudadanos capaces de unirse frente a cualquier amenaza, ya fuera un ejército de fantasmas o un destructivo hombre de malvavisco.
Sospecho que muy pocas de las películas que marcaron nuestra infancia resistirían ahora un revisionado medianamente crítico y que, probablemente, las historias que entonces nos emocionaron ahora nos resulten sensibleras y ñoñas.
Sin embargo, a pesar de los defectos de aquellas películas, casi todos guardamos un feliz recuerdo de ellas y han pasado a formar parte de una especie de acervo colectivo universal.
No son, probablemente, las mejores películas, y quizá, tampoco las más divertidas.
Pero, por alguna razón indefinible, todos las recordamos con una sonrisa y las vinculamos, de forma inevitable, a la ciudad de Nueva York.