Ahora mismo están empezando a sobrar coches. Todos los coches. De los eléctricos, nos sobraban ya, pero como no había producción, pues no se notaba. El mercado estaba como las estanterías (estontería) de un supermercado de Venezuela. Tan vacías que parecía que no se iban a llenar nunca. Pero se han llenado… y vaya si se han llenado: Llevan sobrando coches, sobre todo de marcas generalistas, desde mayo.
Así se han llenado las campas de los RAC y así han vuelto a bajar los precios en verano. Lo cual estaba previsto, pero todos nos engañábamos diciendo: hemos aprendido. Lo de antes, lo de hacer más coches que la demanda natural, no nos va a pasar… Pero tanto a fabricantes como a Rent a Car, les ha pasado lo mismo: un punto más de cuota, un poquito más de disponibilidad y… tachán, los precios bajan.
Las estadísticas mienten, las campas no
Como dicen en Venezuela: La televisión miente. La nevera, no. Pues traducido al argot automovilístico, las estadísticas mienten, las campas no.
Si nos centramos en el caso de los eléctricos, que es lo que nos ocupa, pues ahí, tanto marcas generalistas, como premium, como mediopensionistas, pues a quien más, a quien menos, le sobran.
En un mercado muy forzado, cuya demanda real no existe y que se ha impuesto a base de normativa (pero no de bajada de impuestos real), pues si llega el líder, Tesla, y baja 20.000€ su precio, pues acaba de descolocar a todos y de arramblar con la demanda: ha salido el cero y gana la casa. Todos los demás, con cara de tontos mirando sus budgets en Excel. El papel lo aguanta todo y el Excel, además, te lo suma.
Se ha publicado recientemente en esta misma web un fantástico artículo sobre los Valores Residuales de los vehículos eléctricos escrito, nada menos, que por el Ex CEO de Alphabet Internacional (Norbert van den Eijnden, Norberto para los amigos), que de esto debe saber un poco más que yo.
Bueno, de esto y de más cosas, menos de toros, que supongo que de eso sabrá incluso menos que yo. En el artículo se advierte de que los valores residuales aplicados por las compañías de renting a los vehículos eléctricos pueden ser un peligro para las futuras rentabilidades de dichas compañías.
Comparto el criterio, pero soy incluso más pesimista. Al fin y al cabo, Norberto es un optimista, supongo que porque ha pisado más moquetas que campas.
Los eléctricos triunfan en Noruega a pesar de que, con el frío, las baterías tengan menos autonomía que unos padres con el segundo hijo
Los coches eléctricos no son coches. Son lavadoras con ruedas. No lo digo en plan despectivo y motivado por mi petrolhead, es que la tecnología es distinta. Su formato y ciclos económicos se parecen mucho más a la de un electrodoméstico o a la de un ordenador que a la de la industria metalúrgica.
Los ordenadores llevan años guiándose por la ley (bueno, no es ley, pero se cumple, debe ser una especie de lawfare), según la cual, cada cierto tiempo se duplican las capacidades y se disminuyen los precios. Es una de las razones por las que los ordenadores de hace tres años no valen ni para calzar una mesa.
Hasta los periodos fiscales de amortización de un coche y de un ordenador son distintos y distintos deberían ser los motores de combustión y los eléctricos. Si dentro de tres años los coches eléctricos se van a cargar en la mitad de tiempo, van a tener el doble de autonomía y la batería va a pesar la mitad… ¿Cuánto valdrá el coche eléctrico que acabo de comprar dentro de tres años cuando lo quiera cambiar por uno nuevo?
Que conste que no es nostalgia, que no es no querer abrazar los tiempos modernos, es que con el eléctrico nos han engañado
Los coches de combustión son otra cosa, algo que nos ha acompañado toda la vida, algo que sabemos lo que prometían y años después no te defraudaban.
Estaba tu primer coche, que era como una sobrina guapa que te pide consejos amorosos: guapa, alegre, llena de vida, que la cuidas y la mimas y que cuando te alejas te quedas mirando embobado. Estaba ese coche que te dejaba tu cuñada olvidadiza casi sin gasolina, pero que se arreglaba en una gasolinera en cinco minutos. El que se te quedaba pequeño y que posteriormente heredaba un hijo y que luego llevaba tu sobrino y que 20 años después, se quedaba en la familia, como uno más, para por si acaso, para dar servicio. Total, ya estaba amortizado y el Valor Residual era, por tanto, infinito. Estaba el que te dejaron un verano. Nunca fue tuyo, pero te dejó un buen recuerdo y que como en la canción de Los Rodríguez “Para no olvidar”, es como la novia que no fue, pero que…
De un tiempo lejano a esta parte ha venido perdido
Sin tocarme la puerta, recuerdo entrometido
De un tiempo olvidado ha venido un recuerdo mojado
De una tarde de lluvia, de tu pelo enredado
Siempre me moló más la versión de Los Rodríguez, más bullanguera, que la posterior de Andrés Calamaro. Tiene más garra. Escribo esto y me suena haberlo escrito antes. Puede ser, porque lo he pensado muchas veces o porque como Borges en sus artículos de crítica literaria, me cito mucho a mí mismo. Decía Borges (el escritor, no el de las nueces), que más que leer, releía mucho. Claro que, para releer mucho, había que haber leído muchísimo.
Y que conste que no es nostalgia, que no es no querer abrazar los tiempos modernos, es que con el eléctrico nos han engañado.
