Del mismo modo que el lago Ness tiene su monstruo, Nueva York tiene cocodrilos albinos vagando por sus alcantarillas.
A pesar de que hoy en día son pocos los que juran haber visto un caimán paseando por la Quinta Avenida, los neoyorkinos aceptan este mito con cierta simpatía, conscientes de que una ciudad sin leyendas urbanas sería tan anodina como una urbanización en el extrarradio.
Nadie sabe muy bien cómo comenzó la extraña historia de los cocodrilos merodeando por las alcantarillas. Según unas fuentes, algunas familias que veraneaban en Florida se encapricharon con estos reptiles y, una vez terminado el verano, decidieron llevárselos con ellos a Nueva York.
Cocodrilos por los retretes neoyorkinos
Cuando los cocodrilos crecieron, a las atribuladas familias no se les ocurrió nada mejor que tirarlos por el retrete.
De ahí llegaron a las alcantarillas, donde los reptiles establecieron, según parece, una próspera colonia.
La historia de los cocodrilos que habitan en el subsuelo no es la única leyenda urbana asociada con la ciudad de Nueva York
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Otra de las explicaciones es algo menos retorcida y apunta a que los reptiles se establecieron en Nueva York después de escaparse de una granja cercana.
Las variaciones sobre la leyenda original son más o menos imaginativas dependiendo de la fantasía del testigo.
En su día, a alguien le pareció creíble que los cocodrilos de las alcantarillas de Nueva York fueran albinos, debido a la falta de luz, o incluso ciegos, y estas variaciones siguen gozando, hoy en día, de cierta aceptación, a pesar de que solo podrían explicarse mediante una interpretación acelerada de la teoría de la evolución de las especies.
En cualquier caso, y por sorprendente que parezca, sí que hay un punto de verdad en este mito. El 10 de febrero de 1935, The New York Times publicó que se había encontrado un aligátor de dos metros atascado en un sumidero de la calle 123.
Nunca se supo cómo pudo llegar hasta allí, pero el impacto de aquella noticia quedó en el subconsciente de los neoyorkinos, lo que evolucionó, finalmente, en la leyenda urbana que hoy conocemos.
La historia de los cocodrilos que habitan en el subsuelo no es la única leyenda urbana asociada con la ciudad de Nueva York.
Otro rumor, por ejemplo, afirma que debajo de la Estatua de la Libertad se encuentra enterrado el tesoro del pirata William Kidd, que lo escondió allí mucho antes de que fuera construido el monumento.
Obviando la oportunidad del pirata por ocultar su cofre en lo que hoy es uno de los trozos de tierra con más turistas del planeta, hay que señalar que, hasta el momento, los cazafortunas que han excavado bajo la estatua han vuelto a casa con los bolsillos vacíos y, seguramente, con una multa por desórdenes.
Al igual que sucede con la leyenda de los cocodrilos en el subsuelo, hay también algo cierto en este mito. William Kidd fue un personaje real que vivió entre los años 1655 y 1701. Comenzó siendo un discreto marino hasta que decidió amotinarse y tomar el mando de su barco, al que rebautizó, en un alarde de modestia, como “William el bendecido”.
Después de algunas correrías por los siete mares, se estableció en Nueva York, donde enterró su famoso tesoro antes de ser ajusticiado por piratería.
Es muy probable que el tesoro de Kidd no esté enterrado allí, pero poco importa. Ese aventurero frustrado que todos tenemos dentro nos empuja a pensar que ahí hay un cofre lleno de doblones que nos está esperando.
Solo es necesario coger una pala, ponerse a excavar y, sobre todo, tener cuidado con los cocodrilos.