En estos tiempos inciertos y duros de precrisis, que todos sabemos que ya asoma y si no, mirad los resultados del semestre, todo equipo necesita de la máxima implicación de todos sus miembros. Todos tenemos claro que hay que dar el máximo de cada uno de nosotros, porque cada esfuerzo, cada empujón «extra» cuenta y añade esas pulgadas que hacen la diferencia, como bien nos explicaba Al Pacino en «Un domingo cualquiera».
Todos remando en la misma dirección, todos empujando en el mismo sentido conseguiremos más que haciendo la guerra cada uno por su cuenta. Todos a una, como en Fuentovejuna. La motivación es fundamental ¡Claro! pero… ¿qué es lo que nos encontramos en el sector? Que cuando hay un fuego, cada cual defiende su departamento, cada uno va a su metro cuadrado y cobra especial importancia la búsqueda del «minuto de gloria», la medallita dichosa.
¿Y esto por qué ocurre? Porque no se ha creado un equipo de trabajo, sino que se han sumado los esfuerzos individuales de cada miembro. Ante lo cual, el «líder» (qué palabra tan estropeada) del grupo, saca la corneta y al grito de: «… que fuera hace mucho frío…» Pone a todo el mundo firme.
Todos empujando en el mismo sentido conseguiremos más que haciendo la guerra cada uno por su cuenta
La dinámica es sencilla, el racionamiento, innegable: Una voz, un pensamiento único, una bandera y todos detrás. No es bueno discutir ni el camino ni la solución, porque en la duda se pierde un tiempo precioso. Por eso funcionan los ejércitos: uno manda y no se discute.
El grito de guerra no es otro que «¡Hay que estar motivado! ¡Aquí se viene meado y motivado de casa!» (Me encanta, sobre todo dicho con acento extranjero) Si no estáis motivados, ya sabéis dónde está la puerta, siempre grande para salir y pequeña para entrar: ¡A motivarseeeeee! ¡Arrr!
¿Cuál es el problema? Que en realidad esto no es motivación, el esfuerzo después del esfuerzo, sólo se da cuando el esfuerzo merece la pena. Dinero, seguridad, logro individual… Lo que sea para cada cual. Pero eso sólo lo puede dar cada uno… ¡Si quiere!
El compromiso no se puede exigir, no se puede comprar, sólo se logra cuando alguien está motivado para dar mucho más de lo que daría sin esa motivación. Por ello, es ilógico exigir con un grito marcial que alguien sienta que está colaborando para algo más grande que uno mismo.
Cuanto más duro es el camino, cuanto más falta hace que nuestro equipo nos dé lo mejor que lleva dentro, más sencillo parece el grito y la fusta. ¿Por qué? ¡Porque funciona! A corto plazo el éxito es innegable. El grito despierta, moviliza, genera máxima productividad en muy poco tiempo.
Si queremos que alguien nos regale su creatividad, su cariño por el trabajo bien hecho, sus sacrificios personales y familiares sin acritud y casi hasta con gratitud, necesitamos que se lo crea. Necesitamos que coja el remo no por el látigo que le azota, sino porque cree que eso le llevará a una playa mejor. Como decía Viktor Frankl: si alguien tiene un «porqué» y aguantarán casi cualquier «cómo».
Nadie discute que las galeras funcionan mejor con un tambor y un látigo, pero no será el látigo ni el tambor lo que hagan que un equipo moderno de alto rendimiento se esfuerce
Incluso ni los más grandes militares hubiesen llegado a los más altos logros sin la motivación de sus ejércitos. Hasta en los sitios donde hay pena de muerte por desobedecer las órdenes, la motivación de las tropas no se descuida. De ahí las arengas, de ahí el “desde lo alto de estas pirámides 40 siglos os contemplan” de Napoleón.

Nadie discute que las galeras funcionan mejor con un tambor y un látigo, pero no será el látigo ni el tambor lo que hagan que un equipo moderno de alto rendimiento se esfuerce hasta el límite de sus fuerzas, sea creativo para idear la mejor solución y logre metas más allá de las esperadas.
El del tambor, ya puede tocar una samba o algo con ritmo marchoso que haga que los pies de los galeotes se muevan al compás y hasta se les escape una sonrisa, porque si no es así, ninguno de los miembros del equipo dará el máximo. Ninguno «inventará la hélice o colgará una vela» y todo el mundo se limitará a remar, cada vez con menos fuerza.
Por ello, cuanto más difícil sea la meta, más necesaria será la motivación y más absurdo el intentar que esta motivación beba en la fuente del ordeno y mando. La única forma de hacer un trabajo excepcional es amar lo que haces.
A todos los que en este cierre de semestre hayan perdido los papeles, hayan gritado a sus equipos, no hayan agradecido el esfuerzo y no hayan premiado a su equipo con alguna forma de agradecimiento, les recomiendo que en vez de exigir motivación a su equipo, le den la vuelta y hagan su trabajo: ¡A motivarrr!