Es una tecnología que todavía no proporciona todas las ventajas de la anterior a la que pretende sustituir. Eso en los ciclos tecnológicos, que algo todavía no superior en ventajas para el usuario, sustituya a algo existente, no pasa nunca salvo por intereses económicos.
Esos intereses no han sido los de las marcas, sino de terceros.
No quiero sacar demasiado el tema de la ecología, porque si no, me desterrarán a la esquina de pensar de los anticlimáticos. Castigado por “deGreto”, sin embargo, el coche eléctrico en el ciclo de vida completo de vida no es mucho menos contaminante que otras tecnologías.
En China están el 70% de los electricos del mundo, alimentados por una electricidad que emite muuuuuucho CO2
Hay por ahí un estudio de una universidad americana, en cuyo detalle no voy a entrar, porque sería adentrarme en una polémica innecesaria (“los electricstas” me van a rebatir de todos modos), que afirma con buen criterio, que no son lo mismo las emisiones de un coche eléctrico en un país con una energía renovable que en un país donde la energía se genera en centrales térmicas de carbón. Por lo tanto, las emisiones generadas para la producción de electricidad que consumirá un coche eléctrico en España serán muy inferiores a países como China. Pero es que en China están el 70% de los eléctricos del mundo, alimentados por una electricidad que emite muuuuuucho CO2.
Insisto una vez más, aun a riesgo de ser pesado: no estoy en contra del eléctrico, es un complemento perfecto para una casa con varios coches y sin duda el coche perfecto para un urbanita con garaje y punto de carga, pero querer forzarlo para el uso real que hoy en día le damos a los coches no es válido para todas las flotas o para familias que tienen un solo coche y que encima duerme en la calle.
Afirmo que no es un tema de concienciación. Es un tema totalmente económico y de utilidad.
En Noruega no se venden porque la gente esté muy concienciada. Es un tema fiscal que hace que los coches de combustión cuesten el doble, lo que hace que los eléctricos triunfen, a pesar de que con el frío las baterías tengan menos autonomía que unos padres con el segundo hijo.
Calentar un coche eléctrico en invierno es como encender una estufa eléctrica de 2.000W, porque en uno de combustión, para poner la calefacción, solo hay que pasar el aire por el motor, que está calentito. Aquí los vehículos de combustión no están tan castigados y los eléctricos solo tienen ayudas a veces y que encima te computan en renta, penalizando más al consumidor más predispuesto económicamente al eléctrico.
Decía Norbert Reithofer (va de Norbertos la cosa hoy), cuando era Director Ejecutivo de BMW Mundial y quien impulsó el lanzamiento de BMWi, la submarca de eléctricos de BMW, (que nació en modelo de agencia y pasó a modelo push a tope al concesionario, por cierto) que la generalización del uso del coche eléctrico no tenía nada que ver con la mentalidad y todo que ver con la carga fiscal, y ponía un ejemplo claro: El 99% de los eléctricos que vendía BMWi en todo Estados Unidos se vendían en California.
¿Vendrá el hidrógeno? Vendrá. ¿Es útil el coche híbrido enchufable? Claro. Siempre que lo enchufes y aportes energía externa y hagas tramos cortos. Si no, es un coche de gasolina o diésel con 300 kilos de más que pierde parte de su energía en cargar una batería: es un híbrido no enchufable, con tecnología cara.
¿Tienen sentido los híbridos no enchufables? Claro, siempre que no sepas nada de termodinámica y solo quieras tener una etiqueta ECO. Es muy revelador el enunciado del segundo principio de termodinámica de Kelvin-Planck que afirma que es imposible construir una máquina que tenga un rendimiento del cien por cien. Siempre habrá calor de desecho que, en la mayoría de los casos, equivale a más de la mitad del calor absorbido.
Pues eso mismo, pero encima moviéndose con carga extra mientras alimentas a otro motor con la pérdida inevitable de eficiencia.
Por resumir y cerrar: Eléctrico sí, pero no es la solución para todos los usuarios. Eléctrico sí, pero con muchas más ayudas. Eléctrico sí, donde tenga sentido y no en todas las flotas ni en todos los hogares. Eléctrico sí, pero el residual matará a algún atrevido a no ser que las ayudas lo justifiquen (y para flotas o remarketing, no ha sido nada fácil de reclamar). Eléctrico sí, pero no achatarres tu coche viejo todavía (La primera R del reciclaje es reutilizar). Eléctrico sí, pero asumamos todos que, por mucho tiempo, será un bien de lujo para el que se lo pueda permitir. Eléctrico sí, pero no me quites mis pasiones, mis recuerdos y los sueños que todavía me quedan, de disfrutar de las otras tecnologías que nos acompañarán por muchos años todavía, que el mundo es más grande que la Unión Europea.
Incluso más grande que su normativa cuasi infinita.
Fe de “ratas” (yo las tenía por ateas, sin embargo):
En mi anterior artículo de “La bala mágica de MINI”, citaba un poema que en mi ignorancia atribuía a Bertol Brecht. Afortunadamente, un avezado lector me señaló que el poema es en realidad de Martin Niemöller. Como dijo alguien (no voy a decir esta vez quien, para no entrar en una espiral de citas incorrectas), lo peor de los ignorantes como yo no es las cosas que no sabemos, sino las cosas que sabemos que no son exactamente así.